La actriz, directora, dramaturga y maestra Andrea Garrote / JC

La actriz, directora, dramaturga y maestra Andrea Garrote / JC

Creación

Andrea Garrote: “Hay cierta profundidad que en redes sociales no se puede alcanzar"

La dramaturga y actriz argentina presenta una comedia en forma de clase magistral sobre Michel Foucault

9 marzo, 2022 00:00

Andrea Garrote es dramaturga, directora, profesora, directora de un máster en dirección teatral y además actriz. Nacida en Buenos Aires (Argentina) en 1972, sintió la llamada del mundo de la creación desde bien pequeña, y desde entonces no ha querido dejar de “jugar a hacer de”. Un juego que la retorna a Madrid después de una década con una obra, Pundonor.

La obra se plantea como una lección de una maestra en un aula universitaria cuyo propósito es hablar del filósofo Michel Foucault. No se asusten, no se trata de una pedantería, se trata de una lección práctica, llena de comedia. De alta comedia. De aquella que te hace reír a carcajadas y que a su vez disecciona la sociedad y pone en evidencia como todos estamos bajo el yugo de la microfísica del poder.

La comedia

Así concibe ella el humor. Sus obras están repletas de él, y es que lo considera la mejor herramienta para acercarse al público. Para ella es fundamental que sus montajes lleguen a todo el mundo y que a su vez tengan nivel, no se queden en lo simple, en la mera provocación.

Pundonor condensa todo eso y tras seis años desde su escritura y cuatro desde su estreno, además de una pandemia de por medio, aterriza en el Teatro Abadía de la capital para demostrar que otra comedia y, en definitiva, otro teatro es posible.

--Pregunta: ¿Qué es 'Pundonor'?

--Es una profesora que vuelve a dar un teórico y empieza a patinar, a entrar en crisis, a estar en conflicto, hasta que decide contar su versión de los hechos que le sucedieron. Allí comienza a contar lo que le pasa desde el punto de vista de ella, que es una teórica y empieza a jugar con Foucault y empieza a ponerse ella como ejemplo. Eso mismo genera acción dramática. Una de las cosas que más me interesaba era eso. Como actriz, dramaturga, directora y docente la gran pregunta del monólogo es a quién le habla y la otra cosa que más me interesa es qué pasa allí en el presente. Hay teatralidad también cuando algo pasa allá, arriba del escenario, y ahora. Para mí era interesante resolver esa ecuación y creo que Pundonor la resuelve mucho, porque no es alguien que viene que viene a contarle qué le paso, le está sucediendo algo allí mismo. Y eso para actuar es mucho más directivo.

--¿Y qué se va a encontrar el espectador en el escenario?

--Se va a encontrar un monólogo. Es una clase sobre Michel Foucault con la que la gente, incluso la que no entiende, piensa: ¡ah! Ahora entiendo. Y nos pasa con gente que no conoce al autor y lo entiende perfectamente. Además es muy actual. La obra está escrita desde hace tiempo y uno teme que pasen acontecimientos, como la pandemia, y la obra envejezca y en cambio se actualizó de manera muy radical, porque la gente comprende lo que antes se veía como un texto más duro como la sociedad disciplinaria de los cambios de la línea de la normalidad, de la que habla Foucault. Todo es muy vertiginoso.

--Asegura que el público no entendido también sale captando lo que sucede. ¿Hay gente se acerca a usted para pedirle incluso información de Foucault?

--Sí. Se han acercado muchos jóvenes también. La función ha tenido mucho éxito entre profesores universitarios y del secundario. Algunos incluso venían en grupo (ríe). También se acercaron chicos de 14-15 años que les gustaban los chicos, entendían, incluso hacían trabajos. A mí me importa que el teatro comunique, que tenga humor, emocionalidad. Tanto lo poético como lo teórico no me interesa que sea críptico, me interesa que todo el mundo lo pueda entender y que tenga nivel. Es muy importante poder combinar las dos cosas. Es ese sentido, cero preocupación, que la gente se saque el prejuicio de que es aburrido. Es muy divertido.

Andrea Garrote en 'Pundonor' / TEATRO ABADÍA

Andrea Garrote en 'Pundonor' / TEATRO ABADÍA

--La actualidad, como dice, resuena en la obra. Los vídeos que circulan en las redes, el cuestionamiento a la educación. ¿Leer a Foucault es más necesario que nunca?

--Es fundamental. Foucault y todo su linaje. Una de las preguntas que yo tenía es qué pensaría Foucault de las redes sociales. Una de las cuestiones es que todos reproducimos el poder. El poder no está centralizado. El poder como maquinaria de creación de conductas sobre lo que esta bien o mal, lo que se puede o no. Todos reproducimos eso. Y en las redes sociales es clarísimo. Parece que la gente quisiera reproducir lo que uno vio: esta es la norma de conducta, esto se hace ahora. Yo creo que el mensaje es el medio y hay cierta profundidad que en redes sociales no se puede alcanzar, por eso la obra es una especie de cariño, de homenaje a las aulas y a cierta incorrección del profesor universitario, del maestro. Si por algo es fuerte el teatro argentino es por los maestros, porque en las instituciones se estudiaba de manera independiente. Recuerdo los profesores de la facultad de letras que no estaban preocupados por lo que podían decir o no, podían decir una barbaridad, pasarse con un chiste… pero había algo de la calidad de sus clases y de su vocación que tenía que ver con esa entrega. Uno entendía que el profesor estaba libre, disfrutando. Y eso es lo que le pasa a esta profesora.

--¿Qué papel juegan las redes en este sentido, encorsetan o liberan más al profesorado?

--Hay un cotidiano en el que es más difícil leer, para los profesores como para los alumnos. Parece que nadie está dispuesto a hacer un esfuerzo mayor. Hay una pelea del tiempo y la profundidad de lectura. Se ha perdido mucho en la atención. Se ve en el habla de las personas y en el arte también, que hay algo que tiene que ver más con la novedad que con la profundidad. ¿Dónde están las grandes novelas, las grandes sinfonías? Algo ha sucedido. Cada vez las instituciones se vuelven más instituciones de autocontrol y de imposición de ciertas ideas de cultura que lugares de profundización del saber de dónde está el pensamiento crítico y la polémica. Y eso sucede en la universidad. Y si en la universidad no hay polémica y pensamiento crítico estamos perdidos.

--Apunta que en el arte hay una tendencia por la apuesta a la novedad y no tanto por la profundidad. ¿Se está marketinguizando la cultura, y que las obras que se representan están en cartel en función de lo que está de moda?

--Ahora todo tiene una mayor dificultad incluso a la hora de producir teatro. Se nos ha hecho muy complicado incluso producir teatro independiente, en el teatro oficial aquí hay muy poca producción con la cantidad de artistas y proyectos que hay, por la pandemia están atrasados espectáculos dos años, los presupuestos han caído mucho. Incluso una obra con diez actores les parece una obra grande. En la pandemia escribí una obra sobre los últimos diez años de sor Juana Inés de la Cruz, que se llama Juana Ramírez. Una comedia que sucede en un convento, en la que hablan de economía y de todo, porque era una persona política e ilumina zonas que creo que nunca se iluminaron de ella. En Argentina es imposible producirla, porque hay 14 personajes, está todo lleno hasta 2025. Y hay una programación que dices: ¡está todo igual! ¿Por qué no se la juegan con algo que pueda llegar a ser distinto? Esa es la política que un teatro oficial debería hacer. Por suerte, mi obra la van a estrenar los mexicanos.

--Ahora escribe sus obras, pero también dirige, da clases, es actriz. ¿Qué le atrae tanto del teatro?

--Desde chiquita para mí hacer teatro era un placer. Era como seguir ese juego de niños de “hacemos de tal cosa” que de pronto se pierde. ¡Ahora todo se juega con un librito de reglas! Y el teatro es una manera de acercarse a las personas muy exótico hoy en día, pero muy natural cuando se hace. En la docencia, en la dirección y desde varios lugares, amo al teatro. Y desde hace unos años empecé a querer un poco más la escritura. ¡Y ya con la pandemia ni te cuento! (ríe). Pero en el teatro, la unidad fundamental, la célula, el chamán indiscutible es el actor, que en otros lenguajes ficcionales, o el audiovisual, no es el actor, es el directo o la plataforma ahora (ríe). En el teatro el actor es indispensable, el cuerpo y el rito. Por mucho que esté todo más difícil, todo se vuelve más valioso por contraste, adquiere importancia participar de un rito pagano donde está el humor, donde la gente se puede reír de sí misma. Eso genera comunidad y eso es por lo que hay que militar: por espacios donde se genere comunidad y haya tiempo orgánico, un concepto que me pasó Mauricio Kartun.

La actriz y dramaturga Andrea Garrote / TEATRO ABADÍA

La actriz y dramaturga Andrea Garrote / TEATRO ABADÍA

--Defiende el humor y la comedia, tantas veces denostada. ¿A qué cree que se debe? ¿Es porque hay comedias muy simplonas de matrimonios que discuten y otras obras por el estilo? ¿Hace falta elevar el tono?

--La gente piensa esas cosas de la comedia, pero fíjense en Lisistrata, donde las mujeres decidieron no hacer el amor para que los hombres no vayan a la guerra. La comedia ha tratado temas importantísimos y reírse de los comportamientos humanos y de esas formas de organización social que el teatro devela es importantísimo. Es una forma de visualizar, de salir de la caverna y ver. Y hacerlo en presencia de gente que tienes al lado, que no conoces pero que es de tu comunidad y que en ese mismo momento comparte eso contigo. Aunque luego no la vayas a volver a ver. La sensación que ofrece esto, al no estar mediatizado, no puede ser capturado por la moral de qué está bien y qué está mal, porque los personajes pueden ser incorrectos. Eso permite el pensamiento crítico que está carente en los medios masivos.

--Igual, lo políticamente correcto parece que también impera y corta esas alas. Uno no se puede meter con mujeres, personas LGTBI, políticos…

--El humor erosiona lo institucional, por eso es lógico que no se pueda hacer chistes con el rey o el Papa. Hay una parte de hacer chistes que no tengan mucho valor y que sean provocativos y hay ciertos chistes como sobre las mujeres que ya no tienen ningún valor. Hay que diferenciar lo que es ser provocador o atrasar en un discurso que provocó mucho sometimiento y sufrimiento y algo que le dé más profundidad. Yo me metería más con la propiedad privada, con otros temas, con los medios, en cómo el lenguaje nos condiciona, la generación de miedo.

--La generación de miedo, algo que está muy en boga…

--El miedo sabemos para qué sirve y la principal función del poder es separar. Y ya no digo más (ríe).