Mar y montaña: las dos caras del Pirineo de Girona
Cultura, naturaleza y gastronomía para exprimir al máximo la Costa Brava y la cordillera en cualquier época del año
10 abril, 2022 00:00A la hora de planear un viaje los hay que prefieren relajarse junto a la orilla del mar al susurro de las olas; otros, en cambio, son más de perderse en hipnóticos valles salpicados de pequeños pueblos y vetustos templos que conservan entre sus muros siglos de secretos y de historia. Mar o montaña, el eterno dilema del viajero. Una disyuntiva que en este rincón de la Península, en el noreste del país, se desdibuja hasta desaparecer para que el visitante lo tenga todo sin renunciar a nada. Y es que apenas hora y media separa las azules aguas del Mediterráneo de las cumbres pirenaicas que coronan y vigilan este espléndido territorio.
Esta extraordinaria aventura comienza allí donde nacen, o donde mueren, los Pirineos, en el cabo de Creus, el punto más oriental de la Península. Un lugar donde encantadoras villas de pescadores rivalizan con la belleza de recónditas calas y agrestes acantilados; donde el románico más mediterráneo exhibe su majestuosidad en el conjunto monumental de Sant Pere de Rodes. Erigido a los pies del monte Verdera, con unas vistas excepcionales a las bahías de Llançà y del Port de la Selva, este imponente monasterio benedictino fue el centro de poder político, económico y espiritual más importante del condado de Empúries desde el siglo XI hasta el XIV. La iglesia, los claustros (superior e inferior) y el refectorio son algunas de las estancias más destacadas de este complejo monacal buque insignia del románico catalán.
Historia y arte; mares y volcanes
El triángulo daliniano es otro de los reclamos culturales de la Costa Brava. “En este lugar privilegiado lo real y lo sublime casi se tocan. Mi paraíso místico comienza en los llanos del Empordà, rodeado por las colinas de Les Alberes, y encuentran su plenitud en la bahía de Cadaqués. Este país es mi inspiración permanente”, afirmaba Salvador Dalí. Figueres, Portlligat y Púbol marcan los vértices de este recorrido artístico que se adentra en el onírico universo del genio del surrealismo.
Es el momento de ascender rumbo al Parque Natural de la Zona Volcánica de La Garrotxa. Cerca de 40 conos volcánicos cubiertos de vegetación decoran este insólito paraje que abarca unas 15.000 hectáreas. Para conocerlo en profundidad lo mejor es seguir alguno de los itinerarios que lo surcan y conducen por ejemplo hasta el magnífico hayedo de Jordà; a los impresionantes gredales del volcán del Croscat o a los riscos basálticos de Sant Joan les Fonts por la Ruta de les tres Colades.
De Besalú a Camprodon
En La Garrotxa conviven a la perfección un rico patrimonio histórico y cultural con la creación más contemporánea. Es posible admirar su increíble legado judío en Besalú y también disfrutar de la arquitectura moderna recorriendo los revolucionarios espacios y edificios diseñados por los arquitectos del prestigioso estudio RCR, galardonado en 2017 con el Premio Pritzker.
Este espectacular viaje que va tomando altura conduce ahora hasta los valles del Ripollès-Camprodon, Ribes y Núria. El escenario perfecto para realizar todo tipo de actividades al aire libre. Idílicos pueblos integran además este paisaje pleno de encanto y de tradiciones como la Fiesta de la lana y la boda campesina que se celebra en Ripoll en el mes de mayo. Esta zona cuenta asimismo con auténticas joyas patrimoniales como el monasterio de Santa Maria de Ripoll y su extraordinaria portalada, pequeñas iglesias, santuarios, puentes milenarios y pueblos tallados en piedra como Beget, Sant Joan de les Abadesses, Campdevànol y Gombrèn-Montgrony.
Montañas con vistas… al Mediterráneo
La última parada lleva hasta la comarca de La Cerdanya. Un territorio de orografía diversa y gran belleza. Allí se erigen las cimas pirenaicas, eternas vigías del Mediterráneo. Un lugar perfecto para la desconexión tanto en invierno como durante los meses más cálidos. Sus estaciones de esquí como el Vall de Núria, La Molina y Masella son un auténtico imán para los amantes de los deportes de nieve, pero este espectacular entorno enamora también a los apasionados del senderismo o simplemente aquellos que quieren disfrutar de la naturaleza en estado puro. Puigcerdà, capital histórica de la comarca, es visita obligada. La orilla del lago es el lugar ideal para pasear alejados del bullicio que anima sus calles y plazas durante los meses de verano.
La Cerdanya fue durante siglos una encrucijada de caminos. Pueblos como Bolvir, Martinet, Bellver y Llívia, villa que alberga la farmacia Esteve, la más antigua que se conserva en Europa, se convirtieron en lugares de paso para numerosos peregrinos. La llamada Ruta de les claus de les esglésies permite visitar las ermitas e iglesias románicas diseminadas por todo el territorio y descubrir la belleza y los secretos que esconden estos recintos sagrados.
Gastronomía con identidad propia
Establecimientos como El Celler de Can Roca en Girona, Les Cols de Fina Puigdevall en Olot, y Miramar de Paco Pérez en Llançà han convertido este enclave en un destino gastronómico de primer nivel avalado por sus 20 estrellas Michelin repartidas en 15 restaurantes. Pero la excelencia impregna toda su gastronomía. Esa que se nutre de sus puertos, de sus granjas, de sus huertos y sus viñas. La que se cocina a fuego lento y se disfruta con la mirada puesta en cualquiera de los maravillosos paisajes que brinda este bello entorno.