El lipedema es un trastorno genético que padecen algunas mujeres

El lipedema es un trastorno genético que padecen algunas mujeres QUIRÓNSALUD

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No es sobrepeso, es lipedema: grasa que no se va con dieta

Cada vez más mujeres descubren que esa grasa persistente en piernas y brazos no es culpa de su alimentación ni de la falta de ejercicio, sino de una enfermedad crónica

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Hay cuerpos que no responden como se espera. Alimentación equilibrada, ejercicio regular, incluso tratamientos médicos no parecen surtir efecto. En muchos casos, el problema no es el esfuerzo, sino la causa: el lipedema.

Esta patología aún desconocida para gran parte de la población, afecta especialmente a mujeres y se manifiesta a través de una acumulación anómala de grasa en extremidades como las piernas y los brazos. No es solo una cuestión visual. Esta grasa es resistente, dolorosa al tacto y suele venir acompañada de hinchazón, pesadez y una frustrante sensación de estar luchando contra algo invisible. 

Cuestión de genética

"Muchas mujeres llegan a consulta convencidas de que padecen sobrepeso o retención de líquidos", señala la nutricionista Berta Miró, del Hospital Universitari Dexeus. "Sin embargo, lo que realmente les ocurre es que su cuerpo reacciona de una forma distinta, muchas veces por factores que ellas no pueden controlar", añade.

Y es que el lipedema no se trata de un exceso de comida o falta de voluntad, sino de una condición crónica, progresiva y estrechamente ligada a aspectos hormonales y genéticos. Su aparición suele coincidir con momentos de especial vulnerabilidad hormonal, como la pubertad, el embarazo o la menopausia. 

Más allá de la báscula: síntomas que no engañan

A simple vista, puede confundirse con obesidad o linfedema, pero el lipedema tiene un patrón propio. La desproporción corporal es una de las señales más claras: el tronco puede mantenerse delgado mientras las piernas presentan un aumento de volumen desmedido. Además, el dolor crónico, la sensibilidad al tacto y los frecuentes moratones en las zonas afectadas complican aún más el día a día de quienes lo padecen. La enfermedad avanza en grados, desde una piel lisa pero con cúmulos grasos subcutáneos, hasta un estado más severo en el que la "piel de naranja" se vuelve dominante, con nódulos grandes y zonas endurecidas que afectan a la movilidad y al bienestar.

Por desgracia, el desconocimiento médico sobre esta dolencia suele retrasar el diagnóstico. El tratamiento adecuado sólo es posible si el profesional tiene experiencia específica en lipedema, algo que no siempre ocurre. "El abordaje tiene que ser global, centrado en cada caso particular", recalca Miró. Y eso implica cambios profundos, no solo en la alimentación o el ejercicio, sino también en la forma en que se comprende el cuerpo.

Herramientas para mitigar los efectos

Aunque no existe una cura definitiva, sí hay estrategias que pueden frenar su avance y mejorar notablemente la calidad de vida. La alimentación antiinflamatoria juega un papel esencial: verduras frescas, frutas, legumbres y grasas saludables son aliados, mientras que los ultraprocesados y azúcares refinados deben quedar fuera del menú. En cuanto al movimiento, el ejercicio debe adaptarse a la situación del cuerpo: actividades de bajo impacto como el yoga, la natación o caminar favorecen la circulación sin forzar las articulaciones ni agravar la inflamación.

También es fundamental contar con terapias físicas especializadas. El drenaje linfático manual, por ejemplo, ayuda a reducir el edema y alivia la sensación de pesadez. Las prendas de compresión no solo controlan el volumen, sino que también aportan confort y estabilización. “En los casos más avanzados, la cirugía especializada, especialmente la liposucción adaptada al tejido lipedémico, puede ofrecer una notable mejora tanto en la movilidad como en el dolor”, comenta la nutricionista.

Cuidar el cuerpo... y también la mente

No hay que subestimar el impacto psicológico del lipedema. Vivir con un cuerpo que no responde, que cambia sin razón aparente, que duele y que además es juzgado, puede erosionar la autoestima. Por eso, el apoyo emocional debe formar parte del tratamiento. Grupos de apoyo, terapia individual o simplemente un entorno comprensivo pueden marcar la diferencia entre vivir con resignación o con esperanza.

Detectar a tiempo el lipedema es clave para evitar que avance y para aprender a convivir con él sin dolor ni culpa. Porque entender que esta grasa no es caprichosa, sino un síntoma de algo más profundo, es el primer paso hacia una vida más libre, más ligera y sobre todo, más justa con uno mismo.