El alcalde de Madrid, José Luis Rodríguez Almeida, al que le han recordado que la Amazonía existe / EFE

El alcalde de Madrid, José Luis Rodríguez Almeida, al que le han recordado que la Amazonía existe / EFE

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La Cumbre del Clima en la que un indígena increpó al alcalde de Madrid

La COP25 es un evento diferente: gente de todas las razas, poco público y apenas bullicio, pero uno puede toparse con el Pequeño Nicolás un día después de saber que se enfrenta a 27 años de cárcel

4 diciembre, 2019 00:00

Aunque se celebre en el mismo recinto, la Cumbre del Clima de Madrid no es Juvenalia, la feria para niños previa a la Navidad que tiene lugar cada año en las instalaciones de la Feria de Madrid. La verdad es que las COP25 se parece muy poco a cualquier otro evento habitual de Ifema, y eso que también los hay serios. Pero no tanto.

Es una cita climática, pero su temperatura es baja. Es un evento frío, aburrido de visitar si no vas a algo en concreto, en el que hay participantes pero apenas visitantes ni siquiera en la zona en que se permiten, y donde todo el mundo parece que tiene muy claro a qué ha ido allí, que luego no es así. Después compruebas que hay personas que han acudido a un acto concreto, pero están a muchos kilómetros de casa y se tragan la cumbre entera, como Caffi. Sí, Caffi --le he preguntado tres veces--, un africano de Mali que asegura que ya ha vivido cuatro cumbres del clima completas participando solo en una de sus jornadas.

Uno de los carteles promocionales de la cumbre en el interior del recinto / L. M. G.

Uno de los carteles promocionales de la cumbre en el interior del recinto / L. M. G.

Policías por todas partes

Para empezar, las medidas de seguridad son excepcionales y en el exterior del recinto hay policías por todas partes, como en las puertas de los numerosos hoteles de la capital que alojan a los participantes. Dentro es la propia Policía de la ONU quien patrulla armada, con sus agentes uniformados con ropa similar a la que estamos acostumbrados a ver en los policías de Estados Unidos. No hablan español y tampoco se prodigan mucho dialogando en otros idiomas, pero uno de ellos me confiesa al menos que la mayoría son “israelíes o libaneses”, aunque “hay de todas partes”.

Esto una vez que ha entrado uno porque, pese a estar acreditado, en este evento manda la ONU, sus medidas de seguridad y, sobre todo, su burocracia, que es insufrible. Paseando por la COP25 entiende uno aquella vieja frase de “esto parece la ONU” cuando en un sitio hay personas de distintos lugares o razas, y la seguridad que se palpa en el ambiente se ve también en pequeños detalles, como las alcantarillas de las zonas abiertas de Ifema, todas ellas selladas con precintos de la Policía del subsuelo.

Las alcantarillas del recinto de Ifema están precintadas por la Policía del subsuelo / LUIS M. GARCÍA

Las alcantarillas del recinto de Ifema están precintadas por la Policía del subsuelo / LUIS M. GARCÍA

A Almeida le recuerdan Notre Dame

Un personaje popular que no olvidará su paso por la cumbre es el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, que también ha querido estar en la COP25 y le han recordado algo que dijo no hace mucho y sigue teniendo muy presente. Una activista indígena, primero, se ha aproximado a él y le ha dicho algo, a lo que el alcalde ha respondido con un "viva la discrepancia".

Almeida se dirigía a participar en una ponencia sobre El camino hacia una ciudad sostenible y resiliente al cambio climático, cuando después de la mujer indígena se le ha acercado Mario Agreda, representante del Movimiento Indio de América, y le ha gritado: "Los niños y los jóvenes del futuro tienen que respirar", en referencia a las palabras del alcalde en un programa de niños de Telemadrid señalando que salvaría antes Notre Dame que la Amazonia. "El Amazonas es más importante que una iglesia. Te lo digo de corazón, es una crítica constructiva", le ha dicho Agreda a Almeida, que ha señalado que admite las críticas si son constructivas y el incidente no ha pasado a mayores.

"Tengo acreditación y he venido"

Es muy curioso, porque va uno andando y se cruza con grupos indígenas en taparrabos, personas de raza negra vestidas muy étnicas, rubios muy rubios con cara de guiri que se tuesta en Torremolinos, árabes también muy clásicos, orientales perfectamente trajeados, algún presunto hippie perdido de esos que luego duermen en hoteles caros, el propio José Luis Martínez Almeida o… ¡el Pequeño Nicolás!, una nota de color, un tanto opaco, en plena Cumbre del Clima.

¿Qué tendrá que aportar este hombre al evento? Es algo difícil de saber, porque ni él mismo se aclara: “Tengo acreditación y he venido”. Entrar, entró, y pudimos comprobar que el Pequeño Nicolás es más alto que Almeida, aunque no coincidieron. Después se dio una vuelta ante la atonía de los que le conocen de la tele. Físicamente parece que tiene 12 años, aunque viste como si tuviera muchísimos más. Todos los que le miran, si le reconocen esbozan una sonrisa. Doy fe.

El Pequeño Nicolás en la Cumbre del Clima de Madrid / EP

El Pequeño Nicolás en la Cumbre del Clima de Madrid / EP

Se enfrenta a 27 años de cárcel

El Pequeño Nicolás ha pasado por la COP25 este martes, un día después de que el Juzgado de Instrucción número 2 de Madrid dictara dos autos con los que le sienta en el banquillo, por hacerse pasar en 2014 por un asesor del Gobierno para estafar a un empresario, y por crear una red para obtener documentos confidenciales de la base de datos policiales. Por ello se enfrenta a más de 27 años de cárcel, acusado de estafa, falsedad, usurpación de funciones públicas, revelación de secretos e integración en grupo criminal, entre otras. Así que casi mejor que se dé una vuelta, sí, y le dé el aire.

A quien no nos encontramos, porque finalmente no asistió y se le esperaba es al actor y exgobernador de California Arnold Schwarzenegger. Mientras que algunos participantes estadounidenses han anunciado que llegarán tarde debido a la desfavorable meteorología en su país, Schwarzenegger ha aludido a “motivos personales” para no estar en la capital de España.

Las diferentes áreas del reciento reciben los nombres de ciudades chilenas, como Valdivia o Punta Arenas / LUIS M. GARCÍA

Las diferentes áreas del reciento reciben los nombres de ciudades chilenas, como Valdivia o Punta Arenas / LUIS M. GARCÍA

Madrid, capital de Chile

Otra cuestión curiosa que se aprecia en la cumbre es que en los carteles Madrid parece la capital de Chile, que es quien preside la COP y quien debería haberla albergado, pero no fue posible por la tensión que se vive en el país sudamericano. Las distintas áreas del recinto, por ejemplo, llevan los nombres de ciudades chilenas.

También se ha podido ver a muchos jóvenes en esta jornada, debido a que este martes se les daba voz: "Perdimos la oportunidad de evitar el cambio climático, no podemos perder la de mitigarlo", ha señalado Alejandro Quecedo, portavoz de la Junta Juvenil de Seo/BirdLife, en la lectura del manifiesto de Declaración Global de los Jóvenes por la Acción Climática. Estos jóvenes ya saben que la activista sueca de 16 años Greta Thunberg ya está en Lisboa y ha anunciado que llegará el viernes a la Cumbre de Madrid, aunque posiblemente no intervenga de manera oficial hasta el día 10, pero sí en otros foros paralelos a los que ha sido invitada.

Las grandes empresas ahora montan carpas de circo para dejarse ver / L. M. G.

Las grandes empresas ahora montan carpas de circo para dejarse ver / L. M. G.

'Overbooking' de periodistas

Al margen de las dos grandes zonas del recinto, la azul y la verde, y otra turquesa que se estrena en Madrid, hay estands de diferentes entidades, desde empresas a ONG. En los exteriores vemos que las empresas potentes apuestan ahora por las carpas de circo para hacerse notar, mientras que dentro observamos estands que no sabemos muy bien qué hacen en Madrid, porque allí hay un señor sentado y poco más.

El bullicio no existe en la COP25, si acaso es un murmullo permanente muy tenue, pero nunca bullicio. La zona de prensa está abarrotada de periodistas extranjeros que no salen de allí y cuando lo hacen pasa como con los que dejan la sombrilla en la playa mientras van a comer para guardar sitio, que dejan todos sus bártulos y tampoco hay manera. Así que los periodistas locales que sí asistimos a los actos tenemos que buscarnos la vida para encontrar un sitio y escribir nuestras crónicas. Y pelear con el wifi, que hay varias líneas habilitadas pero la que nos ofrecen se llama Ifema free y falla demasiado, quizá por el volumen de uso. Habrá que preguntarle a Telefónica, que es quien da cobertura al evento.