No parecía cómodo Vicent Sanchis durante la entrevista que le practicó a duras penas al presidente de la Generalitat en Barcelona, Quim Torra. El personaje ya había sido exprimido por Mònica Terribas y Jordi Basté y tampoco va mucho más allá de presumir de sus 18 años en la empresa privada, estancia de un año en Suiza incorporada, y de negar con vehemencia que sea un racista supremacista de Blanes. Se tiene por todo lo contrario, un freedom fighter que viene de "la tradición del antifascismo" y ha editado un libro sobre catalanes en campos de concentración.

Sanchis, que ha sido vicepresidente de Òmnium, conoce el paño, ha coincidido con Torra en mil circunstancias y el domingo por la noche hubiera preferido estar en el dentista antes que con ese president al que le hizo el favor de no apretarle las tuercas y dejar que contestara lo que le diera la gana.

Como Torra ha llegado donde ha llegado por sus artículos y trinos, entre otros "méritos", se niega a renegar de lo que considera producción "periodística" de primera categoría, en la senda, dice él, de Eugeni Xammar y Josep Pla nada menos, a los que atribuye un periodismo con "punch", según la expresión que utilizó en lo de Terribas. En TV3 divagó sobre una especie de periodismo entre irónico e incisivo, que sería el suyo y al que se habría entregado de manera autodidacta durante la última década.

Perplejo se quedó Sanchis ante la osadía literaria de un hombre que aprovechó también para recordar que su familia está "comprometida con el país" porque un hijo vota a la CUP y otra hija es de un CDR, cosa que centra la cuestión sobre el modelo de "república para todos" que pregona la voz de Puigdemont en el interior.

Tras la pausa publicitaria, Torra confesó que había tenido que salir al patio, probablemente para recibir oxígeno por parte de sus asesores. Sanchis dijo que él no se había movido del sitio, bajo los focos, disimulando a duras penas una inquietante sensación de vergüenza ajena ante el discurso mágico del hombre que ha alunizado en Palau.

La entrevista obtuvo casi un 20 por ciento de audiencia, con más de 500.000 espectadores. Muy lejos del millón que logró Puigdemont tras ser excarcelado en Alemania.