Un inversor muy peculiar acaba de aterrizar en el capital de Grífols, aun sumida en una tormenta bursátil que levanta no pocas incertidumbres. Chris Rokos es uno de esos enfants terribles de la industria de inversión en EEUU, que ha sido noticia en los últimos años tanto por sus indudables éxitos como por algún que otro estrepitoso fracaso.
El fondo que creó hace ocho años ha tomado una participación ligeramente superior al 1% en Grífols, en un momento particularmente delicado para la farmacéutica, que hace unas semanas afloraba 1.100 millones de euros de deuda contable que no aparecía en su balance y ve alejarse en el tiempo su objetivo de reducir el apalancamiento financiero que la lastra desde hace tiempo.
De la banca al estrellato
Rokos es uno de esos gestores capaces de generar riqueza. Y, además, en abundancia. Ex de Goldman Sachs y de Credit Suisse, fue precisamente su experiencia en el banco helvético la que marcó un punto de inflexión en su carrera. Hasta allí llegó reclutado por el gestor Allan Howard, que no tardó en abandonar la entidad centroeuropea junto con el propio Rokos y otros miembros de su equipo para emprender su propia aventura con el hedge fund Brevan Howard.
Con apuestas sumamente arriesgadas pero muy ambiciosas y alternativas, Rokos logró levantar en torno a 4.000 millones de dólares y contribuyó a hacer de Brevan Howard uno de los hedge funds más importantes de Europa.
Especializado en operar con bonos soberanos, Rokos dejó la disciplina de Brevan Howard y optó por montar su propio fondo tras el verano de 2015. Los inicios de la entidad ya fueron "prometedores". Fue capaz de obtener rentabilidad con deuda británica pese a errar con los pronósticos y apostar que el referéndum de 2016 determinaría la permanencia de Reino Unido en la Unión Europea.
Ese mismo año logró rendimientos superiores al 20% al interpretar de forma correcta la trayectoria de los bonos estadounidenses en el contexto de la victoria electoral de Donald Trump.
Sigue el castigo
Rokos sorprendió a toda la industria cuando logró culminar el fatídico 2020, marcado por la pandemia del coronavirus, con rendimientos de dos dígitos para su fondo. Y también el pasado año, en el que generó 1.000 millones de dólares en su apuesta contra el bono estadounidense.
Con este historial, Rokos aterriza en Grífols, un valor muy castigado precisamente por su deuda y en un momento en el que la compañía se plantea volver a emitir bonos para afrontar parte de los vencimientos de deuda sin recurso que debe afrontar el próximo año.
Tras la reexpresión de sus cálculos de deuda y resultado operativo (ebitda), forzada por el requerimiento de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), su apalancamiento se ha vuelto a disparar por encima de ocho veces, lo que hace que la venta del 20% de la compañía china Shanghai RAAS a Haier no sea suficiente para el plan de saneamiento de la empresa.
Precisamente, el anuncio de que Grífols se plantea acudir de nuevo a los mercados de renta fija en busca de financiación cortó una racha positiva en bolsa, que había llevado al valor a escalar más de un 14% en siete sesiones de las que tan sólo una finalizó con tono negativo.
Especulación
Grífols ha concluido la semana como el cuarto peor título del Ibex en este periodo, con un descenso global del 5%, que hace que los retrocesos acumulados desde que se inició el año superen el 44%.
Junto a Rokos también afloró una participación relevante en el productor de hemoderivados el banco de inversión estadounidense Goldman Sachs, precisamente una de las antiguas casas del afamado gestor.
No obstante, el movimiento tiene un claro carácter especulativo, dado que cerca de un tercio del 6,1% declarado por la entidad estadounidense en el capital de Grífols lo destina al préstamo de valores. Tras una intensa actividad en la peor etapa de la crisis bursátil, los fondos bajistas se mantienen al acecho, a la espera de próximas novedades sobre la compañía.