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El día de Navidad de 1962, una gran nevada cubrió Cataluña, dejando los pueblos y playas del Maresme bajo una densa alfombra blanca y a muchos de sus habitantes asombrados ante un fenómeno meteorológico que jamás habían visto.

Entre ellos figuraban buena parte de los 300 trabajadores de la fábrica textil Can Manyer, la más grande de Vilassar de Dalt: gente humilde, en su mayoría mujeres, que poco después de tocar la nieve por primera vez tuvieron que lidiar con una experiencia mucho más desagradable: ver cómo la fábrica cerraba sus puertas, dejándolos en la calle y con un futuro incierto entre manos.

Identidad y homenaje

Es precisamente este breve periodo de tiempo entre la gran nevada y el cierre de la fábrica, entre la magia y la realidad, el que inspiró a Laura Sancliment y Pau Marfà para crear Gener del 63. Teixint una història de vida, un cómic con fines didácticos que surge no solo de la necesidad de explicar a la comunidad local la importancia de Can Manyer a la hora de forjar la identidad propia del municipio, sino de rendir un homenaje a los habitantes que allí trabajaron, en especial a todos aquellos que emigraron de todas partes de España en los años 50 y 60 en busca de una vida mejor.

Portada del cómic 'Gener del 63'

“La idea de escribir esta novela gráfica surgió en marzo de hace dos años, cerca del Día de la Mujer, después de dar una conferencia sobre la mujer obrera en Cataluña durante los siglos XIX y XX, a la que vinieron muchas vecinas que habían trabajado en la fábrica”, explica Sancliment, historiadora local y coautora del cómic.

Elvira, protagonista

El libro, editado por el Museu Arxiu de Vilassar de Dalt, se presentó al público el pasado viernes 11 de octubre en la biblioteca del pueblo, ubicada en la nave principal de la antigua fábrica. El edificio, levantado con bóveda de ladrillo (volta catalana), fue construido en 1881 por el arquitecto Josep Estrany i Tolrà, con influencias claras del reconocido arquitecto valenciano Rafael Guastavino, que ese mismo año había finalizado la construcción del teatro La Massa de Vilassar con la misma técnica que luego lo haría famoso en Nueva York. “Parece un gran barco blanco en medio del mar… ya verás cuando veas los mil dibujos de las baldosas del suelo”, explica uno de los personajes de Gener del 63.

El cómic está protagonizado por Elvira, la menor de cuatro hermanas de una familia de origen inmigrante (“sus abuelos llegaron a Vilassar De Dalt huyendo de una España rural desgastada por la pobreza y los estragos de la Guerra Civil”) que al cumplir 16 años “le toca seguir la tradición familiar” y estrenarse como aprendiz en Can Manyer.

Precariedad y lesiones

Su primer día coincide con uno de esos fríos y blancos días posteriores a la gran nevada, y Elvira sale de casa entre ilusionada y nerviosa, sin olvidar una carpeta llena de dibujos y diseños propios, pues tiene la esperanza de poder enseñárselos al director de la fábrica. “¡Con sus dibujitos, la Elvira eclipsará a todo el mundo y se irá a París a vivir la buena vida! ¡De conciertos y pasarelas! Oh la la, mon amour, tres jolie”, bromea una de sus hermanas mayores durante el trayecto a la fábrica.

Sin embargo, tan solo poner un pie en la nave, Elvira se da cuenta de que el futuro que le había impuesto su familia no era tan prometedor como esperaba: el ruido de los telares es ensordecedor, las condiciones laborales son precarias, la maquinaria es tan antigua que los trabajadores se lesionan constantemente.

Una historia de historias

“Sí, señor Manyer, perdone... Hemos de cumplir las expectativas y reducir costes, me aseguraré de estar a la altura...”, escucha decir por teléfono al director de la fábrica mientras espera fuera de su despacho para poder enseñarle sus bocetos. Abajo, en la sala de telares, el ambiente es tenso. Los trabajadores están a punto de declararse en huelga o pasar a la acción violenta, como ocurrió en 1915, pero intuyen que sus días están contados: efectivamente, Can Manyer cerró sus puertas en enero 1963, dejando a sus casi 300 trabajadores en la calle. 

“En realidad es una historia basada en la historia de muchas mujeres y, por extensión, hombres, chicos, chicas, no solo de Vilassar de Dalt, sino de todos esos lugares de Cataluña en los que hubo fábrica y revolución industrial. Gente que tuvo que ir a trabajar en un momento que no tocaba por edad, pero que se vieron obligados por las circunstancias”, explica Sancliment. Sin embargo, con esta historia muestran que “todo esto ha cambiado y que es posible acabar con un final feliz”.

Fuente de inspiración

En ese primer día de trabajo, Elvira descubrió la realidad de la fábrica, pero también que podía hacer compañeras nuevas y vivir fuera de las rutinas familiares. “Ese día de enero me hizo creer que podía vivir de otra forma, que nada estaba escrito y haría la mía”, explica el personaje décadas más tarde, cuando regresa a la biblioteca de Vilassar de Dalt para dar una charla convertida en una diseñadora de moda de éxito. 

Sancliment confía en que el cómic sirva de inspiración para las jóvenes del pueblo y prosigan el camino del esfuerzo marcado por sus antecesoras. “Fue muy difícil, sobre todo al principio, que trabajaba en la fábrica durante el día y estudiaba de noche”, dice Elvira. “No tenía mucho tiempo libre, pero la pasión por el diseño me daba la energía para continuar. Tuve que sacrificar muchas cosas, pero sabía que valdría la pena, una tiene que encontrar el empuje para seguir adelante. A menudo, una chispa de ilusión te pone en el buen camino”.

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