La última fiesta secreta de la burguesía catalana ha vuelto a poner sobre la mesa unas siglas que, pese a ser conocidas y estar extendidas, no todo el mundo sabe a qué responden. Hablamos del BDSM, una práctica que extendida a todos los estratos sociales, también en las altas esferas.
Más o menos, todos tienen una idea de a qué hace referencia esta terminología: una práctica sexual sadomasoquista. Algo de eso tiene, pero hay mucho más. La B responde al concepto bondage, la D a la dominación, pero también a la disciplina, la S al sadismo, sí, y a la sumisión y, por último, la M al conocido masoquismo.
Un concepto de los 90
¿Por qué se practica a escondidas? Se desconoce. Muchos aplican esta disciplina 24/7, es decir, que tratan de relacionarse así el máximo tiempo posible. Tanto es así que se decidió que el 24 de julio iba a ser el día del BDSM.
Este tipo de relaciones no son nuevas, pese a todo, el concepto se empezó a extender en 1990 y desde 1991 se fue fijando en las mentes de muchos. Todo porque un portal de internet juntó los conceptos BD y SM y se empezó a difundiir.
Orígenes
Las prácticas que incluye esta terminología, en cualquier caso, vienen de lejos, muy lejos. De hecho, se estima que desde que el ser humano empezó a tener relaciones sexuales y empezó a experimentar con su placer dio con este tipo de prácticas. Claro que fue el famoso marqués de Sade quien empezó a hablar clara y abiertamente de ellas en sus escritos. De hecho, el sadismo es un concepto que procede de sus obras.
Algo que tiene el BDSM es que tiene algo de juego de roles. Hay quien acepta ser dominado, atado, torturado e incluso violentado dentro de unos límites; otros, en cambio, han de estar dispuestos a someter a otros y cuenta con la presión de dar placer a otros a través de este tipo de prácticas.
Bondage y dominación
Estas dos prácticas fueron algo que se expandió en el siglo XIX, especialmente en el Reino Unido. La estricta disciplina de la educación británica hizo que muchos se erotizaran con ella y surgieron pequeños clubs de caballeros donde estos acudían a ser flagelados, azotados (spanking). Ya en el siglo XX, tras las guerras mundiales, aparecieron otros fetiches: máscaras, uniformes y demás. De allí, las prácticas de dominación.
Muy relacionado con esto, está la práctica del bondage. Allí hay una relación amo-esclavo que siempre se da. Pueden ser sexuales, pero puede ser también una dinámica de pareja estable o no. También entran en juego las cuerdas, esposas y otros juguetes y dispositivos para atar. Los hay que también usan disfraces incluso de dueño-mascota, policía-ladrón…
Sadismo y masoquismo
Muy relacionado con el concepto anterior está la práctica de la sumisión, porque todo amo necesita alguien que esté dispuesto a obedecer. Y ninguno puede vivir o dar rienda suelta a sus fantasías sin el otro. Pese a todo, el que deja que actúe sobre su cuerpo es el que recibe el calificativo de sumiso.
Por último, las dos letras que hacen obvio que un patrón no es nada sin su amo y a la inversa. De allí que el sadomasoquismo suele ir unido. El famoso noble francés le dio casi un postín. ¿Inspiración para la fiesta de la Costa Brava? Puede ser, pero también de otro tipo de juegos. En cualquier caso, el sádico es aquel que obtiene placer al causar dolor sobre otra y el masoquismo, es el opuesto, el que la satisfacción la siente junto con el dolor.
Dolor, placer y límites
En cualquier caso, como bien saben los que acudieron el pasado fin de semana a la fiesta secreta y los que disfrutan de estas prácticas, hay una palabra clave: el consentimiento y los límites. Dos aspectos fundamentales para que nadie lo pase más mal de lo que quiere.
Es bien sabido que en estos juegos siempre hay unas normas. Se ponen siempre antes de empezar, pueden ser muy detallados o simplemente el uso de una palabra que no tiene nada que ver con la dinámica que se ejerce. Porque el placer también tiene sus límites.