Frente al mar, unas murallas recorren una de las ciudades más importantes de Cataluña. En concreto la que fuera la más importante para el Imperio romano a este lado del Mediterráneo. Se trata de Tarragona.
La antigua Tarraco sigue presente en la nueva ciudad. El anfiteatro, el circo y parte del entramado de sus calles forman parte del nuevo urbanismo que ha convertido la ciudad en un centro neurálgico de la economía catalana, gracias a la industria química y al tráfico de mercancías de su puerto, entre otros.
La muralla más antigua
Pero si por algo destaca Tarragona es porque ostenta el título de conservar la muralla romana más antigua fuera de Italia, lejos de la capital de uno de los imperios más importantes del mundo. Y eso que, en un primer momento, en el siglo III a. C. ya hubo un entramado de la misma, pero era sólo de madera.
Poco a poco, Roma vio el potencial de la ciudad y un siglo después decidió fortificar la ciudad como era necesario. 3.500 metros de muralla protegían la villa de la cual se conservan aún 1.000 metros que resisten, como la Tarraco romana, desde el siglo II a. C.
Inscripciones y esculturas milenarias
Los visitantes de Tarragona todavía pueden ver su espectacular esplendor cuando pasean por la ciudad. La parte que más fascina por su imponencia es la que ve desde el llamado Paseo Arqueológico.
Desde este camino ajardinado, se puede contemplar los enormes bloques megalíticos, con sus seis poternas y torres defensivas, que todavía a día de hoy protegen la ciudad. De todos los torreones destaca especialmente una, la torre de Minerva, que no sólo conserva la inscripción romana más antigua de la península Ibérica, sino también una escultura propia de la época que presume del mismo título.
Otros rincones romanos
Pero, como bien sabe el buen conocedor de Tarragona esta muralla, que es Patrimonio de la Unesco y tiene hasta canción propia, no es el único rincón romano de la ciudad. El anfiteatro donde todavía se hacen representaciones y el circo, que luce monumental muy cerca del Mediterráneo y conquista a sus visitantes. Eso sin contar con el famoso puente del Diablo que, lejos de ser construido en una noche por Belcebú, fue construido por decenas de ciudadanos para hacer llegar el agua a las villas asentadas cerca de la localidad.
Por todo esto y mucho más, Tarragona es una ciudad que merece la pena ser visitada. Su gente, su ubicación privilegiada y su historia se fusionan con la modernidad de la ciudad universitaria y portuaria en la que se ha convertido. Una ciudad que luce tan majestuosa como su muralla y que está a una hora de Barcelona tanto en tren como en coche.
La visita más secreta de la Tarraco romana
Además de todo lo dicho, vale la pena pasarse por el Museo Arqueológico Nacional, que tiene expuestas sus piezas más destacadas de la colección de época romana en el Tinglado 4 del Moll de Costa, en el puerto.
Estas son : la muñeca de marfil, el mosaico de Medusa y un vaso monumental con las cabezas de Baco joven y adulto.