Salim Ismail, emprendedor y fundador de la Singularity University / SALIMISMAIL

Salim Ismail, emprendedor y fundador de la Singularity University / SALIMISMAIL

Vida tecky

Salim Ismail: "El gran desafío actual es cómo obtener lo bueno de la tecnología sin sus peligros"

El fundador de la Singularity University, en Silicon Valley, destaca que los grandes países han manejado peor la crisis del coronavirus

26 diciembre, 2020 00:00

Salim Ismail es uno de los miembros fundadores de la Singularity University, un centro de formación en Silicon Valley que se describe a sí mismo como “una plataforma de contenido y una comunidad digital global”. Entre sus socios y partners corporativos se encuentran compañías de la talla de Google, Deloitte y SAP.

Pero, además, Ismail es un emprendedor nato. Autor del libro Exponential Organizations and Exponential Transformation, lleva años creando empresas digitales desde principios de los 2000. Fundó y dirigió PubSub Concepts y Angstro, que Google adquirió en 2010. Dirigió la incubadora interna de Yahoo!, Brickhouse, y es miembro de la junta de la Fundación XPRIZE.

 

 

Salim Ismail: "El futuro es de las ciudades" / CG

--Pregunta: ¿Cómo definiría el momento actual?

--Respuesta: Todos los modelos con los que predijimos que el mundo se rompieron y tenemos que crear modelos completamente nuevos. Yo veo lo que sucede ahora como una gran oportunidad para cambiar la dirección global, que iba en mal camino en cuanto al cambio climático, la desigualdad de ingresos, etc. Ahora podemos reiniciarlo todo hacia una mejor dirección.

--¿Cómo ha impactado el Covid-19 en el mundo de la tecnología?

--Ha sido un gran boom. Sólo con el trabajo remoto y las videollamadas, Zoom se ha convertido en una herramienta muy valiosa. Es una locura. Se ha producido una aceleración muy dramática a ese nivel y la pregunta es: ¿dónde estará la tecnología después de esta explosión? ¿Y cómo será en dos, tres y cuatro años? La verdad, no tenemos ni idea. Además, yo creo que después de esto la gente trabajará más al aire libre, en las zonas rurales, y jugará dentro de las ciudades, justo al revés de lo que ha ocurrido en los últimos años. Y en cuanto a la calidad de vida, lo que ha sucedido con el Covid es que el encierro, a nivel mundial, ha supuesto la primera victoria contra el cambio climático. Respiramos un aire más limpio y ya podemos ver a través de la niebla y de toda la contaminación. Yo pienso que la gente no querrá volver a estar atrapada entre el tráfico.

--¿Cuáles cree que serán las tecnologías más disruptivas en los próximos años?

--En unos cinco años creo que veremos cómo Bitcoin y el blockchain serán increíblemente disruptivos. La biotecnología también. De hecho, ya lo vemos con las nuevas vacunas. Y la energía solar seguirá bajando de precio y sentará las bases para la transformación global en el sector energético. El petróleo y el gas representan aproximadamente el 12% del PIB mundial. Por ello, si llega la energía solar y baja el coste del petróleo de manera muy dramática, muchos países estarán en serios problemas. La economía global crece aumentando la deuda, lo cual no funciona y creo, por eso, que las cripotomonedas como Bitcoin van a romper esa burbuja creando un gran problema en los mercados de divisas mundiales.

--¿Cómo hemos manejado la crisis del Covid? ¿Cómo lo han hecho los gobiernos?

--Creo que a muchos gobiernos les fue muy bien. Determinados países aprendieron ya del ébola y del SARS y han enfrentado la situación muy bien. Sin embargo, creo que otros, como Estados Unidos o Brasil, lo han gestionado bastante mal, pero ha sido más un problema de liderazgo.

--Usted ha hablado mucho de la edición genética, ¿considera que debería de tener límites?

--Sería genial poner algunos controles, pautas y límites en la edición de genes y la biotecnología en general. Pero no lo podemos hacer porque se ha democratizado para que cualquiera tenga acceso. Si puedes comprar un kit en eBay y cambiar tu genoma, no hay forma de controlarlo. Además, si un país no lo hace, otro país lo hará. Entonces, el gran desafío es actualizar nuestros marcos éticos y legales para lidiar con eso. También estamos alimentando al mundo usando alimentos modificados genéticamente, y todavía no hemos visto ningún gran problema de salud pública por ello. En general, tendemos a ver las cosas positivas, pero es cierto que con cualquier tecnología también hay desventajas. El gran desafío es: ¿cómo obtenemos lo bueno de la tecnología sin el peligro de la tecnología? En general, lo hemos hecho bastante bien, pero la biotecnología ciertamente nos presenta un gran desafío. El mundo está listo para enfrentarse a ello, los gobiernos no. Cuando intentas algo disruptivo, los anticuerpos de la empresa te atacan y, por lo tanto, las empresas tienen enormes desafíos para lidiar con la innovación disruptiva. Y es mucho más difícil y peor en el sector público. La tecnología se mueve de forma exponencial y nuestra normativa es lineal, por lo que tenemos que crear una regulación exponencial.

--¿Qué necesitamos para cambiar?

--Mucha más adaptabilidad, flexibilidad y resiliencia. Por eso, creo que habrá un gran cambio de los estados nacionales hacia las ciudades estado como una organización definitoria de la humanidad. Por ejemplo, con la crisis del coronavirus, los países la han manejado mejor y cuanto más grande ha sido el país, peor el resultado. Si usamos las empresas como analogía, las grande son mucho menos flexibles y ágiles que las empresas más pequeñas. Estas últimas tienen la capacidad de tomar decisiones de forma más rápida. Y lo mismo ocurre con los países. Uno grande tiene muchos recursos naturales, pero los más pequeños son más adaptables, más flexibles y pueden navegar por este nuevo mundo con mucha más resiliencia.

--¿Entonces España ha manejado mejor la situación del Covid?

--Sí. Se las arregló mejor que Estados Unidos, incluso con los problemas que ha tenido con Cataluña.

--¿Cómo se ve el interés de algunos en Cataluña por la independencia desde Canadá, donde usted vive?

--Yo creo que la gente tiene que elegir si quiere ser parte de un panorama más amplio o quiere su propia independencia, y cada decisión tiene sus beneficios y costos. En Canadá, Quebec trata de separarse desde hace 200 años. Lo que ocurre en el panorama actual es que las ciudades asumen su propia vida. Construimos naciones para combatir mejor las guerras, pero si no tenemos estas guerras no necesitamos grandes naciones.

--Pero, en una situación como la actual, ¿Qué debería primar el trabajo conjunto como nación o el trabajo individual de las ciudades?

--En algunas áreas tiene sentido la gobernanza global, como la contaminación y la gestión de las pandemias. Pero nada nos impide disponer de un parlamento de alcaldes como una nueva versión de la ONU. Podemos proponer conceptos generales y luego decidir cómo implementarlos de forma local.

--Como miembro fundador de la Singularity University, ¿piensa que la universidad como la conocemos hoy está acabada?

--Las universidades tradicionales se basan en un concepto que no ha cambiado en 450 años y al igual que no estarías feliz si tu iPhone tuviese ese tiempo, lo mismo pasa con la educación. El sistema como lo conocemos, a día de hoy, está desactualizado. Todavía no hay un solo programa MBA en el mundo que te enseñe cómo construir Uber, pero sí te enseñan cómo construir una organización del siglo XX. Por eso, vamos a ver un cambio radical en la educación de manera que ya no importará qué título universitario tengas. Ya no se trata de contratar a alguien por sus calificaciones, sino por su imaginación y su creatividad. Las grandes empresas como Apple o Google no van a basarse en títulos universitarios, sino que veremos una forma muy diferente de acreditación que surgirá y que reemplazará la educación superior como la conocemos hoy en día. Creo que nos vamos a centrar más en el lado de la demanda del mercado laboral. Veremos un problema, lo querremos solucionar, encontraremos las tecnologías para hacerlo, el aprendizaje necesario y una vez resuelto iremos a por otro.

--Pero, ¿está realmente el mundo preparado para la creatividad?

--No, y ese es el gran desafío. En los próximos años debemos tratar de valorar al individuo por su creatividad, su aprendizaje, sus habilidades para resolver problemas, etc., y entender que los compañeros de trabajo y empleados más valiosos son aquellos que aprenden más rápido. Estamos automatizando las partes aburridas de nuestros trabajos porque, justamente, el valor proviene de la creatividad. Me fascinan, por ello, países como España porque, en general, hay mucha pasión. En Canadá, sin embargo, no hay tanta (dice entre risas). Además, no tenemos confianza en nuestras estructuras políticas. Y, en muchos casos, el gobierno existe para que pueda existir.

--¿Es optimista con el presente, pero, sobre todo, con el futuro?

--Soy optimista, y la razón para serlo es que entiendo que la tecnología es un motor importante del progreso en el mundo. De hecho, es el único. Cuando la gente se queja de que todo el tiempo que le quita el teléfono móvil yo pienso en los beneficios que genera ese dispositivo. La tecnología ofrece muchas cosas que a veces no notamos, pero que están ahí.