Eva Arbonés posa con sus perros ante la piscina de Mas El Mir Mas El Mir Girona
Eva Arbonés, propietaria de Mas el Mir: “Esta es mi casa. He puesto aquí todo mi corazón”
Emprendedora innata y resiliente, la empresaria catalana ha hecho de la adversidad virtud para alcanzar su sueño: tener su propio hotel
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De repente un día todo encajó. Fue en 2017, tras años de búsqueda por media geografía española. “Me conozco Asturias y Galicia de buscar casas, y al final como también buscaba en Cataluña encontré Mas el Mir”, cuenta a Mujeres en Crónica.
Eva Arbonés, alma y motor de esta masía centenaria convertida en un exquisito eco hotel boutique, ubicado a pocos kilómetros de Ripoll, en un entorno espectacular antesala de los Pirineos, Mas el Mir es un sueño construido con mucho esfuerzo y no pocas lágrimas. También una espinita que Eva tenía clavada hace mucho tiempo.
De peluquera canina a dirigir equipos
Empezó a trabajar a los 16 como peluquera canina y auxiliar de clínica veterinaria hasta que, como tantas veces ocurre, el amor se cruzó en su camino. “A los 24 me enamoré, me fui para la montaña y compramos unas ruinas en el 2000. Estuvimos cuatro años de obras”. Aquella experiencia dejó una huella imborrable que en cierto modo ha definido toda su trayectoria. Primero, porque fue una suerte de master en construcción. Su suegro se lo enseñó todo y descubrió que se le daba bien dirigir equipos.
Aprendió también que con empeño es posible darle una segunda vida a un lugar que había dejado de existir hacía tiempo. Así nació Cal Paller, en el Alt Urgell, su primer hotel y su segundo master porque mientras lo gestionaba se matriculó en la escuela de cocina Hoffman de Barcelona. Así estuvo tres años compaginado sus estudios de cocina y pastelería con su trabajo en el hotel. Después se separó y lo perdió todo.
De Barcelona a Avilés
Se instaló en Barcelona, y Xavier Franco del restaurante Saüc le dio trabajo. “Empecé de cero. Imagínate, de llevar tu hotel a llevar sola la partida de pastelería de un estrella Michelin. Las pasé putas, hablando claro (...) Lloré allí lo que no había llorado en mi vida. Todo el mundo se iba a su casa al mediodía y yo me quedaba porque no llegaba al nivel, no llegaba a la mise en plat de los petit four de las recetas de pastelería.
El eco hotel cuenta con un total de 7 habitaciones, todas decoradas por Eva Mas El Mir GIrona
El resto de compañeros eran de la escuela Bulli y similares, y cuando no vienes de toda esa escuela te hacen mucho bullying. Lo pasé fatal, me sentía como un husky en la ciudad, estaba todo el día llorando”. Aun así aguantó un año y se marchó con la satisfacción de haber defendido su trabajo con tesón y honestidad.
Y de nuevo el amor. Conoció al chef Francisco Heras, su pareja los siguientes cinco años. Juntos se embarcaron en una nueva aventura, esta vez en la ciudad natal de él, Avilés. Allí, en la monumental calle Galiana abrieron un restaurante de cocina asturiana-catalana, el Llamber. Recuerda Eva que coincidió con el boom del Centro Niemeyer y la consecuente dinamización económica y cultural de una ciudad que de repente estaba en el radar de artistas, gestores culturales y emprendedores. El suyo fue el primer restaurante de los muchos que llegaron poco después.
Llamber y El Chigre, de nuevo Barcelona
El negocio iba viento en popa pero su relación estaba en crisis. Un día tuvieron la visita de unos comensales muy especiales. Los dueños del grupo Aire Ancient Baths y les propusieron abrir el restaurante en la capital catalana. “Nos separamos definitivamente cuando regresamos a Barcelona pero continuamos trabajando juntos en el Llamber. Fue un exitazo”.
Mientras tanto, Eva colaboraba también como interiorista en otros proyectos con sus nuevos inversores. El Hotel Mas Salagros de Vallromanes y el Aire Ancient Baths Sevilla llevan su sello.
Los proyectos se sucedían y el estrés se acumulaba. “Hice un stop y me fui dos años a vivir a Italia, a Nápoles y a la Toscana”. Una nueva propuesta de sus socios la hizo regresar. Abrir El Chigre, la célebre vermutería-sidrería del Born, junto a la basílica de Santa María del Mar.
Un lugar, un sueño
El Chigre también fue “la bomba” durante unos años. Pero Eva siempre había deseado tener su propio hotel y quitarse esa espinita que tenía clavada. “Mira que he visto casas pero cuando entré en Mas el Mir el corazón me iba a cien. Es esta, es esta, pensaba. Todo me cuadraba, todo. Los espacios, cada habitación tenía su baño, los espacios comunes todos en la misma planta, tenía suelos, agua y calefacción. Había que hacer cosas pero era perfecta”.
Encajaban hasta los numerosos muebles y objetos que durante años había ido recolectando en mercadillos y anticuarios. “Cuando me vine, llegué con ocho trailers, uno solo de plantas que llevan conmigo desde hace 25 años”.
El desayuno es una selección de productos locales Mas el Mir Girona
Cada cosa tenía su lugar, los muebles, la pila de piedra que ahora decora la cocina, la grifería francesa, hasta un santo que había comprado en un mercadillo de Francia y que ahora ocupa uno de los altares del comedor. Es como si todos esos objetos hubieran estado perdidos esperando a que alguien los rescatara y devolviera al sitio que siempre les correspondió.
Y es que detrás de la magia de Mas el Mir no hay ningún prestigioso estudio de arquitectura o reconocido diseñador. Ni falta que hace. La habilidad, el buen gusto, la exquisita sensibilidad y las manos de su propietaria están detrás de cada rincón de esta acogedora masia catalana documentada desde 1366. Un proyecto que Eva construyó, literalmente, piedra a piedra.
Un proyecto 100% sostenible
La eficiencia energética, la sostenibilidad y el confort fueron desde el principio aspectos fundamentales del proyecto. La caldera funciona con biomasa, 24 placas solares generan la energía necesaria para el óptimo funcionamiento del hotel, las pinturas y los textiles son naturales, todos los muebles son antiguos y han sido restaurados y no utiliza ningún producto químico para la limpieza, sólo agua con ozono, nada más.
En cuanto a la propuesta gastronómica de la que también se encarga, por algo es una magnífica chef y sublime repostera, igualmente se ajusta a su filosofía extremadamente respetuosa con el medioambiente y refleja la identidad del territorio. Los magníficos desayunos con una irresistible selección de productos locales y artesanales: croissants, panes, quesos, embutidos, mermeladas, fruta, yogures.
También los picnic por si los clientes quieren disfrutar del entorno natural, o las cenas bajo demanda, donde Eva cocina sobre todo verduras ecológicas que le sirve una productora de Olot. “Igual hago una coliflor en tres cocciones con masala que una ensalada de tomates con albahaca fresca. Y en la misma tabla pongo por ejemplo un trinxat o unos pepitos de carrillera. Hay muchos colores, mucha variedad, es una explosión de sabores y visualmente es muy bonito”.
El lujo de autenticidad
Encanto, serenidad, armonía y naturaleza en estado puro. Todo esto es lo que se percibe al atravesar los muros centenarios de Mas el Mir. Esto no es un hotel, le dicen los huéspedes. “Esta es mi casa. Es un proyecto muy personal. He puesto aquí todo mi corazón, ha sido un reto en mi vida, como un sueño. Tampoco he tenido tiempo de pensarlo mucho, simplemente he tirado como un buey”. Ha merecido la pena.
“El otro día mi hermana me decía: ya puedes estar orgullosa, nunca había visto Mas el Mir tan bonito. Los amigos y todos los clientes están encantados. Se pasan el día haciendo fotos”. Como unos franceses que resultaron ser la directora creativa de Art & Décoration y un reconocido diseñador de muebles; o una pareja que parecía estar fuera de sitio y sin embargo, como los objetos de Eva, estaban donde querían estar.
El lujo es sentirse como en casa
“Esto es el nuevo lujo”, le dijo la clienta, que resultó ser la directora de Vogue en Emiratos Árabes. El nuevo lujo ya no es solo el envoltorio, es sentirte como en casa. En Más el Mir es la sensación de llegar a un lugar muy especial, hermoso y reconfortante, pero sobre todo es la omnipresencia de Eva desde que te recibe con una sonrisa, cocina con cariño, hace las habitaciones u organiza una cata de quesos con productores locales o un taller de cosmética natural o de astronomía.
Ahora, ocho años después de emprender esta locura, a veces, puede detenerse unos minutos y contemplar con calma este sueño hecho realidad. “Al principio era cuestión de no pensar. Ahora me va mejor y me puedo dedicar a hacer licor, saquitos de lavanda o cuidar el jardín. A veces cuando llueve o en invierno cuando salgo afuera y veo esos espectáculos de nubes, me paro y digo: Eva, ¡cómo la has liado! Esto es tuyo. No sé muy bien cómo expresarlo, no soy muy buena con las palabras”. Lo que sí sabe es que el esfuerzo ha merecido la pena.