Las noches del Crazy Horse y Studio 54, cuando París y Nueva York eran una fiesta
Una exposición de fotografía en el Círculo de Bellas Artes de Madrid rememora la vida nocturna de los icónicos locales en los años 70
18 julio, 2021 00:00En 1976 Valéry Giscard d’Estaing presidía la República Francesa; las obras del futuro Centro Pompidou avanzaban a buen ritmo en el barrio de Les Halles; la momia del faraón Ramsés II era recibida con honores de Jefe de Estado a su llegada a la capital gala y el Crazy Horse reinaba en las noches parisinas.
Un año más tarde, en 1977, Jimmy Carter ocupaba el despacho oval; un rayo dejó a oscuras a la Gran Manzana durante 25 horas; el diseñador gráfico Milton Glaser creó el omnipresente logo I love NY y Studio 54 abría sus puertas para convertirse en el epicentro nocturno de la metrópolis.
Existen pocos lugares en el mundo donde las noches brillen más que los días como en París y Nueva York. White Nights. Timm Rautert, Crazy Horse / Tod Papageorge, Studio 54 nos muestra el espíritu noctámbulo de estas ciudades, transportándonos al fabuloso mundo de sus rutilantes, excesivas e interminables veladas.
Las medidas 'naturales' de las reinas del Crazy Horse
Siete décadas lleva el Crazy Horse animando las noches parisinas desde que en mayo de 1951 abrió sus puertas en la elegante avenida de George V. Por allí ha pasado un cuantioso número de personalidades de la más diversa índole: Elvis Presley, Salvador Dalí, John Fitzgerald Kennedy, Liz Taylor, Alain Delon, Hugh Hefner, Madonna o Pedro Almodóvar, atraídos por los impecables números de sus sensuales diosas.
Pero subirse al escenario de la mítica sala no es tarea fácil, hay que cumplir, sin haber pasado por quirófano, los siguiente requisitos: Además de guapísimas y excelentes bailarinas, las aspirantes deben medir entre 1,68 y 1,72; pesar un mínimo de 54 kilos y no más de 60; la distancia entre sus pezones debe ser de 21 centímetros y la del ombligo hasta el pubis 13 centímetros. Aún así, si no han sido bendecidas con el don del carisma y la personalidad mejor que ni lo intenten. Así lo estipuló Alain Bernardin, el fundador del legendario cabaret, que se consideraba “un apasionado admirador de la mujer y la forma femenina”.
Superados todos los requerimientos, las afortunadas crazy girls reciben un intenso entrenamiento durante varios meses y se las rebautiza con exóticos nombres como Gloria di Parma, Venus Océane, Nahia Vigorosa, Lolita Kiss-Curl o Starlette O’Ara. Estos cuerpos especiales de la seducción usan cada año 2.500 pares de medias, 300 barras de labios exclusivas Crazy Red y la nada desdeñable cifra de 500 litros de maquillaje. Nada se escatima para que cuando se alce el telón esta sofisticada troupe embelese al público con un espectáculo que derrocha fantasía, magia y sensualidad. Una tentación que en ocasiones ha contado con estrellas invitadas como Dita Von Teese, Pamela Anderson o Conchita Wurst.
Por supuesto, las bambalinas de este templo del fetichismo están vetadas a los advenedizos. Afortunado debió sentirse Timm Rautert cuando en 1976 recibió el encargo de retratar a su fundador para ilustrar un artículo en la revista alemana ZEITmagazin. Mientras esperaba pacientemente aprovechó para fotografiar a las chicas en sus camerinos. Escenas que ahora semejan ventanas indiscretas a las que asomarse.
Studio 54: 33 meses de sexo, drogas y excesos
Un año más tarde, al otro lado del Atlántico, el 26 de abril de 1977, Steve Rubell e Ian Schrager abrían en Nueva York el flamante Studio 54. Desde ese momento, el número 254 de la calle 54 se convirtió en el place to be que cada noche atraía a numerosos famosos, músicos, diseñadores, artistas y público anónimo. El derecho de admisión era caprichosamente arbitrario y las colas de la entrada legendarias. El espectáculo en el exterior era tal que las televisiones enviaban equipos para entrevistar a los repudiados. Puertas adentro, el catálogo de celebridades fue realmente asombroso: Truman Capote, Elton John, David Bowie, Liza Minnelli, Mick y Bianca Jagger, Donald e Ivana Trump, Andy Warhol, Diana Ross, Jackie Kennedy, Jack Nicholson, Barbra Streissand, Yves Saint-Laurent, Calvin Klein, Michael Jackson, Paul Newman, Cher, Shirley McLaine… Un interminable reparto de lujo para una extraordinaria fábula de luces y sórdidas sombras. Sexo, abundantes drogas, escándalos y algún que otro cadáver en el respiradero forjaron la leyenda del club más famoso de todos los tiempos que, por sorprendente que parezca, no tenía licencia para vender alcohol.
Cuentan que el carismático Steve Rubell se paseaba vestido con un enorme abrigo, cuyos bolsillos guardaban un generoso surtido de estupefacientes y numerosos fajos de billetes. Ganaban tanto dinero que en una ocasión comentó en una entrevista que “solo la mafia” lo hacía mejor. Como una premonición, el motivo de su ocaso fue el mismo que llevó a Al Capone a prisión. La fiesta acabó de forma abrupta en febrero de 1980, con Rubell y Shranger en la cárcel por evasión de capitales. El delirante sueño había durado algo menos de tres años.
Tod Papageorge logró colarse en la fiesta de Nochevieja de 1977. Lejos de perseguir al famoso de turno, las instantáneas reflejan un interés periodístico, documental y estético propios del momento. Imágenes irrepetibles que ahora se podrán ver hasta el próximo 5 de septiembre en la Sala Minerva del Círculo de Bellas Artes. Pasen y vean.