No todo el mundo lo conoce, pero en el corazón de Nueva York se encuentran uno de los murales más espectaculares que ha realizado nunca un artista catalán. Se trata de las pinturas que dan la bienvenida a los visitantes del Rockefeller Center.
En este un lugar icónico de la Gran Manzana, los visitantes son recibidos por una obra de arte que vincula Cataluña con la ciudad de los rascacielos. Los murales del artista catalán Josep Maria Sert adornan el vestíbulo del edificio, dejando una huella perdurable que conecta el arte catalán con la escena artística neoyorkina. La pregunta que se hacen muchos es: ¿cómo sucedió? ¿Cómo llegó hasta aquí?
De Barcelona, al mundo
Sert, nacido en Barcelona en 1874, era un artista prolífico que había obtenido reconocimiento internacional en París antes de cruzar el Atlántico. El pintor, conocido por su estilo clásico en una era de vanguardias artísticas, se destacó por sus murales en residencias aristocráticas francesas.
Su reputación lo llevó a Nueva York en 1924, donde una prestigiosa galería, Wildenstein Gallery, lo introdujo en la alta sociedad estadounidense. Sin embargo, la relación de Sert con esta ciudad y su legado artístico en ella se profundizaron aún más en el Rockefeller Center, un conjunto arquitectónico de rascacielos y áreas públicas en el corazón de Manhattan.
Obra de encargo
En este enclave, Sert dejó su huella con los murales que adornan el vestíbulo del edificio RCA, que forma parte del Rockefeller Center. La obra, conocida como American Progress, es un testimonio del talento y la visión del artista catalán, así como de la influencia de Cataluña en el escenario artístico neoyorquino.
El encargo de los murales en el RCA Building del Rockefeller Center no estuvo exento de controversia. Inicialmente, Sert y el artista británico Brangwyn estaban destinados a pintar las paredes que rodean los ascensores, mientras que el famoso muralista mexicano Diego Rivera, pareja de Frida Kahlo, se encargaría del mural de la entrada al vestíbulo. La temática debía girar en torno a la esperanza de un mundo mejor, utilizando únicamente blanco, negro y gris, y requería la aprobación previa de la familia Rockefeller.
Polémica histórica
La controversia surgió cuando Rivera incluyó la imagen de Lenin en su pintura, lo que llevó a la interrupción de su obra. Sert fue contratado posteriormente para completar el mural en la entrada al vestíbulo, y más tarde, en 1941, se le encargó la decoración de los techos y paredes de algunas escaleras del edificio. Esta sería la última obra del catalán en la ciudad.
El Progreso Americano fue instalado en 1937. En él, Sert representó los elementos que contribuyeron al crecimiento de Estados Unidos, como los ideales de la humanidad personificados por las musas de la música, la poesía y la danza. También destacó el trabajo de los hombres, con figuras laboriosas, incluyendo a Abraham Lincoln.
Un legado imborrable
A pesar de las críticas y controversias, los murales de Sert en el Rockefeller Center perduran como un testimonio artístico que conecta Cataluña con Nueva York. Esta obra del pintor catalán es un vínculo entre dos mundos culturales y artísticos, recordándonos que el arte trasciende las fronteras geográficas y políticas, dejando un legado que perdurará a lo largo de las generaciones.
El legado de Sert en Nueva York no solo se limita a los murales del Rockefeller Center. El pintor catalán también dejó su impronta en el Waldorf Astoria, uno de los hoteles más emblemáticos de la ciudad. Su habilidad para fusionar el clasicismo con la magnificencia se refleja en estas obras de arte, que añaden una dimensión única a la escena artística neoyorquina.
La huella catalana
A pesar de que su estilo era decorativo y barroco, recordando a maestros como Jean-Honoré Fragonard y Pierre Puvis de Chavannes, el legado de Sert en Nueva York sigue siendo un testimonio de su habilidad artística y su contribución a la escena cultural de la ciudad.
En resumen, Josep Maria Sert, el artista catalán que cruzó el Atlántico para dejar su huella en Nueva York, no solo se convirtió en parte de la historia artística de la Gran Manzana, sino que también creó un puente cultural entre Cataluña y Estados Unidos. Sus murales en el Rockefeller Center siguen siendo un tributo al talento y la visión de un artista cuyo legado perdura en el corazón de la ciudad que nunca duerme.