Es difícil sacar nada positivo de la sequía que vive Cataluña. Pantanos a menos del 20%, restricciones en los regadíos, afectación a los cultivos y, con ello, aumento de precios de suministros y alimentos. Por otro lado, han aparecido paisajes y rincones que nunca se pueden ver.
Uno de estos ejemplos, es la iglesia del pantano de Sau. Desde hace varios meses ha quedado completamente al descubierto y son varios los que se han acercado a verla. Una imagen desoladora, que muchos esperan que sólo quede para el recuerdo. Aunque todo indica que no va a ser así.
Observatorio de lujo
Más desapercibida ha pasado otra de las zonas icónicas cerca de ese pantano. A su llegada al embalse, un embalse del Ter crea una península muy característica. Allí, sobre una roca se encuentra una de los templos más populares de la zona, el Monasterio de Sant Pere de Casserres.
Esta obra de la era románica, declarada Monumento Nacional en 1931, siempre ha estado rodeado de agua. Hasta ahora. El azul de las aguas del Ter ha desaparecido por completo. Durante meses, el nivel de agua ha ido bajando hasta dejar ver algo que siempre ha permanecido oculto.
Alfombra natural
Los excursionistas que se acercan a ver este gran patrimonio nacional, van a descubrir que el azul se ha convertido en verde. Concretamente, la roca en la que se erige el monasterio está ahora recubierta de una enorme alfombra verde.
La vegetación del fondo ha salido a la luz. Por ahora verde, reluciente, por ahora. Contrasta con la formación rocosa y el suelo arcilloso, seco que le rodea. Las imágenes que circulan por redes son tan bonitas como desoladoras.
Y es que esta maravillosa alfombra ahora a la vista debe estar oculta. Sumergida bajo el agua. Disfrutar de ella, es sinónimo de problemas por desgracia. Nunca un paisaje bucólico fue más aterrador.