En pleno siglo XXI la igualdad de género ya no es una utopía inalcanzable, es una realidad. El movimiento feminista ha derribado numerosas barreras, roto muchos techos de cristal y ha cobrado impulso durante la última década tras siglos de desigualdades y de falta de ecuanimidad. Pero a veces se nos olvida que no hace mucho esto no era así. Los roles de las mujeres se circunscribían, en la mayoría de los casos, al ámbito doméstico, al matrimonio, cuando no al religioso o a la prostitución. Esas eran básicamente sus opciones.
Las décadas de los 60 y los 70 fueron especialmente relevantes para el cambio de paradigma. Isabel Steva Hernández (Barcelona, 1940-2023), conocida como Colita, tuvo un papel destacado en la lucha por la libertad de las mujeres. Porque, al fin y al cabo, de eso se trata, de tener la libertad de elegir, de decidir, de participar de una sociedad que también nos pertenece. En ese sentido fue una mujer adelantada a su tiempo. Ella decidió asumir la responsabilidad de vivir su propia vida y luchó por ello.
Feminismo y creación artística
No fue tarea fácil hacerlo en la España del tardofranquismo, en un país enraizado, aún, en denostadas tradiciones y perversas consignas religiosas. Como tampoco debió de ser sencillo trasladar su pensamiento a su oficio, la fotografía, un sector muy masculinizado entonces. Y aunque, afortunadamente, las cosas han cambiado mucho, aún queda mucho por hacer. Las cuestiones que plantea su trabajo siguen teniendo vigencia décadas después.
Como bien apuntó Valerio Roco, director del Círculo de Bellas Artes en la presentación de Antifémina, “quién nos iba a decir que tantos años después de feminismo y de libertad de creación artística en democracia íbamos a tener que estar luchando por seguir reivindicando el feminismo y la libertad de creación artística ante inaceptables casos”.
Feminismo y creación artística, esas son las claves de esta excepcional muestra que si hoy la podemos disfrutar es, según Roco, “gracias al trabajo, a la práctica de personas como Colita que materializaron unas ideas y las llevaron a su práctica artística”: “Hay que agradecérselo, más allá de la increíble calidad de su trabajo artístico, también por su indudable efecto social y político”.
La censura
La génesis de la muestra se encuentra en Antifémina, un icónico libro de fotografía con textos de Maria Aurèlia Capmany, publicado en 1977 por Editora Nacional, entidad dirigida en aquellos años por Ángel Sánchez-Gijón. Sus páginas conformaban una suerte de manifiesto feminista resultado de sus trabajos realizados durante la última etapa de la dictadura franquista. Su propósito, reivindicar el papel de la mujer sometida por una sociedad machista.
A pesar de su éxito, tras la llegada de un nuevo director, pocos meses después fue censurado y retirado por considerarlo un panfleto subversivo. “El franquismo ha durado mucho, no murió con Franco”, afirma Francesc Polop, director del Archivo Colita y comisario de la exposición.
“La génesis de esta exposición nace en una panadería”
En esa génesis, en ese libro, en esta exposición está Colita y está Maria Aurèlia. Ambas, recuerda Polop, colaboraron en numerosas situaciones. Trabajaron juntas en publicaciones como Vindicación Feminista, participaron activamente en congresos de mujeres y en las Jornades Catalanes de la Dona del 77 y las dos pertenecían a la activa esfera cultural de aquella Barcelona vibrante y disruptiva.
Pero el verdadero origen, “la génesis de esta exposición, nace en una panadería”. Cuenta Polop que Colita le explicó que un día coincidió en la panadería con Maria Aurèlia y esta le dijo: “Oye, tú tienes fotos de mujeres, ¿por qué no hacemos un libro sobre la mujer?”. Ahí comenzó realmente a gestarse todo. Reuniones para seleccionar las fotos, M. Aurèlia escribiendo los textos a máquina y ambas haciendo una edición casera de cortapega sobre folios en blanco.
Precisamente en la muestra, que se podrá ver en la sala Goya del Círculo de Bellas Artes de Madrid hasta el próximo 5 de mayo, se ha teatralizado ese espacio con la mesa del cortapega para “reivindicar, además de a Colita porque es una fotógrafa inmensa, la figura de Maria Aurèlia, que es muy desconocida fuera de Cataluña a pesar de ser una mujer capital dentro del feminismo”, sostiene el comisario.
La fotógrafa que miraba, y veía, a las mujeres
Las fotografías no fueron hechas expresamente para el libro. Todas fueron tomadas antes de 1976. La fotoperiodista revisó su obra hasta la fecha seleccionando, a partir de su archivo fotográfico, imágenes tomadas durante sus primeros 23 años de vida profesional. Solamente salió a tomar fotografías para un capítulo, el titulado Descuartizar un cuerpo, porque piensan que, además de no considerarla, a la mujer se la fragmenta. “Así que hemos salido a la calle y nos hemos asombrado al ver tanto muslo suelto, tanto pecho agrandado, tanta pantorrilla pegada a las paredes y a los faroles. No hemos visto mujeres, fíjense ustedes, sino trozos de mujeres”, escribió Maria Aurèlia Capmany.
El resto de fotografías de Antifémina ya estaban ahí porque Colita ha mirado siempre a la mujer. De alguna manera, dice Polop, “cuando hacía un trabajo, o hacía algo, ella las miraba y les decía: ‘Yo te tengo en cuenta, te estoy mirando, te estoy viendo, y además, con compasión, con cariño, con amor’”. Ahí está la famosa sororidad cuando ni siquiera existía.
Archivo personal: de la 'gauche divine' a la Nova Cançó
Colita se declaraba fotoperiodista. Le interesa la calle, la gente. Era muy humana y su mirada profundamente humanista se refleja en toda su obra. Un corpus fotográfico que ha ido depositando en diferentes archivos a lo ha largo de los últimos años. Más que depositarlo, vendiendo, aclara Polop, porque era su trabajo y como tal tenía un valor que había que reivindicar. Hay obra suya en el Museu Nacional d’Art de Catalunya, en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, en el Archivo Municipal de Barcelona; en la Filmoteca de Catalunya custodian la numerosa foto fija que realizó para muchos de los directores de la escuela catalana como Vicente Aranda, y todo lo referente a las artes escénicas está en el Instituto del Teatro de Barcelona.
El archivo personal que ha recibido Francesc Polop supone un 30% de su obra. No son fotos personales en el sentido literal, si no fotografías que a ella le gustaban especialmente, aclara. Hay una parte importante de flamenco, de mujeres, de Barcelona, la ciudad que tanto amó, de la gauche divine, de la Nova Cançó, “los fotografió a todos; Colita es la fotógrafa del disco Mediterráneo”. En definitiva, un archivo único y extraordinario: “Y mi misión, el encargo que me dejó, es que esa obra llegue”.