Carol López no le tiene miedo a nada. Ni a la polémica ni a los clásicos. Juega y construye con ellos algo completamente contemporáneo a pesar de que siempre aparezcan los puristas. Eso (y ser mujer, insiste) tal vez tiene que ver con que haya tardado tanto en poder estrenar en la sala grande del Teatre Lliure de Montjuïc. Y lo ha hecho por todo lo alto.
La directora de escena revoluciona el Fabià Puigserver con su versión de Les amistats perilloses que, siendo completamente fiel al original en su espíritu, respira contemporaneidad por todos lados. Desde el vestuario clásico con toques modernos inspirados en los últimos corsés y vestidos que Jean Paul Gaultier diseñó para una de las giras de Madonna, a un final que, sin ser explicativo ni panfletario, como se ha visto en ocasiones, da un final merecido a los personajes femeninos de la obra de Pierre Choderlos de Laclos.
Amistades peligrosas
También juega con la lengua que hablan sus protagonistas. Si bien toda la obra transcurre en catalán, el actor Tom Sturgess da unas clases en inglés y Valmont (Gonzalo Cunill) y la Marquesa de Merteuil (Mònica López) hablan entre ellos en castellano. Algunos han visto en ello una falta de respeto por la lengua dentro del teatro público catalán, pero como ella dice, refleja una realidad completamente actual, al menos en Barcelona, en la que con unas personas hablas en español y con otras no.
Pero López y la obra están por encima de estas absurdas polémicas. La disección de ese poder que hace lo que quiere con la gente “porque se aburre” de tener tanto tiempo libre sin mirar por las personas es el eje central. También el poder de la sexualidad femenina. Y es que por mucho que algunos hayan querido ver una visión machista del cuerpo de la mujer, Carol López le da la vuelta y demuestra cómo los personajes femeninos son los que deciden qué hacer con su cuerpo, incluso usar el sexo para su satisfacción en una época en que estaba completamente mal visto.
- ¿Por qué sigue generando tanto conflicto y problema ‘Las amistades peligrosas’?
- Primero: al final, abuso de poder ha habido siempre, igual que corrupción de adolescentes y tías y tíos que lo han permitido. Entonces, relajémonos.
- Usted asegura que no sabe por qué decidió hacer esta obra, pero sin duda debe ser porque le llama. ¿Qué le atrae tanto?
- Es verdad que cojo las cosas sin saber por qué y luego me encuentro con lo que hay. Esta es una batalla dialectal, de cerebros intelectuales. Los protagonistas son dos personajes que juegan al ajedrez con la gente. Todo eso es muy interesante. Y luego es una crítica a una clase social que a mí también me parece criticable. Es verdad que de esta obra se han hecho adaptaciones que la situaban en institutos o en la universidad, pero porque los adolescentes. Si no, debes hacerla en la alta sociedad, porque no puedes hacer esto en un barrio obrero de Londres, porque si tú tienes que ir a por el pan, tú no haces las amistades peligrosas.
- ¿Pero le puede atraer a la clase 'no ociosa'? Porque no todo el mundo está dispuesto a ver un clásico.
- Es que yo creo que la adaptación no la verás clásica. Tú la verás natural. Sí que baja una lámpara de araña, pero también hay números musicales.
- ¿Ha puesto momentos musicales?
- Sí, pero porque yo trabajo así. Muchas cosas, si las puedo resolver con música, las hago así.
- ¿Ha puesto momentos musicales?
- Sí, pero porque yo trabajo así. Muchas cosas, si las puedo resolver con música, las hago así.
- En todo caso, hablaba de que el abuso de poder ha habido siempre. ¿Más o menos descarado que entonces?
- Yo creo que ese abuso de poder está ahí, y ahora quizás ya no necesita ser una mente brillante. Porque no creo que Trump fuera una mente muy brillante para abusar de poder y corromper a mujeres.
- ¿Eso cómo habla de nosotros?
- Para las víctimas es una putada, ser víctima es una putada. Y está bien lo que está pasando en el siglo XXI, que se está poniendo todo sobre la mesa, para que tú, si te sientes víctima o crees que te ocurre, puedas ponerle palabras y denunciarlo. Esa es la gran diferencia.
- ¿Cómo afecta este cambio de paradigma a la hora de poner en escena a los personajes femeninos del original?
- El tratamiento de los personajes femeninos no cambia. Sí me he inventado un final diferente para el personaje corrompido, porque no veía defendible que se encerrara en un convento en pleno siglo XXI. Le doy otra salida. Hasta aquí puedo leer. Y bueno, Tourvel no se deja morir de amor.
- ¿Cree que también se ha generado conflicto al ver unos personajes tal cual los escribieron en su día?
- Eso seguirá en conflicto. Ya pasó con Tar, la película de Cate Blanchett. Todas las feministas radicales salieron indignadas porque es un personaje femenino que es depredadora sexual. Pues sí, señoras y señores, haberlas, haylas. ¿Qué vamos a hacer, siempre víctimas o Juanas de Arco? Pues no. Y, además, qué gozada hacer una mala.
- Pero parece que cada vez es más difícil poner esos personajes, hablar así de claro. ¿Por qué es cada vez más difícil?
- Porque estamos en una sociedad que ya no permite nada. No quiero decir que hay poca libertad, porque no es así, pero todo se lee a modo político. Si me llaman guapa, porque me han dicho guapa; si hago no sé qué, porque hago no sé qué… Dejemos de juzgar tanto y hagamos. Pasa incluso en el arte. Te preguntan cómo vas a hacer cierta escena porque necesitamos un coach emocional para ver si estamos abusando. No puedes darle un beso, no la puedes tocar, no puedes... Juzgamos todo, todos, todo el rato y tomamos decisiones antes de que... Es verdad que han pasado cosas muy positivas. Es verdad que Dani Alves está en la cárcel y hace 10 años no hubiera ocurrido. Pero también es verdad que en el Aula de Lleida a las víctimas no se las ha escuchado y esto ha pasado ahora.
- ¿Cómo se vive todo eso desde dentro, como directora, como creadora?
- Yo sigo siendo una mujer y no tengo el mismo trato ni el mismo privilegio que un hombre. Esto es así. Siglo XXI. Te dirán “hombre, sí, pero estrenas la sala grande”. ¡Hace 20 años que empecé en el Lliure! Es la primera vez que me dan la sala grande y tengo una trayectoria.
- Hablando del poder como lo hace la obra, ¿no?
- Y la condescendencia y el paternalismo. Lo vivo con mis propias carnes y en esta profesión lo he vivido.
- ¿Entonces, cuando presentas una obra así, se genera más conflicto?
- ¿Sabes lo que pasa? Yo he ido siempre a mi bola, he sido muy libre y seguiré siendo libre. La presión la tenéis vosotros. Yo no tengo una presión por si debe quedarme bien, porque me he podido equivocar como les ha podido pasar al resto de mis compañeros. Me puedo equivocar, y si no os gusta, no os gusta. A mí también hay muchas cosas no me han gustado. Y no me he puesto contra nadie.
- ¿Lo dice porque se juzga diferente el error si eres mujer?
- Ser mujer penaliza. Aún es así.
- ¿También en el sexo, como pasa en la obra?
- También en el sexo.
- Porque la obra muestra el poder sexual que tiene la mujer.
- Tiene el poder sexual pero no lo puede enseñar. ¡Y esto sigue pasando! Es decir, si tú y yo somos pareja, nos separamos, y tú empiezas a ser un promiscuo y la gente dice que “claro, Joan se ha desquitar”. Soy yo quien es promiscua y es un “joder, esta tía ¿y sus hijos?”. Sigue pasando. En pleno siglo XXI a la mujer, por el hecho de ser mujer, se la mira desde otro lugar.
- Lo que sí refleja la obra y condena es que el hombre ha abusado mucho del sexo como poder.
- Sí, pero es lo que pasa en el mundo, al hombre se le permite. El hombre no ha tenido que hacer nada. Siempre se le ha permitido, se le ha tapado y se le ha acompañado.
- La obra no sale de gira, parece. ¿Por qué no?
- ¿Siguiente pregunta?
- Bueno, pues vayamos al hecho de que ha tardado tanto en poder estrenar en la sala gran del Lliure. ¿Duele?
- Yo he estrenado en salas grandes. He hecho el Condal, he hecho el Liceu... Pero es verdad que no había hecho una sala grande en un teatro público. A mí ya no me duele nada. Ni me duele nada, ni me sorprende nada, ni me va a sorprender más nada, porque flipo. Yo estoy alucinada como todo. Además, esto también me da más libertad. Dejarme a mi bola, si no, entraría en un resquemor y estaría muy rabiosa.
- En todo caso, la ponen en la grande y la taquilla va muy bien. Lo mismo que le pasó a Davis Selvas con Arthur Miller, que acabó con todas las entradas. ¿Hace falta volver a poner en escena esos clásicos?
- Yo creo que han de verse. Es una de las funciones del teatro público. Podemos permitirnos revisitarlos, evidentemente porque lo estamos haciendo por el siglo XXI, pero yo creo que sí.
- ¿Revisiones de todo tipo? ¿Hasta el punto de cambiarla?
- Puedes cambiar completamente la obra. Puedes, pero me pregunto si es necesario. Es decir, si hay un texto que funciona, ¿por qué vas a tocarlo?
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