Pere Arquillué (Terrassa, 1967) es Dios. No es una opinión, es el personaje que interpreta hasta el 4 de diciembre en el Teatre Romea. Su némesis es Cristina Plaza y a ambos los dirige Andrés Lima, que pone en escena la dramaturgia de Helena Tornero sobre el texto de John Milton que da nombre a la obra, Paraíso perdido.
El montaje es una mirada distinta sobre el Todopoderoso. ¿Es tan bondadoso como parece o se comporta más como un tirano? ¿Qué papel juega Dios en estas revueltas que nunca se consiguen? ¿Y el poder? Es allí donde apuntan dramaturga y director, a ese poder capaz de absorber cualquier atisbo de revolución, pero que a la vez deja que suceda.
Dios, el diablo y el teatro
A esto, los responsables del libreto han añadido una reflexión metateatral. ¿Qué papel juega el teatro en esta revolución? ¿Consigue su propósito? ¿Es el actor un diablo en la Tierra? ¿El hombre ha perdido el paraíso, o está perdido en el paraíso?
Crónica Global habla con el actor catalán acerca de todas estas lecturas que tiene el texto, y de las maneras en que entiende el teatro, como un espacio para la revolución.
--Pregunta: ¿Cómo es meterse en el papel de Dios?
--Respuesta: Es un Dios muy particular. No sabes si es él, el autor, un narrador omnisciente. Aunque se acerca bastante a esa figura de Dios. Lo hemos sacado un poco del tópico de esa idea de Dios para llevarlo a otro lado, es más gamberro y malnacido. Con Andrés encontramos rápido un hilo del que tirar. Es un papel muy físico. Yo venía del monólogo El cos més bonic que s'ha trobat mai en aquest món, donde no me movía en una hora y 45 minutos, y aquí me he desquitado. En todo caso es un personaje muy especial y muy divertido de hacer.
--Recordaba el personaje de 'El cos...', ahora este. Son personajes de mucha intensidad. No sé si es muy complicado transitarlos y deshacerse de ambos.
--Son muy intensos, pero no tengo muchos problemas con eso. Cuando me meto en la ducha, el personaje se diluye en el agua. Soy un tipo de actor que no suele trabajar mucho la psicología de los personajes ni trabajo el método. Te influye un poco, porque si haces un trabajo como el de El cos..., que es muy duro y muy exigente a todos los niveles, claro... Pero en seguida me desprendo de ellos. Aquí me divierto mucho, porque es un personaje que conecta muy bien con el público, luego parece que no. ¿Porque qué se puede hablar de este Dios o autor omnisciente?
--En todo caso es un Dios bastante tirano.
--La obra habla sobre la rebeldía, qué significa rebelarse frente al poder impuesto por no se sabe quién a veces. Habla de más cosas, pero esta es la más significativa y hace que conecte muy bien con el momento de ahora, porque ahora parece que a veces nos rebelamos contra un poder que no sabemos quién lo ha puesto. Habla de eso, de lo que significa rebelarse. Lo que la obra plantea es hasta qué punto este Deus ex machina ya lo tenía todo preparado hasta el último momento. La rebelión entra dentro de sus parámetros, por lo que es ineficiente a veces.
--Una rebeldía que el mercado, el capitalismo, se apropia. ¿Es una época difícil para rebelarse?
--Yo creo que sí, porque como en la obra este Dios siempre va un paso por delante. Cuando crees que has vencido o estás a punto y crees que la rebelión llevará a algún sitio parece que el poder va siempre un paso por delante. Yo soy muy partidario de la rebelión y rebelarnos como sociedad, porque si no lo hacemos las cosas irán a peor. Si no luchamos las cosas irán a peor. No nos queda otra que continuar haciendo escuchar nuestra voz a todos los niveles, ahora más que nunca, tal vez, con toda esta globalización, internet y este poder nuevo que parece que nos maneja más que nunca.
–Esas redes que prometían rebelión ¿nos controlan aún más?
--Totalmente. Estamos más esclavizados que nunca. Yo no juego en la redes, pero por allí nos manejan mucho. Una cosa que parecía que tenía que estar al servicio de la sociedad, de los hombres y las mujeres, nos esclaviza de manera brutal. Nos hemos de rebelar contra esto también, de eso habla la obra.
--La obra también reflexiona sobre el teatro como arma para la rebelión. ¿Qué papel juega?
--Esto pertenece más a la dramaturgia de Helena Tornero y Andrés Lima, que piensan que el teatro siempre ha jugado ese elemento subversivo. Yo también creo que el teatro es uno de los elementos más subversivos de la sociedad, por eso al poder siempre le ha hecho tanto miedo. El teatro es uno de los pocos espacios de expresión y libertad que continúan haciendo su trabajo. Hay casos muy recientes en los que ha habido censura que parece que no hay tanto en otros lugares como la literatura. O en la música, por la que hay gente encarcelada. Siempre es porque hay una polis, una letra, una idea, una política detrás. El teatro sigue siendo un lugar vivo en este sentido. Y polis entendido como revulsivo, como espacio para ello. Esto lo hacemos valer.
--¿Esa es la prueba de que el poder llega a cualquier sitio?
--El teatro, entendido como espacio de misa laica, es un lugar donde la palabra, las ideas, todavía tienen un sentido. Es un espacio que continúa siendo peligroso, de los pocos en los que el peligro se huele. Aunque nos adormecen mucho, porque tal vez hacemos cada vez más un teatro más burgués, aún quedan chispas de un teatro más combativo, que nos hace reflexionar. Esta obra quiere despertar dudas y preguntas a la gente. Eso al poder no le gusta.
--Son varias las personas que coinciden en destacar esta tendencia hacia el aburguesamiento del teatro. ¿Puede ser también una de las causas de la crisis de público? ¿O más bien esta bajada de audiencia ha hecho que se pierda radicalidad?
--Es un cúmulo de factores. Estos últimos años hubo un teatro radical, que se debe hacer. Esto que hablábamos de la absorción de las pantallas, que nos hace pensar que a través de ella lo tienes todo, influye. Pero creo que es pendular, la gente volverá al teatro, porque es una cosa viva, es en directo, donde las emociones están vivas. Mi hija hace ahora el Romeu i Julieta en la que hacen matinales para institutos y me decía que se vuelven locus. El teatro tiene una cosa viva. Quizás hemos hecho durante un tiempo mucho teatro muerto, en el sentido de que no era peligroso. Hemos usado muchas herramientas para acercarnos a las pantallas. No sé si eso es bueno, quizás hemos de volver a la radicalidad que no pasa por el discurso, no pasa por el qué sino por el cómo. Hemos de desnudarnos un poco más y quedarnos más con el cuerpo y la palabra. Es increíble cómo funcionó El cos, que era un foco y yo, sin apenas moverme y la gente entraba de manera absolutamente brutal. Pero el problema es pendular y a la que nos pongamos un poco las pilas la gente volverá.
--¿Pero no cree que se pasó de esa fiebre del audiovisual en la escenografía a la ideologización de los textos?
--El teatro es ideológico de por sí, la comedia misma. Un vodevil, cuando el amo va detrás de la criada a tocarle el culo ya dice cosas. Tal vez, hemos ido hacia una ideología muy directa, poco metafórica. Quizás deberíamos buscar más metáfora y dejar que el público piense más por sí mismo. Hemos de volver a explicar historias a través de metáforas. Últimamente hemos hecho un teatro muy reivindicativo y yo soy partidario de explicar historias como metáforas donde se implique más al público. Lo que me preocupa más de hacer teatro es cómo puedo interpelar y poner en juego continuamente al público. No que se siente en la butaca y le demos todo masticado y hecho, no marcarle dónde ha de reír. Al revés, hemos de buscar interpelarlo, que piense, entonces el espectador viene y hacemos teatro entre todos. Es muy complejo.
--En este sentido, la complejidad de 'Paraíso perdido' es ese regreso a lo que comenta. ¿Cómo la definiría?
--Sí, es muy complicado (sonríe). Ya me gusta que sea complicado de definir, porque ¿qué es? ¿Una tragicomedia? ¿Un oratorio para dos voces? ¡Yo que sé! Es un poema, de hecho. Un poema muy visual en el que se usa mucho la imagen, la música. Laura (Font) y Elena (Tarrats) cantan en directo. Y luego está el punto de Adán y Eva que nos permite jugar a hacer teatro dentro del teatro. En el fondo es un combate entre Satanás y este Deus ex machina.
--Por último, ¿si gana Dios es positivo?
--¡Eso que lo decida el público! No lo sé. Yo a nivel personal tengo mi opinión, pero no te la diré porque es interesante que cada uno saque sus conclusiones. Es un malnacido y un cafre o hemos de vigilar cómo rebelarnos.