Es la comparación cuñada de la semana. Los estibadores son los nuevos controladores aéreos, según algunos tertulianos de radio y televisión y usuarios de Twitter y otras redes sociales.
Los defensores de esta tesis subrayan el salario de los dos colectivos, sus "privilegios laborales" respecto a otros sectores y la capacidad de impacto sobre la economía con sus protestas. Los contrarios, por su parte, ponen el acento en la muy distinta configuración de las dos capas productivas.
"Si hay alguna similitud entre nosotros y los controladores, no la veo. En la estiba trabajamos a bajas temperaturas, con bruma, nieve, lluvia o viento. Y con el peligro de que nos caiga una gran pinza metálica encima", defiende Albert Gil, del comité de empresa de Estibarna.
Una tesis similar abona Josep Maria Deop, secretario de la Coordinadora Estatal de Trabajadores del Mar en la capital catalana. "Si alguien nos ve privilegiados es que quizá soslaya sus propias condiciones. ¿Tener un convenio en vigor es un privilegio?, ¿y 30 días de vacaciones?, ¿y nóminas de 1.500 euros, que las hay, en una ciudad carísima como Barcelona?", se pregunta.
"El control aéreo está reglado"
Desde su parcela, representantes de los controladores aéreos también se apuntan a desmontar la comparación de sobremesa. "El control aéreo está muy regulado. Las plazas se obtienen mediante oposiciones de Enaire, y el derecho de huelga está muy limitado. Los servicios mínimo son altísimos. Tan altos que los tribunales los tumban tras las protestas", recuerda Montse Balagué, de SBC Abogados, uno de los bufetes que defiende a los custodios del aire.
"Hay más factores. La formación se ha liberalizado. De hecho, ser controlador cuesta unos 75.000 euros en academias privadas, es un negocio para algunos. Y una barrera de entrada para familias humildes. Y se han introducido contratas de Ferronats y Saerco en torres de control de la Península (9) y Canarias (2)", recuerda Susana Romero, secretaria de comunicación de la Unión Sindical de Controladores Aéreos (Usca).
"El controlador no es un privilegiado, al contrario --agrega Romero--. Somos uno de los colectivos más perjudicados a la hora de ejercer un derecho constitucional como es la huelga. La formación no es fácil. Y las condiciones de trabajo en las torres liberalizadas son malas. El personal hace tareas administrativas que no le corresponde, sufre amenazas tras sindicarse, hay despidos improcedentes y muchas otras quejas".
"Un claro caso de monopolio"
Más crítico se muestra Cristian Aisa, asesor laboral de empresas y técnico en el mismo campo del bufete Sanahuja-Miranda de Barcelona. "La estiba es un claro ejemplo de monopolio en la oferta laboral. Son las sociedades de gestión las que deciden cuánto personal enviar, de qué nivel y con qué salario cuando atraca un barco", defiende el letrado.
Según Aisa, el músculo de los estibadores provoca un aumento de costes laborales de un 28% respecto a Reino Unido. "¿Es razonable que un estibador llegue a los 100.000 euros anuales por cargar y descargar un barco? Es un agravio con otras profesiones que se juegan la vida o requieren mucha más formación", agrega.
Según él, la posición laboral de este colectivo ha mejorado en los últimos años. Y puede seguir haciéndolo, con matices. "La solución no es quizá un real decreto que haga zozobrar al sector. Lo razonable es una liberalización paulatina, gradual, como el resto de la economía española", defiende.
"Si tenemos derechos es porque los luchamos"
Los dos colectivos consultados, estibadores y controladores, aportan argumentos contrarios. "Si tenemos derechos es porque los luchamos en la década de 1980. Somos productivos, de hecho sacamos trabajo de los puertos de Tánger y Algeciras, por poner dos ejemplos", sostiene Albert Gil.
"La última convocatoria de empleo fue en 2007 y fue publicitada en los dos grandes diarios. Se apuntó quien quiso. Aquí hay excamioneros, exguardiaciviles y antiguos policías portuarios. Más del 50% de los 1.000 empleados del Puerto de Barcelona no tiene a ningún familiar aquí", añade Josep Maria Deop.
Susana Romero lanza un mensaje a tertulianos e internautas que los colocan en una suerte de elite laboral. "Son estrategias mediáticas para separarnos. Quizá los que consideran privilegiados a estos colectivos es que no se han fijado en qué condiciones trabajan ellos. Quizá la filiación sindical es baja, o han perdido tantos derechos laborales que sólo les queda cargar contra otros".