Agustí Pons (Barcelona, 1947) es una firma que ha quedado grabada en la mente de centenares de lectores que, de jóvenes, leían el Avui como una forma de aprender catalán y acercarse a la cultura catalana después de cuatro décadas de censura franquista. “Soy periodista, lo mío es explicar el presente”, dejó claro el reconocido reportero y escritor en una conferencia reciente en Cabrera de Mar, el municipio del Maresme donde reside actualmente. 

Creu de Sant Jordi en 2015 por su “significativa presencia en el panorama periodístico del último medio siglo en Cataluña” y autor de una treintena de libros, entre ellos las biografías de Pere Calders, Maria Aurèlia Capmany y Salvador Espriu, Pons publicó el pasado enero, coincidiendo con el centenario de la muerte de Lenin, Catòlics, comunistes y cia. (Edicions de 1984), una aproximación a cómo los intelectuales catalanes se posicionaron políticamente en el marco de la guerra fría.

Portada del último libro de Agustí Pons

Críticas al comunismo

“Una de mis manías era poder decirles a mis posibles lectores, y a mí mismo, que no hemos vivido aislados. Que la guerra fría existió a nivel cultural, ideológico y económico, puede que no militar para nosotros, y que nos afectó a todos”, explicó el autor, que ha aprovechado este ensayo para criticar la posición de las élites catalanas a la hora de abrazar el comunismo e ignorar los estragos que estaba causando en el mundo.

“¿Por qué la mayoría de los intelectuales de izquierdas, en Francia o aquí mismo, no se volvieron anticomunistas viendo lo que ocurría en Rusia, Polonia o Cuba?”, se preguntó. “Toda esa gente que conocí trabajando en El Noticiero Universal y me hablaba de la madre Rusia y el padrecito Stalin, de su complicidad con el partido comunista… ¡Hasta el año 68, con la invasión de Praga (portada del libro), el Partido Comunista de España y el PSUC combinaban la lucha de la libertad con defender los intereses de la Unión Soviética!”, remarcó con ironía.

‘Destino’ y ‘Serra d’Or’

Pons aseguró tener un profundo respeto por los intelectuales que lucharon por la libertad democrática durante el franquismo, pero no se frena al criticar a los que defendieron la hegemonía cultural del marxismo como verdad absoluta. Uno de los ejemplos que pone en el libro es el papel contrapuesto que adoptaron las dos revistas políticas del momento, Destino y Serra d’Or, la primera, en castellano, convertida en un referente de posiciones más liberales, y la segunda acercándose a posiciones del catalanismo católico demócrata y el comunismo intelectual. 

“La guerra fría explica mejor la Caputxinada, o la pintura de Antoni Tàpies”, comentó el periodista, biógrafo de numerosos intelectuales catalanes, entre ellos Maria Aurèlia Capmany y Néstor Luján, dos personas que le “influyeron mucho cuando era periodista, así que las dos biografías son una forma de agradecérselo”, aseguró.

Presentación del libro de Agustí Pons, con la presencia del expresidente catalán Jordi Pujol CRÓNICA GLOBAL

Sus inicios

A pesar de haber publicado un ensayo de tintes históricos, Pons se sigue considerando a sí mismo periodista, una profesión que ya deseaba ser de pequeño, cuando veía a su padre leyendo el periódico los sábados por la mañana y quedarse dormido en su silla de rejilla. “Con 13 años, en mi colegio jugaban al balonmano, pero yo era un desastre, así que monté una revista con un amigo”, recordó el periodista. 

Pons empezó a trabajar en El Noticiero Universal en verano de 1964, sin enchufe de ningún tipo y sin cobrar. “Me presenté en la redacción y me preguntaron: '¿De parte de quién vienes? De Nadie. Pues sube a la planta de arriba que tienes planta de torero'”, recordó. Un mes después abrió la escuela de periodistas, y empezó a trabajar por la mañana y por las tardes estudiaba. En 1967 se graduó, entró en nómina y empezó a trabajar en serio.

Periodismo

El Noticiero era un diario cercano al régimen, con mucha censura y mucha corrupción, pero también hacíamos periodismo de calle. Empezaba mi jornada literalmente en la calle, tenía que apañarme para encontrar un tema, por ejemplo, un negro que tocaba el bongo en la calle Aribau, que era algo exótico. Luego, al llegar a la redacción, escribía las tres cuartillas que tocaban”, comentó. 

Más adelante, aprendió a llamar a los hoteles para averiguar si había llegado a la ciudad algún actor o escritor famoso, y poder entrevistarlo. “Toda mi vida he hecho periodismo cultural, a mí me pagaban para hablar bien de esta gente, no para criticarla”, explicó el periodista, que en 1976 se incorporó al Avui, donde fue subdirector de Opinión, Cultura y Espectáculos durante muchos años. No fue hasta más tarde, en sus biografías, cuando se atrevió a soltarse y a emitir su juicio sobre los sujetos de los que escribía. “Un poco por curiosidad, un poco para compensar a todas esas personas que me influyeron”, concluyó.

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