
Una mujer conduce un metro en 1937 ACN
De taquilleras y revisoras a maquinistas e ingenieras
TMB presenta 'La dona treballadora al Metro de Barcelona', un recorrido con perspectiva de género sobre las empleadas del suburbano desde 1924 hasta hoy
El 30 de diciembre de 1924, en ocasión del acto oficial de inauguración del tramo «Cataluña-Lesseps» de la Línea I del Gran Metro de Barcelona, la prensa de la época hacía mención de las “escaleras que daban acceso al andén estaban alfombradas, destacándose en el rellano donde se halla instalada la taquilla, macetas con plantas tropicales, y en los andenes se había tendido también una alfombra. En las taquillas formaban las señoritas encargadas del despacho de los billetes, y en los andenes ocupaban sus puestos los empleados, unas y otros vistiendo uniformes de color azul».
Esas “señoritas”, las taquilleras del Gran Metro, fueron las primeras mujeres que trabajaron en el suburbano de Barcelona y las primeras en aparecer en La mujer trabajadora en el Metro de Barcelona, un libro publicado por TMB en el marco del 8M y del centenario del Metro de Barcelona, y que analiza el papel fundamental de sus trabajadoras en la evolución hacia la igualdad de género dentro de la compañía y en la propia ciudad.
Desconocimiento sobre la mujer
“Escribiendo este libro me he dado cuenta de que existe aún un desconocimiento enorme sobre los temas de derechos de las mujeres en los últimos siglos”, admitió el pasado 6 de marzo el historiador Ricard Fernández, coautor del libro junto a Mª José Múñoz, responsable de patrimonio histórico de TMB.
El libro, descargable en formato digital en la web de TMB, está basado en un análisis exhaustivo de los archivos de TMB, desde documentación y fichas de trabajadoras y fotografías antiguas, a legislación y convenios referentes al marco laboral femenino en las diferentes épocas. Sin ir más lejos, en 1924, año de inauguración del metro, la legislación general obligaba a las mujeres a abandonar cualquier empleo para poder casarse. “Cuando contraían matrimonio, su trabajo pasaba a ser cuidar del esposo y del hogar”, recordó Muñoz durante la presentación del libro en el Palau Robert. Además del requisito de ser solteras, las mujeres que desearan trabajar en el metro sólo podían desempeñar tres funciones profesionales limitadas: taquillera, revisora e inspectora.
“Sorprendentemente, eran mujeres empoderadas, teniendo en cuenta que en 1924 casi la mitad de la población femenina era analfabeta. Eran mujeres con cierta cultura, que sabían leer y escribir, muy hábiles en el cálculo mental”, añadió Muñoz. Por otro lado, lucían uniformes de cuello blanco, como telefonistas, bibliotecarias… “Un símbolo de que desarrollaban trabajos “que no ensuciaban”, en un contexto donde las oportunidades de empleos para mujeres en la ciudad estaban muy limitadas a las fábricas o al mundo doméstico, y eso a ellas les proporcionaba un cierto estatus social diferenciado”.

Libro sobre las mujeres en el metro de Barcelona
El libro documenta datos curiosos, como la celebración del concurso Miss Metro, en 1934, año en que se popularizaron los certámenes de belleza en todo el mundo, en el que participaron empleadas del Gran Metro y el Transversal, la segunda línea de suburbano de la ciudad, o el hecho de que, durante el paréntesis de la Guerra Civil, la pérdida de un número importante de hombres en edad de trabajar propiciase la participación de la mujer en empleos a los que antes estaba vetada, especialmente en la industria de la guerra y la asistencia social, pero también en el transporte público.
A partir de 1937, tanto en el Gran Metro como en el Transversal, además de los puestos de inspectoras, taquilleras y revisoras, las mujeres empezaron a ocupar por primera vez cargos reservados a los hombres, como contables, motoristas y mecánicas, previa formación. Según los autores del libro, en el metro de Barcelona, la presencia por primera vez de mujeres motoristas conduciendo trenes, mecánicas y desarrollando cargos administrativos significó romper con la tradicional subordinación de la mujer y las reivindicaba como portadoras del derecho a la igualdad de condiciones.
“Su papel, al margen del de la mujer miliciana, las convirtió de alguna manera en heroínas de la retaguardia y en un modelo a imitar por otras féminas”, escriben. “Esta imagen llegó a ser un factor importante a la hora de movilizar a las mujeres contra las causas antifascistas y revolucionarias”, añaden, asegurando que las trabajadoras del metro, ejerciendo sus nuevas profesiones, tuvieron un papel importante en la resistencia civil al fascismo.
“Desafortunadamente, estos avances llegaron por necesidad, no por la voluntad de apostar por la igualdad de género”, explica Fernández. La posguerra significó una vuelta atrás para las trabajadoras del Metro. “Bajo la dictadura franquista se recuperaron las leyes de la dictadura de Primo de Rivera: las mujeres, si se casaban, no podían trabajar, o solo podían hacerlo hasta los 30 años”, recordó. La posguerra, además, dio lugar a un proceso de “depuración”, y todas las empleadas sospechosas de actitudes sindicalistas fueron despachadas y cambiadas por personal más “fiel” a la dictadura”, añadió.
Por otro lado, durante la posguerra, muchas empresas se volvieron paternalistas: “querían controlar la vida social, familiar y religiosa de sus empleados”, comentó Muñoz. En este contexto nacerían el Círculo Social Metropolitano (1943) y las Escuelas Comerciales Montserrat (1948), dos entidades vinculadas al suburbano que ofrecían —la primera —acercar la cultura a los trabajadores en una época “muy gris para esta ciudad” mediante la organización de concursos literarios, obras de teatro, conferencias, sesiones de cine, coral, etc.; y —la segunda — la oportunidad a los hijos de los trabajadores de recibir una educación de alta calidad.
“Las profesoras de las escuelas Montserrat fueron las primeras mujeres de la empresa que tuvieron categoría técnica”, explicó Muñoz. Maria Xifró, nombrada en 1970 directora del centro, en sustitución de su fundador, Josep Maria Vicens Corominas, se convirtió en la primera con categoría directiva.
“El gran cambio en cuanto a la igualdad de género se produjo en la década de los 60”, aclaró Muñoz. El primer cambio llegó en 1960, con la entrada en vigor del código civil catalán: por primera vez las mujeres ya no necesitarían permiso del padre o el marido para poder trabajar y serían titulares de su sueldo. El segundo, en 1962, con la aplicación de la ley de convenios de 1958: las mujeres ya no tendrían que abandonar su trabajo para poder casarse. El tercero, y definitivo, al aprobarse la Constitución de 1978, y las mujeres pasaron a ser consideradas sujeto de los mismos derechos y oportunidades que el hombre.
Desde entonces, la incorporación de la mujer a la plantilla del metro de Barcelona ha sido gradual y progresiva, hasta el punto de que hoy en día cuenta con 199 mujeres cumpliendo funciones distintas, desde revisoras a ingenieras, pasando por maquinistas. De hecho, éstas representan un 57% de los maquinistas de la red.
El ordenador favoreció a la mujer
“Fue sorprendente descubrir cómo la llegada de la informática a la ciudad facilitó la entrada de las mujeres a los puestos tecnológicos”, comentó Muñoz. El primer ordenador que hubo en Barcelona fue un IBM de última generación adquirido por el ayuntamiento en 1967 para agilizar la gestión municipal.
“El ordenador se instaló en el subsuelo de las oficinas del tranvía, en la ronda Sant Pau, y los servicios de transportes municipales tenían que abocar ahí sus datos cada noche”, explicó. Para ello, se creó un equipo de programadores y perforistas, todas mujeres. “Tenían que ser muy ágiles para perforar las tarjetas en el código binario que manejaban”. Estas mujeres, empleadas del Metro, habían estudiado mecanografía en las Escuelas Comerciales Montserrat, donde también se enseñaba contabilidad y teneduría de libros. “En poco tiempo hicieron el curso de IBM y se presentaron a la primera convocatoria de programadores, e iniciaron la inclusión de la mujer trabajadora en el metro”, concluyó la autora.
Libro de Pilarin Bayés
Paralelamente a la publicación del libro, TMB ha organizado una exposición en la estación de metro de Diagonal, frente al Punt TMB, con fotografías de gran formato que ilustran los textos.
Además, el pasado mes de enero se publicó el libro La pequeña historia del metro, de la dibujante Pilarín Bayés con textos de Daniel Venteo, y que también se ha acompañado con una exposición en el Espacio Mercè Sala de la estación de Diagonal.