La semana pasada desparecieron tres bancos en EEUU: Silvergate, Signature y Silicon Valley. El trío tenía una estrategia muy arriesgada, pues los dos primeros se dirigían principalmente a los inversores en criptomonedas y el tercero a las startups tecnológicas. Al tener una gran dependencia de negocios sumamente volátiles, sus resultados se los jugaban a cara o cruz.

El anverso salió cuando los tipos de interés de la Reserva Federal fueron muy bajos. Después de una rápida y elevada alza, apareció el reverso. La abundancia de liquidez y el bajo coste del dinero estimuló a los inversores a aumentar el riesgo incurrido, adquirir en mayor medida activos distintos de los convencionales y financiar empresas recién creadas. La subida de los tipos volvió a poner de moda la renta fija y las compañías con una buena rentabilidad por dividendo.

De las tres anteriores entidades financieras, la más importante fue Silicon Valley Bank debido a su mayor dimensión (el decimosexto banco de EEUU) y las repercusiones de sus actividades. Su desaparición puede dejar sin liquidez a numerosas startups, conducir al cierre de muchas de ellas, retrasar los avances de la economía digital y comportar la pérdida de un gran número de empleos muy bien remunerados.

Dichos motivos han llevado a algunos periodistas a comparar la quiebra de la anterior entidad con la de Lehman Brothers. Los elementos comunes más significativos de ambas etapas y bancos son los siguientes:

1) la creación de dos burbujas. La primera fue la inmobiliaria y la segunda la tecnológica. Ambas fueron consecuencia de un largo período de bajos tipos de interés y elevada abundancia de liquidez. En la inicial, entre octubre de 2001 y febrero de 2005, la principal referencia de la Reserva Federal se situó a un nivel igual o por debajo del 2,5%. En la última, aquella no superó el anterior porcentaje entre marzo de 2008 y agosto de 2022. Además, en la mayor parte de dicho período, el banco central adquirió una ingente cantidad de deuda pública y privada.

2) la explosión de las burbujas. Las principales causas fueron una elevada subida de los tipos de interés y una disminución del crédito bancario. La inmobiliaria inició su estallido en el segundo semestre de 2006 y la tecnológica en el último de 2022. En el primer caso, el tipo principal de la Reserva Federal aumentó desde el 1% en mayo de 2004 hasta el 5,25% en junio de 2006 y, en el segundo, lo hizo desde un 0% al 4,5% entre febrero de 2022 y 2023.

3) los ejecutivos de ambas entidades minusvaloraron el riesgo incurrido. Los de Lehman Brothers no consideraron la posibilidad de una crisis inmobiliaria. Por tanto, estaban convencidos de que las familias hipotecadas, antes de dejar de pagar el préstamo, venderían la vivienda por un importe superior al que lo compraron y liquidarían la deuda pendiente.

Los de Silicon Valley Bank creían que el dinero destinado al sector tecnológico seguiría siendo casi el mismo con tipos de interés altos que con bajos. Por tanto, cuando la Reserva Federal cambiara su política monetaria, las startups no tendrían ningún problema en abonar las cuotas correspondientes a los préstamos concedidos y seguirían conservando un elevado nivel de depósitos en la entidad.

4) sus directivos no fueron conscientes de las repercusiones del cambio de coyuntura financiera. En agosto de 2006, el precio y las transacciones de viviendas empezaron a descender. No obstante, los ejecutivos de Lehman Brothers no le dieron importancia a la disminución. Desde la finalización de la segunda guerra mundial, habían existido pocas recesiones inmobiliarias en el país, tenido un carácter light y durado poco tiempo. Una impresión reforzada por la escasa caída del precio de los inmuebles entre la anterior fecha y julio de 2007 (solo un 2%). 

Por tanto, la garantía de los bonos ligados a las hipotecas subprime continuaba siendo casi tan buena como antes. Cuando se dieron cuenta de que no era así, ya nadie quería los anteriores títulos, pues muchos de los préstamos habían entrado en morosidad y las viviendas eran muy difíciles de vender, aunque su precio incorporara una considerable rebaja.

Los recientes incrementos de los tipos de interés reducen el dinero en circulación, aumentan el peligro de recesión en EEUU y generan nuevas oportunidades para el ahorrador conservador. Por tanto, hay menos capital disponible, más competencia por atraerlo e incrementa el riesgo de invertirlo en startups. El resultado obvio es una menor capacidad de financiación de las nuevas empresas, retirada de una parte de los depósitos bancarios generados por ellas y más dificultades para pagar los créditos obtenidos.

5) el erróneo diagnóstico inicial: una crisis de liquidez. Durante el segundo semestre de 2007 y el primero de 2008, la mayoría de los analistas consideró los problemas de los bancos norteamericanos como los propios de una crisis de liquidez. Según ellos, sus activos tenían un mayor valor que sus pasivos, pero nadie quería comprar los bonos de su cartera porque no había suficiente dinero en el mercado. Para solucionar sus dificultades, bastaba con que la Reserva Federal realizara una gran bajada de sus tipos de interés.

No obstante, la verdadera crisis no era de liquidez, sino de solvencia. La primera es una enfermedad económica fácilmente curable, la segunda casi incurable. Para conseguir superar la última, se necesita la suscripción de una ampliación de capital por parte de antiguos y nuevos accionistas que tape el agujero patrimonial. Una misión muy difícil de conseguir cuando los interesados desconocen su verdadera dimensión.

En otras palabras, en el período señalado, había numerosos bancos quebrados en EEUU, entre los que estaba Lehman Brothers. Ninguno quería comprar carteras de bonos a otro porque todos tenían miedo de que estuvieran ligados a hipotecas subprime. No importaba que las agencias de rating las consideraran seguras, pues estas habían perdido por completo su credibilidad. Por tanto, su valor de mercado era prácticamente nulo y el activo de muchas entidades inferior al pasivo.

En los últimos días, la versión oficial de la desaparición de Silicon Valley Bank vuelve a ser una crisis de liquidez derivada de la retirada masiva de depósitos por parte de las startups tecnológicas. Una coyuntura que ha obligado a la entidad a vender una gran parte de su cartera de bonos y le ha generado grandes pérdidas, pues los anteriores activos valen menos cuanto más elevado es el tipo de interés al que cotizan.

La elevada minusvalía obtenida eliminó o disminuyó en gran medida sus fondos propios. Por tanto, algunos de sus clientes empezaron a sospechar que su activo ya era inferior a su pasivo y otras que pronto lo sería. Unos recelos que aumentaron sustancialmente cuando el banco anunció el pasado miércoles una ampliación de capital por valor de 1.750 millones de euros.

La operación a vida o muerte no ha tenido éxito, pues ha sido un completo fracaso. La ampliación de capital no consiguió ser suscrita y los clientes retiraron masivamente sus depósitos de la entidad. El viernes el banco feneció, pues ya era público y notorio que estaba quebrado.

6) la regulación bancaria ha sido insuficiente. La crisis bancaria posterior a la debacle de la bolsa de octubre de 1929 condujo a una regulación más estricta de las actividades de las entidades financieras (ley Glass-Steagall de 1933). En 1999, Alan Greenspan auspició la eliminación de una parte de las restricciones y la flexibilización de muchas de las que continuaron para permitir a la banca incrementar en mayor medida sus beneficios.

El resultado fue una gran expansión del crédito y la concesión de numerosos préstamos (hipotecas subprime) a personas con dudosa capacidad de pago. Un elevado crecimiento del activo sin un adecuado aumento de los fondos propios volvió vulnerables a numerosos bancos. Así, por ejemplo, en el ejercicio de 2008, el primer factor en Lehman Brothers multiplicaba al segundo por más de 30. Por tanto, una caída del valor de sus préstamos, créditos o valores de tan solo el 4% llevaba al banco a la insolvencia.

Durante la presidencia de Obama (2009-16), la Administración aumentó los controles sobre la banca. Su principal objetivo era incrementar la solvencia de los bancos y evitar las negativas repercusiones económicas y financieras derivadas de la explosión de la burbuja inmobiliaria. No obstante, en la mayoría de las ocasiones la nueva regulación conducía a una disminución de los beneficios de las entidades, pues menguaba su capacidad de apalancamiento (créditos/fondos propios).

De la anterior estricta legislación, la derogación parcial de ley Dood-Frank (2018) libró a los bancos medianos, pues no los consideraba capaces de generar un problema sistémico y la Administración Trump quería favorecer su crecimiento. Una de las entidades beneficiadas por el cambio legislativo fue Silicon Valley Bank, pues le permitió tener menos fondos propios por cada euro de activo. Una ventaja a corto plazo (más beneficio) y un gran problema a medio (menor solvencia) que ha contribuido decisivamente a su desaparición.

A pesar de las anteriores similitudes, las consecuencias de la quiebra de Silicon Valley Bank serán diferentes a las de Lehman Brothers. De una u otra manera, el primero será rescatado o adquirido por otro banco; el segundo no lo fue y su desaparición provocó un tsunami a nivel mundial. En esta ocasión, los problemas financieros difícilmente se extenderán a otros países, sino que se quedarán casi exclusivamente en EEUU.

En el peor de los casos, se trasladarán a unos pocos bancos extranjeros. Ninguno de ellos será español, pues los nuestros han sido mucho más prudentes en los últimos años que entre 2001 y 2007. Además, la cuantía prestada por ellos a las startups tecnológicas es mínima. Nunca les ha parecido un negocio interesante. En cambio, sí lo fue una masiva concesión de hipotecas, la principal especialidad de nuestras entidades financieras.

En definitiva, hágase unas palomitas y disfrute de la película americana. No va a existir una sucedánea española. A nosotros lo sucedido en EEUU nos beneficia más que perjudica. En un próximo artículo se lo explicaré.