Ana Pastor, presidenta del Congreso y exministra de Fomento / FOTOMONTAJE DE CG

Ana Pastor, presidenta del Congreso y exministra de Fomento / FOTOMONTAJE DE CG

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La herencia de Ana Pastor en Fomento, una nueva amenaza para el objetivo de déficit

Las deudas acumuladas por el ministerio por los contratos con las autopistas y el coste del conflicto de los estibadores superan de largo el 1% del PIB

23 marzo, 2017 00:00

Se acumulan los motivos de preocupación para Ana Pastor, presidenta del Congreso y exministra de Fomento. Goza de fama como gestora eficaz y seria. Se dice de ella que suele sacar adelante los asuntos que le competen con mano diestra. Además, luce una exquisita educación, muy valorada por sus colaboradores.

Es amiga y devota seguidora de Mariano Rajoy, a quien secunda con una fidelidad a prueba de bombas. Pero su infeliz paso por el Ministerio de Fomento ha dejado un auténtico reguero de costosos desastres. Sus graves consecuencias empiezan a aflorar ahora con toda crudeza.

Las consecuencias económicas de los muertos que han quedado sobre la mesa del ministerio son de tal calado --superan el equivalente al 1% del PIB-- que constituyen una nueva amenaza contra el cumplimiento de los objetivos de déficit a que se ha comprometido el Gobierno español ante Bruselas para los próximos. Cumplimiento que antes de que se produjeran estos descosidos ya eran cuestionados por todos los analistas.

Cristóbal Montoro, el titular de Hacienda, anunció ayer que el déficit de 2016 podría quedar en el 4,33% del PIB, por debajo del objetivo del 4,6% si no se tienen en cuenta las ayudas públicas a la banca. En 2015 fue del 5,1%, frente al objetivo del 4,2%; mientras que este año debería quedar por debajo del 3,1%.

Casi 6.000 millones

El agujero más abultado de los que deja el Ministerio de Fomento proviene de las nueve autopistas radiales de Madrid. Todas ellas están en quiebra y arrastran una deuda colosal. El delirio megalómano de esas vías, alumbrado en tiempos de José María Aznar, lega un agujero de 3.500 millones de euros, más otros 2.300 millones por las inversiones de las constructoras y el coste de las expropiaciones. En total, 5.800 millones que habrán de afrontarse un día u otro con cargo al bolsillo de los contribuyentes.

El Gobierno pretende rebajar el quebranto por medio de la condonación parcial de las deudas. Pero hay un problema. Ocurre que los bancos que financiaron esa locura, cansados de no cobrar, vendieron el grueso de sus préstamos a varios fondos buitres norteamericanos. Y éstos no se andan con remilgos ni medias tintas. Sólo quieren una cosa: cobrar hasta el último céntimo.

Más autopistas

El otro entuerto atañe a la concesionaria de autopistas Abertis. En 2006, la veterana socialista Magdalena Álvarez, ministra de Fomento, acordó con Abertis la construcción de un carril adicional, desde La Jonquera hasta Tarragona. La concesionaria adelantó el importe de las obras. Y el ministerio se comprometió a reembolsarlo posteriormente. En total, 700 millones.

El contrato contiene una cláusula por la que Fomento se obliga a compensar las posibles bajadas de tráfico. Eso es cabalmente lo que aconteció. Durante la pasada crisis, el trasiego de vehículos adelgazó de forma implacable y la deuda engordó cada año en proporción similar. El Tribunal Superior de Justicia de Madrid acaba de sentenciar que esos pasivos, por un total de 1.494 millones, vayan a cargo del erario público, es decir, de todos los ciudadanos.

Los estibadores

Por si lo ya transcrito fuera poco, Pastor deja una tercera patata caliente a su sucesor en el ministerio, Íñigo de la Serna. Se trata del conflicto con los estibadores. La sentencia europea que reorganiza y liberaliza el sector, lleva fecha del 11 de diciembre de 2014. Pastor no movió un dedo en su día para evitar el embrollo.

El Gobierno se empeña en aplicar la sentencia mediante un decreto, pero la oposición le ha tumbado la iniciativa. Ello implica mantener inalterado el actual statu quo de los manejos portuarios. Y, a la vez, que Bruselas pueda imponer sanciones de 133.000 euros diarios a la administración hispana. El primer supuesto no es nada edificante. Y el segundo, aún menos.