El dinero es pusilánime por naturaleza. Aborrece la incertidumbre y la inseguridad. Abomina del riesgo. En cuanto huele problemas o avizora nubarrones, toma la prudente decisión de abstenerse, o sea, de ponerse a buen resguardo.
Esto es lo que ha ocurrido en Cataluña con los grandes señores de la pasta, desde que Artur Mas inició el procés hace cinco años. El golpe de Estado perpetrado por Carles Puigdemont y sus secuaces propina la puntilla.
Pérdida devastadora
Desde el 2 de octubre, día siguiente del fraude electoral del referéndum, se han movido fuera de la comunidad autónoma 3.500 empresas. Si se eleva la mira del telescopio, en el último quinquenio hasta hoy se han largado ya unas 5.600 empresas. Este es el saldo neto de salidas y entradas. La pérdida para esta comunidad es sencillamente devastadora.
Se han esfumado empresas de todo tipo y de todos los sectores de actividad. Compañías industriales, comerciales y de servicios. También se ha escabullido la crème de la crème de los supermillonarios que había por estas latitudes.
En este caso, a la inseguridad jurídica que campa a sus anchas por Cataluña se suma otro factor adicional que invita a levar el ancla e izar la vela en dirección a otros meridianos. Se trata del inicuo y sangrante impuesto sobre el patrimonio. En el territorio catalán, se ven obligados a pagarlo todos los ciudadanos a partir de medio millón de euros. El año pasado se registraron unos 70.000 contribuyentes por tal concepto.
Para una fortuna media, de tres, cuatro o cinco millones de euros, que abundan en Cataluña, el hecho de estar empadronado en Barcelona supone un desembolso de varias decenas de millares de euros. En Madrid la gabela es inexistente.
Crónica Global ha seleccionado unos cuantos ciudadanos acaudalados de esta región que han ahuecado el ala. En conjunto, cinco grupos familiares se han evaporado llevando consigo la friolera de 5.400 millones de euros. Cuatro de los cinco huidos han decidido fijar el domicilio en Madrid. El quinto ha peregrinado a Luxemburgo.
Antonio y Jorge Gallardo Ballart: 1.620 millones
Son accionistas de referencia de los potentes laboratorios barceloneses Almirall, fundados por su padre tras la Guerra Civil. Conservan un paquetón del 58%. El lote está tasado a los actuales precios de bolsa en cerca de 900 millones.
Los hermanos Gallardo figuran entre los más madrugadores a la hora de huir del infierno fiscal catalán. Ya a finales de 2012 trasladaron a Madrid las sociedades de cartera que controlan los paquetes accionariales de su industria farmacéutica.
Semanas atrás, repitieron la jugada con la compañía patrimonial que engloba el resto de sus bienes, al margen de Almirall. Se titula Goodgrower y embalsa 720 millones.
En conjunto, pues, los caudales que los hermanos Gallardo han movido a la Villa y Corte ascienden a 1.620 millones.
Josep, Óscar y Meritxell Vall Esquerda: 1.340 millones
Los tres hijos de Josep Vall Palou, fallecido repentinamente el 20 de octubre de 2015, han heredado el imperio agroganadero Vall Companys, uno de los más descollantes de su especialidad en Europa.
Inversions Fenec, la sociedad matriz de la que depende este gigante, trasplantó recientemente su domicilio social de la Via Augusta de la Ciudad Condal a Madrid.
También están residenciadas en Madrid las tres sociedades de cartera, una de cada hermano, que a su vez tienen el dominio de Inversions Fenec. Los activos consolidados del grupo se sitúan en 1.340 millones.
Alberto Palatchi Ribera: 1.100 millones
Alberto Palatchi Ribera recibió de su padre Pronovias, cuando ésta era una firma de dimensiones modestas. Gracias a su visión y liderazgo, la entidad devino uno de los principales grupos textiles del mundo en su ramo. El pasado verano vendió la marca por 550 millones. Retuvo la propiedad de las fábricas, las naves industriales, las tiendas y todos los bienes raíces que había en Pronovias. Esos activos, más otros 600 millones que posee en varias sicavs, están guarecidos en la sociedad Galma.
En fechas recientes esta entidad se ha instalado en la calle Zurbarán de Madrid. Palatchi también se ha llevado para allá los fondos que ingresó por la venta de Pronovias. En resumen, el empresario se ha escamoteado de Cataluña de un plumazo con casi 1.100 millones en la faltriquera.
Ricardo Portabella Peralta: 907 millones
Multimillonario por herencia de su tío, que era accionista de Danone, Ricardo Portabella es titular de la sociedad Anpora, que canaliza inversiones en empresas inmobiliarias, financieras e industriales desperdigas por España, Alemania, Reino Unido, Suiza y Luxemburgo.
Pese a que reside habitualmente a orillas del lago Leman ginebrino, mantenía de antiguo su cuartel general en el paseo de Gracia barcelonés, esquina Consejo de Ciento, tal vez por motivos sentimentales.
Pero eso se acabó para siempre. A comienzos de este mes de enero, decidió mover la sede de su conglomerado a Luxemburgo. Sus activos ascienden a 907 millones.
Liliana Godia Guardiola: 400 millones
Liliana Godia Guardiola es la segunda hija del recordado empresario Francisco Godia Sales. La opulenta fortuna de éste, fallecido en 1990, se la repartieron Liliana y su hermana Carmen.
Liliana concentra sus bienes en la sociedad BCN Godia. En diciembre, el Boletín Oficial del Registro Mercantil publicó el cambio de sede de la empresa: de la Diagonal ha viajado a Getafe. En BCN Godia tiene unos bienes de 400 millones.