El gigante Torraspapel está quemando etapas para dar el salto a las pizarras bursátiles. Es uno de los mayores conglomerados de su sector en España, donde dispone de cinco plantas industriales, sitas en Sant Joan les Fonts (Girona), Zaragoza, Leiza (Navarra), Almazán (Soria) y Motril (Granada). De momento ya se ha inscrito en la Comisión Nacional del Mercado de Valores.
La salida al parqué no la hará la empresa misma, sino la holding del conglomerado a cuya órbita pertenece, que se titula Lecta y tiene su domicilio en Luxemburgo. Torraspapel es el mayor activo de Lecta pero ésta posee además otras dos sociedades del mismo ramo, la francesa Condat y la italiana Cartiere del Garda, incorporadas a finales de los años noventa.
El planeado estreno en bolsa encierra varias particularidades. Por un lado, sobreviene después de que los mandamases de Lecta hayan tratado infructuosamente de desprenderse de Torraspapel en repetidas ocasiones. Por otro, se trata del primer fabricante de papel que acude a la bolsa en varios lustros.
Torraspapel es el primer fabricante de papel que acude a la bolsa en varios lustros
Por último, se da una circunstancia particularmente llamativa. Ocurre que el fondo británico CVC, titular de Lecta, se hizo con Torraspapel en la lejana fecha de 1999. Ello significa que CVC lleva bregando con ella nada menos que 18 años.
Semejante periodo es a todas luces desmesurado para este tipo de inversiones. Por regla general, las firmas de capital riesgo tratan de dar el pase a nuevos dueños lo más pronto posible y propinar así el consabido pelotazo. En todo caso, es muy raro que se mantengan como accionistas de un valor más allá de siete años.
Valga añadir, en honor de los prebostes de CVC, que se han dedicado con paciencia franciscana a sanear su participada española. Realizaron una profunda reconversión industrial, cerraron varias factorías, licenciaron a centenares de empleados. Y a la vez, dedicaron un dineral a hacer los centros fabriles más eficientes y rentables.
CVC compró Torraspapel en 1999. Satisfizo un precio de 300 millones de euros, además de asumir las deudas, cifradas en 260 millones.
El vendedor fue Kuwait Investment Office (KIO), brazo inversor del gobierno kuwaití. KIO se había hecho con su predecesora, la papelera Torras Hostench en 1986. Era una de las marcas señeras del ramo y atesoraba una larga historia de 300 años.
Aquella operación fue el pistoletazo de salida de Javier de la Rosa. Éste empuñó la manguera de los petrodólares y durante los años siguientes llegó a desembolsar 600.000 millones de pesetas para tomar gruesos paquetes de Banco Vizcaya y Banco Central y alcanzar el control de un sinfín de compañías.
La colocación en bolsa que se prepara ahora significa que un añejo valor de los corros barceloneses regresa otra vez al parqué
El catálogo abarca otra papelera, Inpacsa; las químicas Explosivos Río Tinto y Cros, que luego se fusionaron para formar Ercros; Prima Inmobiliaria; las azucareras Industrias Agrícolas y Ebro; y la agencia bursátil Beta Capital, perteneciente a César Alierta, fino asesor bursátil de De la Rosa e intermediario en muchos de sus trasiegos corporativos.
El colosal conglomerado estalla en pedazos 1992, tras la invasión de Kuwait por el ejército iraquí de Sadam Husein. En diciembre, Torraspapel insta la mayor suspensión de pagos acontecida nunca, con una deuda 243.000 millones de pesetas. Más tarde, Kio transferirá Torraspapel a CVC.
La colocación en bolsa que se prepara ahora significa que un añejo valor de los corros barceloneses regresa otra vez al parqué. Es de recordar que poco antes de que los kuwaitíes comenzaran a mercar los títulos de Torras Hostench, aquellos yacían postrados en cambios cercanos a las 500 pesetas.
El desembarco de los caudales árabes desencadenó una feroz especulación. Dos años después el precio de las acciones se había catapultado hasta rebasar las 63.000 pesetas. Apenas un lustro más tarde, Torras Hostench, ya transformada en Grupo Torras, protagonizaba el mayor fallido de los anales mercantiles españoles.