Zapatero, a tus zapatos. El viejo dicho cobra actualidad con las vicisitudes de la familia Bernat, dueña de negocios inmobiliarios y de transporte. Los cinco hermanos Xavier, Ramón, Marcos, Nina y Marta Bernat Serra son millonarios por herencia, gracias a la fortuna que amasó su padre Enrique Bernat Fontlladosa, fundador de la firma de caramelos con palo Chupa Chups.

En particular disfrutan de un preciado tesoro ubicado en el Cuadrado de Oro del paseo de Gracia. Se trata de la gaudinana Casa Batlló. Dicha construcción es un potente imán que atrae a legiones de turistas, hasta el punto de que muchos días del año forman largas colas para visitarla.

Con tamaño filón, los amos sólo tienen que sentarse a las puertas y contar el número de entradas vendidas. En circunstancias normales, Casa Batlló deja año tras año a cada miembro del quinteto fraternal un ingreso limpio de polvo y paja de tres millones.

Pues bien, en plena pandemia, la parentela acordó dar un giro estratégico a sus inversiones. En lugar de ladrillos, pasó a apostar por la compra de instrumentos pecuniarios de terceros, de títulos cotizados en bolsa y de criptomonedas.

Con el fin de allegar recursos, la sociedad de cartera Bernat Family Office (BFO) se desprendió de uno de los cuatro bloques que mantenía en la ciudad, sito en avenida Diagonal. Acto seguido, aplicó 30 millones a las flamantes actividades.

Tres años después, el cambio de rumbo se salda por el momento con algún que otro revés sonado. Los nuevos productos monetarios registran unas depreciaciones de 16 millones.

Esos avatares no han dejado de impactar en la hólding. Su balance alberga la Casa Batlló, sendos bienes raíces ubicados en las calles Consejo de Ciento, Vía Augusta y Doctor Dou, de Barcelona, más una participación del 30% en la distribuidora Conway, de artículos para restaurantes, y nutridas colocaciones en valores especulativos.

La evolución de BFO es un fiel reflejo de lo que sucede con Casa Batlló. Esta, a su vez, muestra históricamente una correlación directa con la evolución del turismo en la Ciudad Condal.

Así, el notable aumento del flujo de viajeros registrado el año último catapultó los ingresos consolidados de la mentada Office de 11 a 38 millones. Pero la fortísima subida no tuvo contrapartida alguna en las ganancias. Por el contrario, éstas se desplomaron de 18,3 a 5,2 millones, como consecuencia de las pérdidas sufridas por sus iniciativas diversificadoras.

Ello hizo que los cinco hermanos se repartieran un dividendo de sólo 11 millones, con sensible mengua respecto de los 20 del año anterior.

La Casa Batlló fue erigida entre 1904 y 1906 por el genial arquitecto Antoni Gaudí, por encargo del industrial sedero José Batlló.

Corriendo el tiempo, el céntrico activo pasó a poder de la aseguradora barcelonesa Iberia, controlada por Enrique Bernat. A comienzos de los años 90, Iberia atravesaba graves problemas de solvencia y arrojaba quebrantos sin cuento. Bernat echó mano del principal activo de la compañía, la Casa Batlló. Consultó a una conocida tasadora, que la valoró en 13.700 millones de pesetas.

Con el informe bajo el brazo, Bernat encomendó a la británica Sotheby’s que sacara el caserón a subasta internacional, con un precio de salida de 10.000 millones de pesetas. Un año después hubo que cancelar el encargo. No se había recibido una sola oferta.

Seguros Iberia era a la sazón un pozo sin fondo y perdía dinero a espuertas. Enrique Bernat temía que su posible quiebra acabara engullendo Casa Batlló. Por ello determinó apropiarse de la mansión modernista.

Como andaba escaso de recursos líquidos, recurrió a los fondos ajenos. A finales de 1993, su empresa Chupa Chups compró Casa Batlló por medio de una operación de arrendamiento financiero suscrita con Unileasing. En su virtud, esta última facilitó a Iberia 3.000 millones de pesetas para que se hiciera con el citado bien.

El trato se llevó a cabo en un momento singularmente propicio. Porque a raíz de los Juegos Olímpicos de 1992, el reconocimiento de la urbe se proyectó hasta los rincones más remotos del planeta y devino un gran reclamo de visita obligada. A la vez, la fama de Gaudí se propagó y la Casa Batlló se convirtió en un fabuloso monumento de renombre mundial que capta cada año miríadas de interesados en conocerla.

El irrepetible Enrique Bernat falleció en 2003. Tres años después sus herederos vendieron Chupa Chups al grupo italiano Perfetti Van Melle por 190 millones.

Gracias a la visión del patriarca, que urdió a tiempo el trasiego económico del soberbio edificio, sus descendientes disfrutan hoy de unas rentas anuales esplendorosas. Como decía al principio, más valdría que se centraran en explotar a fondo esa veta casi infinita, en vez de abordar inciertos campos etéreos.