La inversión de Repsol en reforestación se atasca en las cuentas de Sylvestris
La iniciativa de la Fundación Repsol, presidida por Antonio Brufau, y dirigida por António Calçada de Sá, fracasa frente a la de su competidor Iberdrola, que apostó por invertir en CO2 Revolution
6 abril, 2022 00:00La necesidad de buscar alternativas para compensar la huella de carbono de la actividad de Repsol ha propiciado que la compañía que preside Antonio Brufau lanzase una política de inversiones agresiva a través de su fundación, que encabeza el mismo ejecutivo, que no ha generado los resultados esperados. Impulsó la firma de reforestación Sylvestris con una inversión que se ha atascado en la cuenta de resultados de esta empresa de economía social.
Repsol siguió los pasos de otros competidores como Iberdrola. Desde el sector se apunta a que la líder del Ibex parece haber encontrado el camino con su partner en el negocio de la reforestación, CO2 Revolution. La empresa emergente fundada por Juan Carlos Sesma basa su innovación en el uso de big data y está en positivo tanto en facturación como en resultado. Lo gestiona el mismo equipo que triunfó con Wallbox, una de las claves de su evolución.
Objetivos de Sylvestris
No ocurre lo mismo con Sylvestris. El plan pactado con la petrolera era igualmente ambicioso, y respondía al compromiso de Repsol de inversión en empresas con triple impacto (social, medioambiental y económico).
Acordó reforestar 2.200 hectáreas de bosques hasta 2024 en diciembre de 2019, cuando Repsol Impacto Social inyectó una cifra millonaria en la compañía y tomó el 21,39% de su capital social.
La hoja de ruta estaba certificada por la Oficina de Cambio Climático e implicaba absorber 165.000 toneladas del CO2 emitido a la atmósfera. El impacto laboral estimado alcanzaba las 2.500 personas y se priorizaba la contratación de vecinos de zonas rurales en situación de vulnerabilidad. Aun así, su ejecución se complicó. Los mismos interlocutores apuntan a que es imposible trazar que se haya cumplido por la falta de fiscalización circular, la supervivencia de los árboles que se han plantado.
‘Joint venture’ con Land Life
Un año después, en noviembre de 2020, Repsol anunció que Sylvestris se uniría con Land Life para constituir una joint venture que se dedicaría a crear empresas de reforestación y gestión forestal a gran escala en España, Portugal y Latinoamérica. Las partes, liderada por Luis Casado Padilla como Director de Repsol Impacto Social, se dieron semanas de tiempo para empezar a trabajar de forma conjunta, pero a finales de enero de 2021 los trámites burocráticos aún no habían concluido. Así lo reconocieron al lanzar la primera acción conjunta, tal y como informó la prensa local.
Plantaron 53.000 árboles, repartidos en 64 hectáreas en la localidad palentina de Fresno del Río. Eligieron tres zonas afectadas por incendios forestales y abandono agrícola que restaron 108.000 toneladas de CO2 en la atmósfera. Igual que la firma de economía social, la gestión de los proyectos conjuntos también ha ido más lenta de lo que se había previsto, señalan las mismas fuentes. Como cuestión básica, tampoco se ha hecho seguimiento de los árboles que aún siguen vivos en esta zona de Castilla y León.
Necesaria excelencia en la gestión
Otras fuentes del sector señalan que la realidad en la que está inmersa Sylvestris es la habitual en compañías análogas. Destacan que, de entrada, aunque se trate de una empresa de economía social que no persiga obtener grandes beneficios con su negocio, asumir una rentabilidad real es complejo, por ser un negocio sin casi márgenes. Por lo que requiere de una gestión excelsa que se asegura que en la firma por la que ha apostado Repsol no se da.
Las cuentas de resultados de los últimos cuatro años muestran el declive de Sylvestris a pesar del apoyo de la petrolera. La facturación en 2016 y 2017 se mantuvo estable --202.742 y 270.416 euros, respectivamente--, pero el apoyo de la cotizada se notó en los siguientes ejercicios. En 2018 legó a los 401.302 euros, subió a 490.738 el siguiente y cerró 2020, el último con los datos presentados en el Registro Mercantil, con 509.777 euros.
Caída de beneficios y mayor endeudamiento
Esta evolución in crescendo no se traslada a los resultados. En 2016 la compañía ganó 3.275 euros, cifra que aumentó hasta los 10.661 euros un año después. En 2018 se dio el salto hasta los 50.612 euros y en 2019 se tocó el techo con unos beneficios de 53.736 euros. El tropezón llegó en 2020, cuando se redujeron hasta los 29.383 euros.
También preocupa el endeudamiento, que en 2020 estaba fijado en una ratio del 82,48% del total de Sylvestris. Este porcentaje contrasta con el 34,2% del ejercicio anterior, y supone un récord desde la fundación de la empresa de economía social en 2013. Las cuentas presentadas arrojan unos fondos propios de 418.424 euros, un pasivo fijo de 1,63 millones (todo ello por las deudas contraídas con acreedores) y otro líquido de 335.366 euros. Es decir, el apalancamiento neto está en el entorno del 390% del total.
Conclusión del auditor
El propio auditor, Grosclaude & Partners, firma la fiscalización de las cuentas de 2020 con la conclusión de que las cifras son “favorables con incertidumbres”. Señala que el consejo de administración del grupo ha advertido del impacto de la crisis del coronavirus sobre la evolución de la empresa, pero que resulta “prematuro realizar una estimación respecto a los posibles impactos sobre las cuentas anuales”.
Fuentes sectoriales apuntan a que las expectativas de futuro de Sylvestris son complejas más allá del parón vinculado a la crisis epidemiológica. Indican que ha consumido toda la inversión de la petrolera sin que la gestión haya implicado un despegue de los resultados. Por todo ello, apuntan a la necesidad de mejorar el capítulo de la gestión para seguir a flote en un ejercicio lleno de incertidumbres y con una nueva recesión en marcha vinculada a la inflación.
Sylvestris esta presidida por Enrique Enciso y su consejero delegado es Francisco Martínez Sanz. Completan el consejo Natalia Josefa Cortina, Ignacio Ibáñez y Nolabey Grup, una firma de Barcelona dirigida por Juan Juanola.