Antoni Gaudí es uno de los catalanes más famosos del mundo. Tal vez sea Salvador Dalí el único que le hace sombra. El desarrollador del modernismo catalán impulsó y elevó este movimiento arquitectónico hasta su punto álgido con edificaciones como el Parc Güell, la casa Batlló o la Sagrada Familia.
Estas obras son icónicas y referentes de una ciudad, Barcelona. Millones de turistas acuden a la ciudad condal con la voluntad de descubrir estas obras de arte que el arquitecto dejó como legado a diversas familias burguesas catalanas y, a su vez, para la ciudad.
Obras fuera de Cataluña
Pero que la capital catalana tenga varias de sus principales obras no significa que todo su trabajo fuera allí. Una prueba de ello es la Colonia Güell de Santa Coloma de Cervelló, pero fuera de Cataluña hay hasta cuatro construcciones modernistas que causan furor.
El Capricho
Es una de las obras mejor valoradas del arquitecto catalán. Tiene todos los componentes que le hicieron icónico y parece una mezcla de Bellesguard y la Casa Vicens. Pero es que además tiene unos toques orientales que la hace completamente distinta a todas sus obras.
Diseñada para un indiano, Máximo Díaz de Quijano, Gaudí quiso poner toques exóticos a su estilo modernista. A la estructura rectangular de una casa tradicional de verano le añadió formas redondas, curvas y un torreón con unos colores que entran en comunión con la zona ajardinada que le rodea.
Lo curioso es que el artista nunca pisó el lugar dónde se encuentra, Comillas (Cantabria).
Casa Botines
A primera vista cuesta reconocer el estilo modernista de Gaudí en esta especie de castillo gótico que se erige en medio de León. Lo único que se intuye de él es su obsesión por los ventanales (tiene tantos como días del año) y un dragón que hay en su fachada, cuyo modelo fue una de las gárgolas de la Sagrada Familia.
Coronado con un techo de pizarra, esta edificación de roca caliza con cuatro torres cilíndricas en cada una de sus cuatro esquinas, sorprende por sus escasos referentes a la naturaleza, muy propios del arquitecto. Una obra que esconde ahora un museo dedicado al artista.
Palacio episcopal de Astorga
Podría ser el castillo de Maléfica o cualquier villano de Disney. Su estilo sorprende, se amolda mucho más a la arquitectura neogótica, a la que el catalán aporta unos toques modernistas. La enorme cantidad de ventanales delatan a Gaudí, los arcos abocinados de la entrada y las torres cilíndricas en las esquinas delatan al catalán.
En su interior destaca el foso. Como delata su obsesión por poner siempre varios y grandes ventanales, está diseñado de tal manera que recibe una gran cantidad de luz natural: algo que apreciaba mucho el artista.
La Seu
Si uno viaja a Palma de Mallorca debe pasar por su catedral. La Seu es una obra de arte de estilo medieval edificada entre los siglos XIII y XIV. Su ubicación cercana al mar hizo que se deteriore con facilidad y ya se han ejecutado diversas reformas. Una de ellas fue encargada a Gaudí. Es cierto que no es una obra 100% gaudiniana, pero quién se acerca podrá ver dónde intervino.
Entre las actuaciones acometidas a partir de 1903 por el catalán se encuentran el desmontaje de dos retablos para que quedara a la vista el trono del obispo, la ubicación del altar mayor frente a él, el diseño de un baldaquino sobre el altar, el desplazamiento del coro al presbiterio, la restauración de dos púlpitos (aunque ya sólo queda uno) y, sobre todo, una de sus características básicas, ampliar y recuperar los ventanales y el diseño nueve vitrales para los mismos. A eso se le suman la elaboración de parte del mobiliario litúrgico y de otros elementos ornamentales hechos de forja, cerámica y pintura, y una nueva iluminación.