Israel Elejalde (Madrid, 1973) es un hombre de teatro y de política. Actor de profesión y licenciado en Ciencias Políticas tiene claro que, parafraseando a Godard, "el teatro es política". También su nueva obra, aunque no lo parezca, lo es. Se trata de Finlandia, escrita y dirigida por Pascal Rambert.
El montaje, que se presenta en el Teatro de la Abadía a partir del 22 de septiembre, cuenta la historia de dos actores, padres de una niña a la que convierten en una especie de posesión, de objeto por el que luchar tras su separación. El protagonista reconoce que casos como este, lamentablemente, son muy cercanos, pero el arte también debe enfrentarnos al lado más oscuro del ser humano.
Compromiso y teatro
El intérprete tiene claro que no le gusta el teatro o el cine complaciente, tampoco el dogmático. Apuesta por un teatro que en vez de encargarse de dar respuestas genere incluso más preguntas y dudas en el espectador, tal y como le dijo en su día otro de sus referentes, Juan Mayorga.
Crónica Directo conversa con el actor sobre Finlandia y el papel del arte y poco a poco aparece en él su pensamiento, como pasa con la política en las obras. Cauto, intenta no pisar ningún charco ("cualquiera puede rastrear mis redes y mis entrevistas para saber lo que pienso"). Su voluntad no es protegerse él, sino "proteger la obra", defiende. Toda una declaración de amor al teatro.
--Pregunta: Dice Pascal Rambert que en 'Finlandia' uno "asiste a la parte más fea de la especie humana". ¿Tan mal va a salir el espectador tras ver el montaje?
--Respuesta: Quien haya visto el teatro de Pascal sabe que precisamente comedias él no hace. Disfruta bastante exponiendo esa parte oscura que tiene el ser humano o colocando a sus personajes en situaciones extremas, donde de alguna forma somos incapaces de actuar de una manera racional y empezamos a hacerlo de forma más animal. Es una de las pasiones del teatro de Pascal: personajes burgueses, con una cultura, formados que, de pronto, al enfrentarse a un problema sentimental o que afecta a las emociones, se convierten en animales defendiendo su territorio; la racionalidad desaparece.
--En este caso, los personajes son usted e Irene Escolar, que mantienen sus nombres, y que rompen su relación.
--Todo se ha roto antes, en realidad. Es una pareja que tiene tres saltos entre ellos: uno generacional --él es mayor que ella--, un segundo económico --ella pertenece a una clase social más alta-- y después los dos son artistas, pero ella hace cine y él, teatro. La pareja se ha roto, pero tienen algo en común, una hija. Ella es ese territorio, en este caso, que los dos tratan de defender.
--Hablemos de esto último. ¿Todavía existe esa especie de clasismo en la interpretación entre los que hacen cine y teatro?
--Depende de cada uno. Es evidente que el cine tiene más repercusión que el teatro. Hay un sector que puede considerar que el teatro tiene el prestigio de ser el lugar por antonomasia del actor, donde él es el dueño de lo que pasa. Lo cual es más o menos cierto, porque al fin y al cabo en el cine es la cámara la que manda y en el teatro, no, una vez empieza la función, el director se va y poco puede hacer. Ser actor de cine te da una serie de llaves y unos altavoces que en España el teatro no te lo da. En este país, realmente no tenemos mucho aprecio, o es una minoría el que lo tiene hacia artes como pueden ser el teatro o la danza. El cine sí tiene esa repercusión de lo que se hace y de lo que se proyecta. La moda, la publicidad, está relacionada con el cine y no con el teatro.
--¿Por qué cree que eso se mantiene y no cambia?
--Está cambiando paulatinamente. Cada vez es más fácil encontrar directores de cine en el teatro y actores de cine que hacen teatro y viceversa. La simbiosis se cumple. También ha habido una gran responsabilidad con el teatro que se hacía, ¡ha cambiado mucho, muchísimo! Te diría que incluso más que el cine. La forma de interpretar y comunicar ha cambiado, ya han desaparecido esos clichés del actor pasado de rosca, con voz engolada y gesticulación. Quedan resquicios, es cierto, pero uno oye a Albert Serra --que me encanta-- hablar del teatro y lo primero que piensa es que hace siglos que no va. ¡No tiene ni idea! Y duele. Porque una persona tan formada e inteligente como él, es triste que hable desde el profundo desconocimiento y el cliché más absoluto, porque hay tantos tipos de teatro como tipos de cine. El teatro es mucho más que una serie de actores recitando versos con la voz engolada vestidos del XVII. Pero sí hay una cosa de clase. Si tú haces tele y cine, serás más famosos que si haces teatro y eso te permitirá ciertas cosas.
--Eso dentro de la actuación, pero ¿a la gente le cuesta más ir al teatro que al cine?
--Ahora hay más gente que va al teatro que al cine (sonríe). Otra cosa es que la gente consuma más cine y audiovisual, porque ahora es más fácil consumirlo. Hay muchas personas que no han pisado un teatro en su vida pero es muy difícil encontrar a alguien que no haya visto nunca una peli. El teatro conlleva otras cosas como, por ejemplo, tener que ir. Aunque ahora los teatros están más llenos que las salas. Es verdad que hay que hacer un esfuerzo, un trabajo de abstracción en el teatro cuando te dicen que el actor está en un bosque, por ejemplo. Eso implica una relación diferente. El teatro es un arte minoritario y lo va a seguir siendo. Allí también hay unas ciertas ventajas, como la libertad creativa que nosotros tenemos, porque como no nos escucha demasiada gente podemos decir lo que nos salga sin demasiado miedo a las repercusiones.
--Claro, pero retomando eso y el reflejo de ese personaje de la clase burguesa que aparece en la obra... ¿que el teatro sea más minoritario no lo hace en cierta manera más burgués o al menos que se tenga esa imagen equivocada?
--Hay de todo y diferentes teatros. Hay relaciones más burguesas que otras. De todos modos, usar en el siglo XXI la palabra burgués me parece casi un cachondeo. ¿Qué es ser burgués? ¿Hablar de la clase media y sus problemas? ¿Dejas de ser burgués porque hablas de los outsiders a la hora de hablar de los Banlieue mientras vives en una casa de puta madre? ¿Iñarritu no es burgués porque habla de la gente que sufre? Y a su vez, ¿Iñarritu está deslegitimado para hablar de eso si es burgués? Lo único importante es que las cosas funcionen y se habla de lo que importa. Es verdad, hubo un momento en el que parecía que solo se hablaba de lo outsider, pero también hay un montón de clase media que también tiene problemas. ¿Eso nos legitima o deslegitima? Lo único que legitima el arte es si es bueno o malo. Y eso lo decide cada uno.
--Pero sigue ese desprecio entre clases, en la obra lo reflejan. ¿Cómo? ¿Qué les separa?
--Claro que se nota, porque el lugar donde has crecido en tu infancia marca. Yo soy de las Casitas, un barrio de la periferia de Madrid y mantengo algunos amigos de allí, no todos, y soy muy diferente cuando estoy con ellos que cuando estoy en otro ambiente. También me ha pasado estar con una pareja de un origen más asentado que el mío puede crear conflictos o fascinación. El amor es muy extraño. A veces, lo que crea fascinación al principio luego se convierte en conflicto. Uno no sabe si quiere lo diferente o lo igual. En esta obra se habla, conciben el mundo de una forma distinta. En su día no les importó y en un momento dado se convierte en una cima que no pueden atravesar.
--Claro, pero historias de amor y desamor hay muchas. ¿Qué hace especial a 'Finlandia'?
--No es una historia de desamor, sino de pelea. De hasta dónde somos capaces de llegar para defender lo que es nuestro, incluso cuando eso que consideramos nuestro es un ser humano. Cómo esa hija se convierte en un territorio que uno defiende como se defienden las fronteras, sin mirar las consecuencias que puede tener en ese ser humano que tiene ese marrón de padres. Lo vemos todos los días cómo se convierten en posesión. Cuando hay un niño y se rompe, hay que llegar a pactos y se debe tener capacidad para alcanzarlos. Son personas que sufren mucho y no saben cómo hacerlo y deterioran la relación a unos niveles brutales e incluso se deteriora el lenguaje. Esto último es una reflexión que está en el teatro de Pascal: como el lenguaje determina lo que somos. Somos lo que hablamos. Si tu lenguaje está lleno de odio y cuchillos hacia el otro, probablemente eso sea un reflejo del fondo de tu corazón.
--Eso empieza a pasar en política.
--Ahí lo tienes. Nuestro lenguaje político se está deteriorando, lleva unos años así y sube el nivel de violencia. Todos lo notamos. Hay una responsabilidad en esos políticos que para conseguir votos deciden rebajar su lenguaje y decir cualquier cosa. Espero que algún día se frene.
--Usted la política la conoce de sobras, estudió Ciencias Políticas, ¿cómo ha acabado de 'titiritero'?
--Yo estudié políticas porque mi padre era sindicalista y perteneció al partido comunista y yo crecí allí, casi. Siempre me interesó eso, en mi casa se hablaba bastante de política, y también me interesaba el teatro, la actuación. En un momento dado, se cruzó el teatro y decidí darme un tiempo y si no hubiera podido salir de eso, hubiera terminado en algo relacionado con la política. También una de las cosas que me alejaron de la política es que uno ha de tener ciertos rasgos para dedicarse a ella, una cierta paciencia y flema o, como me dijo Vestrynge una vez, saber renunciar a lo que quieres en aras de conseguir algo. Me dijo: "La totalidad no existe en política", siempre hay que decir "consigo esto, pierdo esto". Ahora he cambiado, pero no tenía mucho eso, tal vez ahora roce un poco la flema, pero en ese momento era puro fuego. Decidí que no sería bueno que me dedicara a ello, ni para mí ni para los demás.
--Y supongo que algo le enganchó al teatro. ¿Qué fue?
--Creo que tiene que ver con la libertad que te da la ficción a la hora de decir ciertas cosas. Te permite decir casi todo, porque estás arropado por la ficción, contar historias, indagar sobre quién eres y ponerte en la piel de los demás. Eso fue enganchándome cada vez más. Al principio era un actor raro porque me gusta meterme en el pensamiento de las funciones. Esto, en este país, no está muy bien visto y se lleva mal. Poco a poco lo he conseguido y he hecho lo que he querido con quien he querido y me ha ido enamorando. Finalmente, por eso, te inutiliza para la vida. Tú te dedicas a esto, haces muchas cosas, pero no puedes hacer nada, solo dirigir y hacer cosas relacionadas con esto. ¡Eres un inútil! Me considero un privilegiado. He tenido la suerte en la vida de encontrarme con gente más talentosa que yo y esa es la mejor suerte que puedes tener en esta profesión.
--¡Bueno, no se quite méritos! Su talento tiene y sus reconocimientos también.
--Sí, claro. En esta carrera hay una parte de soledad, a veces, y de mucha incertidumbre. Tener la suerte e inteligencia de saber asociarte con gente en esta profesión te cambia la vida. Fíjate que las grandes carreras, la de los grandes, están asociadas entre unos y otros. A veces hay actores o actrices que no han sabido asociarse con esa persona o director o compañero. Encontrarme con Miguel del Arco o Jordi Buxó me cambió la vida.
--Usted de hecho ha repetido con varios directores. ¿Qué importancia tiene y, sobre todo, cuán difícil es mantener una compañía propia como Kamikaze?
--Mi carrera sería otra si no me hubiera encontrado con Miguel del Arco, Jordi y Aitor Tejada. Yo nunca hubiera tenido un teatro si no hubiera estado con estas tres personas. Yo nunca he dejado de trabajar, es cierto, pero Miguel me ha permitido hacer una serie de papeles y obras, me ha dado una estructura que me ha permitido dirigir. En definitiva son muchas cosas que me han hecho crecer como artista. Soy un privilegiado porque nunca me siento solo, siempre tengo un equipo detrás que me estructura, me alienta, me conoce e intenta guiar. Sin eso mi carrera hubiera sido otra y peor, estoy convencido. Ha sido fundamental.
--Al margen de 'Finlandia' y sus bolos posteriores ¿tiene alguna otra cosa en cartera?
--En la Seminci presentamos Edén, una película que hacemos con Charlotte Vega, Marta Nieto y Ramón Barea dirigida por Estefanía Cortés que se estrenará el 28 de octubre. Después se estrenará una serie que acabo de rodar con Miguel del Arco que se llama Las noches de Tefía, para Atresmedia Player que va sobre un campo de concentración que hubo en España durante el franquismo para homosexuales.
--Las historias políticas le gustan, ¿no? Por mucho que haya dejado aparte su título de ciencias políticas.
--No, eso no. Intento elegir, hacer teatro que provoque algo, que tenga pensamiento detrás. Podría hacer algo por divertimento y estaría bien, aunque no lo he hecho nunca o casi nunca. Me gusta, me dedico a esto por eso mismo. Cuanto más controvertido sea un texto, cuanto más ponga el dedo en la llaga en algo que me preocupa es fundamental. Luego digo tonterías en entrevistas y en Twitter, pero creo que la manera más útil de lo que hago es el teatro. Mayorga dice que "has de salir del teatro con más dudas de las que entraste" y eso lo tengo grabado en la cabeza. Ese es el teatro que me interesa. No me interesa dar discursitos. Hay un teatro de discurso en que te dicen todo claro que me interesa bastante poco. Ahora vivimos en un momento donde parece que los esquemas van por un raíl y no te puedes salir de nada porque si no empiezan las acusaciones por todos lados. Eso me interesa bastante poco. Me interesa muchísimo más la contradicción, ir al teatro pensando que sé algo y salir dudando, porque si no para qué mierda hacemos teatro.
--¿El teatro es una manera de hacer política? ¿No se puede caer en lo dogmático o panfletario?
--No es que el teatro sea una manera de hacer política, el teatro es política. El cine es política. Godard, que acaba de morir, decía: "Un encuadre es política". Por eso, aquellos que dicen que no lo es... Hacer una comedieta comercial es pura política porque te hace ver una concepción del mundo. Por ejemplo: que no te preocupes que todo irá bien, que el hombre tiene que hacer esto y la mujer lo otro... Hasta en la comedia más barata hay política, no nos engañemos. Donde yo decida poner la visión es hacer política. Ahora bien, ¿el camino de la política en el mundo del arte es dar dogmas? Bueno... Depende. A mí me interesa poco. Me interesan más las preguntas, y sobre todo me gusta más la inquietud que me provoca a veces que me pongan en duda mis propios pensamientos. A veces hacemos teatro y cine para darnos la razón a nosotros mismos y eso tiene poco interés. Es mejor el de aquellos que intentan poner en duda lo que ellos mismos piensan. Eso al menos es lo que más me interesa. Creo que nunca he hecho una obra de ese tipo, aleccionar me interesa bastante poco. Cuando lo veo en el teatro, aunque esté de acuerdo, me parece que me tratan como si fuera un bebé al que quieren reeducar o reafirmar. Me acuerdo entonces de George Orwell o de Husserl, no he venido a que me pegues la matraca, eso ya lo sé, ¿por qué no me dices otra cosa?
--¿Y el hecho de poner qué tipo de personajes en escenas a que digan determinados discursos ayuda a este propósito?
--En la ficción puedes hacerlo. Hay gente que tiene que asumir también el precio, no podemos ir ingenuos por la vida. Yo pongo determinadas cosas, determinadas situaciones y sé que determinada gente en Twitter van a decir que soy gilipollas o fascista o comunista... Lo llevas ya en el traje. Si toco determinados temas sensibles ya sé que hay gente que va a salir a decir cosas, no podemos ser ingenuos. Sí se puede hacer, sobre todo, en la ficción.