Las grandes familias de la burguesía catalana y Grant Dalton ya negocian flecos y detalles sobre la próxima edición de la Copa América en Barcelona. Para ello, el Emirates Team New Zealand debe ser el vencedor el próximo 13 de octubre.

Las conversaciones se están celebrando a puerta cerrada y con discreción, sabiendo que si los italianos o los británicos son los ganadores de la edición, todo queda en agua de borrajas. El Ayuntamiento de Barcelona ha mantenido, de momento, una postura favorable a la competición, siempre resaltando las externalidades positivas del evento para la ciudad.

Ello tiene lugar en plena ofensiva de los críticos a la Copa América de vela, y con un giro de 180 grados por parte de Barcelona en Comú. Pese a que Ada Colau aceptó la celebración de la regata más importante del mundo en la ciudad, ahora ella y su partido han cambiado el argumentario y se han opuesto frontalmente a una posible segunda edición. 

Dalton aprieta 

Aunque fuentes cercanas al consistorio niegan que existan dudas sobre la repetición de Barcelona como sede, el rumor ha corrido estas semanas entre algunos empresarios de la ciudad. La tesis del Ayuntamiento es que la ciudad nunca apostó por ser la sede permanente, pero que si Grant Dalton desea repetir, la segunda edición en la capital catalana es uno de los escenarios posibles.

Dalton cada vez está más a favor de repetir en Barcelona. El presidente de la Copa América y líder del equipo neozelandés empieza a notar los esfuerzos de múltiples actores para que esta primera edición sea un éxito. Ello también se traduce en una mayor facturación y beneficios para la America's Cup, que ha logrado destacados patrocinadores que se habían descolgado en anteriores regatas. Además, el líder de los kiwis ya tiene la estructura empresarial y las instalaciones montadas en Barcelona, lo que le disuade de buscar otra ubicación.  

Regatas de la Copa America en Barcelona Luis Miguel Añón

La mala prensa de la competición

Otra cosa serán los posibles socios de Collboni a la hora de aprobar los presupuestos: no será fácil convencer a Colau (otra vez) de las bondades de la Copa América y que acepte aportaciones de dinero público de nuevo. Más cuando una negativa al evento se podría leer en clave electoralista: el 53% de los barceloneses no creen que la competición aporte beneficios a la ciudad, según una encuesta de EM-Analytics para Crónica Global y Metrópoli Abierta.

Mientras la ciudad se engalana para la final del próximo fin de semana, los lobis económicos se movilizan pensando a futuro. Las grandes familias de la burguesía catalana vinculadas a la náutica (Puig, Rodés, Carulla o Guardans, entre otros) están ilusionadas con la posibilidad, e incluso sondean con Grant Dalton adelantar la fecha de la competición a 2026, dentro de dos veranos.

Conjura público-privada 

Clave será también el papel de la nueva Generalitat, comandada por un Salvador Illa que, en principio, estaría a favor del evento. Dentro del Govern, todas las miradas están puestas en Albert Dalmau, actual consejero de Presidencia, quien fue gerente del Ayuntamiento, mano derecha de Collboni entonces y pieza clave en el buen aterrizaje de la Copa América a Barcelona.

A una semana de las finales, la sociedad catalana tiene claro que otras regatas surcarían el mar de Barcelona sólo si se repitiera la inaudita colaboración entre el sector público y el privado que atrajo la presente edición. En aquel histórico cónclave colaboraron Barcelona Global, la Fundació Barcelona Capital Nàutica, la Generalitat de ERC, el Ayuntamiento de Colau, el Port, la Diputación, el Gobierno de España y 25 fortunas catalanas que avalaron la candidatura personalmente sin ninguna garantía. 

Los Puig, pieza clave

Que la competición haya zarpado este año en mar catalán se debe, sobre cualquier cosa, al olfato de los Puig, con un papel destacado de Daniel Puig. La familia perfumera recibió en 2021 una llamada de Guillermo Altadill, un navegante cercano a Grant Dalton que buscaba una nueva ubicación para la competición deportiva que permitiera atraer audiencia de Asia y América.

Los Puig se pusieron en marcha y, junto a Barcelona Global y su presidenta Aurora Catà, buscaron apoyo en las administraciones y el patrocinio privado mientras negociaban con Dalton. El pacto se selló en una cena en la sede de Barcelona Global con la burguesía más granada de la ciudad, a la que acudieron también Collboni y Dalmau. El resto es historia: se movilizaron 80 millones del erario público (con la sorprendente bendición de Colau), patrocinios millonarios del sector privado y se prometió un impacto de 1.200 millones en la ciudad. 

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