José Sanclemente: "Estoy más por el contenido informativo que por el idioma"
El editor recuerda la decepción que sufrió cuando Jordi Pujol acogió el número cero 'El Periódico' en catalán con un seco "bien, pero no es lo que a mi me gustaría"
28 febrero, 2021 00:00José Sanclemente ha desarrollado casi toda su carrera profesional en Barcelona, donde fue consejero delegado del Grupo Zeta casi 20 años y fundador del diario gratuito ADN, a medias con Planeta. también fue presidente de la Asociación de Editores de Diarios Españoles (AEDE).
En la actualidad, además de presidir la empresa editora de eldiario.es, dirige una asesoría y escribe novela negra. La última entrega, Regeneración.
Pese a entender que se destinen recursos públicos a proteger el catalán, Sanclemente nunca haría un producto informativo para aprovechar las ayudas oficiales. “Estoy más por el contenido que por el idioma”. Cuando el propietario y los directivos de El Periódico de Catalunya entregaron a Jordi Pujol el primer número del diario en catalán –un caso inédito hasta entonces en la prensa española--, el presidente de la Generalitat les dijo que no era lo que él quería. Los dejó helados. “Le salió del alma”, recuerda Sanclemente.
--Hace unas semanas el Parlamento Europeo llamó la atención a los Gobiernos para que no usaran la publicidad institucional para controlar la prensa.
--Llega tarde. El poder siempre ha intentado pactar con los medios que han publicado informaciones veraces que no le convienen, y una de las fórmulas que ha usado es la publicidad institucional. Es preocupante, pero que se soluciona con un mecanismo de transparencia, como siempre hemos reclamado los editores; criterios en función de audiencia, suscriptores; o sea homologados e indiscutibles.
Sanclemente comenta sobre la publicidad institucional en los medios de comunicación / LENA PRIETO
--Luego están las subvenciones directas para apoyar proyectos. En el caso de Cataluña, iniciativas que tengan que ver con el idioma. Usted que conoce bien Barcelona y Madrid, ¿dónde cree que hay más pesebrismo de este estilo?
--Como no hay transparencia, es muy difícil decir dónde es mayor si aquí, en la capital o en Galicia, otro territorio de subvenciones. No es malo que la prensa, como servicio público que es, reciba alguna ayuda, pero siempre debería pasar por los Parlamentos y estar sujeta a una ley que fije los motivos, incluido el apoyo al idioma. Hay que saber quién lo recibe, por qué y qué rentabilidad se obtiene.
--¿Es así como se hace en otros países?
--Si, en Francia y en Austria, por ejemplo. Cuando yo era presidente de la AEB intentamos, sin éxito, que se copiara el modelo, que los Parlamentos controlaran el mecanismo y que se pudieran rendir cuentas una vez al año para ver qué se ha invertido y con qué resultado.
--¿Tiene sentido la existencia de medios de comunicación públicos en estos momentos?
--Soy bastante defensor de la televisión pública, aunque no del modelo que la usa como otro elemento del poder. Sería tremendo que desapareciera ya que cubre espacios que la privada nunca cubrirá, pero debería estar al servicio de los ciudadanos sin que nadie meta la mano. No puede ser que a cada cambio de Gobierno se pongan allí a los peones de turno. Tampoco veo bien los presupuestos elefantiásicos de que disponen.
--Entre esos espacios que cubre el modelo público, ¿debe estar la protección del idioma, como ocurre en Cataluña?
--Me parece bien que haya una televisión que emita en catalán, que es una forma de proteger el idioma, pero que cada uno emita en lo que quiera. En eldiario.es hacemos una edición en Cataluña que no es en catalán, pero podríamos hacerlo. Lo que no pasará es que la hagamos porque la tengamos subvencionada. Dedicamos todos nuestros recursos a hacer buenos contenidos sin priorizar el idioma.
--¿Tendría que estar subvencionada por el mero hecho de estar hecha en catalán?
--Pues ahí tengo mis dudas. Un medio debería estar subvencionado por los contenidos que hace y por los productos que desarrolla, o para la investigación. Veo bien que se convoquen premios a la investigación, como hace el Ayuntamiento de Barcelona con el Premio Montserrat Roig, que ayuda a periodistas que carecen de medios suficientes y que luego se publican en cabeceras como Crónica Global, en eldiario.es o La Vanguardia. Y ahí no se discrimina si es en catalán o castellano. Estoy más por el contenido informativo que por el idioma.
--¿Comparte la idea de que los medios de comunicación madrileños son más críticos con el poder que los catalanes?
--Hay de todo. Están muy posicionados, pero claro si eres tan tan favorable a la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, pues todo lo que publiques se leerá con pinzas; y al revés. Es verdad que durante años ha circulado la idea del servilismo de la prensa de Barcelona con el poder, pero eso corresponde más a la época del pujolismo, con un Gobierno férreo que controlaba los medios. Jordi Pujol no solo los controlaba, sino que creó otros porque no le gustaba lo que hacían los editores privados.
Sanclemente opina que los medios de comunicación madrileños son más críticos / LENA PRIETO
--¿Y cómo se vivía esa situación en la piel de un editor?
--Pues, mire, le contaré una anécdota. Un director de El Periódico de Cataluña, Enrique Arias Vega, que no era de aquí, sino de Bilbao, tuvo la idea de hacer una edición del diario en catalán; no una versión catalana, sino el mismo diario traducido. Y lo planteó –en aquel momento, yo era consejero delegado-- como un proyecto aséptico, para llegar a más lectores. El cambio de idioma no debía afectar a la línea editorial, que nunca había sido nacionalista.
Cuando tuvimos el número cero, se lo fuimos a enseñar a Pujol. Íbamos Antonio Franco, que entonces era el director, Antonio Asensio, el propietario, y yo. Y nos dijo: “Bien, bien, pero este no es El Periódico que a mi me gustaría”. Le salió del alma; le gustaba el uso del idioma, pero no el contenido. Esa es la respuesta a su pregunta. Él hubiera querido que hiciéramos un diario en la línea del Avui de entonces.
--Para el propio Pujol, lo importante no era el idioma, pese a la propaganda nacionalista, era el contenido.
--Claro. Eso era lo que pasaba entonces. El negocio es complicado porque un medio tiene su ideología, que transpira en lo que publica, legítimamente. También las presiones del poder. Y después está el lector, que no suele ser crítico ni se hace autocrítica: quiere leer lo que él opina, verse reflejado y reforzado. Y se enfada con el medio cuando publica algo que no está en su norte ideológico.
--¿Les ha pasado en eldiario.es?
--Si, si. Unos lectores –siempre los mismos: troleando-- nos quisieron posicionar en las tesis de Unidas Podemos. Y cuando en nuestras páginas aparecía un socialista o uno de Ciudadanos diciendo no sé qué, pues amenazaban con darse de baja de socio. Intentamos hablar con todos ellos para decirles que ese modelo de medio no vale.
Ya se ve que son muchos los elementos que hay que conjugar para no perder la independencia.
--En Madrid es mucho más frecuente hacer apuestas fuertes y pedir la dimisión de un cargo público, cosa que en Cataluña no ocurre.
--Nosotros decidimos no publicar editoriales, o sea no tenemos dónde reclamar como empresa la dimisión de alguien. Tenemos columnistas que pueden decirlo si lo consideran oportuno.
--Su director también hace columnas, algo muy parecido a un editorial.
--Si, si, las hace. Pero siempre están basadas en información. Podemos publicar informaciones muy duras, Las 10 mentiras de Pablo Casado en la moción de censura, por ejemplo, pero no decirle usted se tiene que ir. Hicimos toda la información del master de Cristina Cifuentes y no creo que le pidiéramos en ningún momento la dimisión; le pedíamos información y le decíamos que mentía. Creo que eso es más creíble que el medio en sí se pronuncie. Eso de los editoriales que representan la opinión de un consejo editorial me parece desfasado.
--Pero el medio puede tener su propia opinión como tal.
--No lo veo así. Cada vez que publicamos una información sobre Vox que es antidemocrática, denigrante o neofascista, la gente ya se da cuenta. Unos se lo toman a favor y otros en contra.
--GAD4 hizo una encuesta de la que salía que los lectores vascos y catalanes consideran que las cabeceras de sus territorios son poco críticas con el poder.
--Es posible, todos conocemos casos que se han obviado por parte de algunos medios que tienen intereses en su accionariado o que obtienen subvenciones. ¿Hubiera publicado el tema del master de Cifuentes una cabecera subvencionada por la Comunidad de Madrid? Quizá no. Esa dependencia de los poderes políticos te convierte en parte de ellos, desaparece la crítica.
--Ese posicionamiento no solo se produce entre los medios y el poder, sino entre los periodistas. La beligerancia entre profesionales en Madrid y Barcelona es muy distinta.
--Bueno, es que en Madrid está el centro del poder, es donde se mueve todo. Y donde con más frecuencia los periodistas se sientan a la mesa con los poderes fácticos, políticos y financieros. En Barcelona hay más tranquilidad: las empresas del Ibex están allá, como el CGPJ, la propia jefatura del Estado, el Gobierno; todo. Incluso eso que llamamos las cloacas del Estado, aunque actúan en todas partes, están donde el hervidero madrileño.
--Quizá sea eso también lo que explica las puertas giratorias madrileñas para periodistas que trabajan en periódicos, en empresas industriales o financieras, en la Administración y después vuelven a los diarios. Algo que aquí sucede mucho menos.
--Es que todo está allí, es tremendo lo que allí se cuece. Es que hay muchísimas más oportunidades de trabajo, de pasar al lado oscuro de la profesión, como se suele decir. Los periodistas tienen más acceso a los grandes empresarios, lo que les abre más oportunidades. Las empresas del Ibex, a su vez, tienen vínculos con las finanzas y la política; todo se mezcla.
--¿Eso es bueno o malo para la profesión?
--Es la realidad insoslayable. Mire, acabo de publicar mi cuarta novela, pero es la primera vez que traslado la escena a Madrid porque si voy a hablar de cloacas del Estado y de periodismo, no me salían en Barcelona. Siendo Regeneración una novela negra, un género que permite cierta distorsión de la realidad, ubicar aquí esta historia habría sido poco creíble. Si hablo de la Udef y de un agente de la BIC de Barcelona, tengo que situar a la periodista protagonista en Madrid porque así es mucho más fácil que salga todo
--En el 2010 se publicó un editorial conjunto en la prensa catalana a propósito de la inminente sentencia sobre el Estatuto de 2006. ¿Cómo ve aquel movimiento tan insólito 10 años después? ¿Se podría reproducir hoy en día?
--En este momento, no. Y entonces, habría que discutirlo. Como digo, no soy partidario de los editoriales, y menos conjuntos. Tendría que suceder algo muy grave, como que se amenazara la libertad de expresión, pero incluso cada medio lo diría a su manera. Cada medio tiene sus intereses, por eso la Asociación de Medios de Información no cuaja en nada concreto.
--Le veo muy pesimista.
--Lo viví hace muchos años cuando Antonio Asensio fue amenazado por el Gobierno de Aznar por aquello de las televisiones privadas, o cuando Juan Luis Cebrián y todo el consejo de Prisa fueron procesados –luego se vio que fue una prevaricación del juez-- a instancias del Gobierno. Ni siquiera en esos casos hubo una posición común por parte de los editores, cuando en realidad lo que se amenazaba era la libertad de expresión en la cabeza del vecino.