Vida

Lo peor que le puede pasar a un cruasán

Évole machaca a Puigdemont en una entrevista sin piedad, le llama pastelero y le insta a pastelear una moción de censura contra Rajoy. Homenaje inverso a la novela de Pablo Tusset

25 septiembre, 2017 18:57

Una hora con Puigdemont era el título de la entrevista de Jordi Évole a Carles Puigdemont en el regreso de Salvados en La Sexta. El enunciado del tostón parecía una secuela de El silencio de los corderos, algo así como sesenta minutos con Hannibal Lecter, cara a cara con el caníbal, sin cristal de seguridad por medio. Jordi Évole se encerró solo, a cuerpo gentil y sin más defensa que una tableta con el hombre que puede ser detenido en cualquier momento. Évole y Puigdemont petaron los audímetros con un pico de casi tres millones y medio de espectadores y un 20% de share. Para que digan que ya vale con el tema.

El tanteo empezó bien para el president. Évole, de espaldas a la puerta, le pidió a Puigdemont que avisara si irrumpía la Guardia Civil, a lo que Puigdemont replicó: "no vendrán por usted". No fueron a por nadie, lo que permitió al periodista en activo destrozar al colega que mora en las tinieblas de la Casa dels Canonges con una sucesión de mandobles que mutaron el semblante del representante ordinario del Estado en Cataluña.

Cuando todo conspiraba para difundir la especie de que La Sexta daba pábulo en prime time al cabecilla de la sedición, Évole se salió por la tangente y desmontó los prejuicios. Para la audiencia de la cadena que fabricó a Pablo Iglesias, Puigdemont ha quedado retratado como un contradictorio, inconsistente y sobrepasado kamikaze que está al frente en último término de una policía que ya ha retirado urnas de un referéndum sobre el pago de la deuda externa y la continuidad en la Unión Europea; un oportunista que votó en contra de un referéndum de autodeterminación en el Kurdistán y que defiende barbaridades tales como las proferidas por Carmen Forcadell cuando presidía la ANC contra los militantes y votantes de Ciudadanos y PP, a los que expulsó del "pueblo de Cataluña", o que Jordi Turull tilde de "súbditos" a quienes no vayan a votar el próximo domingo.

El momento rompetechos vino precedido por una pregunta sobre los ingredientes del referéndum a la luz de la experiencia pastelera de la familia de Puigdemont, que a esas alturas ya comprendía que se había metido en una trampa para elefantes blancos. Involuntario homenaje al enigmático escritor Pablo Tusset, autor de Lo mejor que le puede pasar a un cruasán, cuando la entrevista entró en el derrotero de comparar la consulta con la media luna del desayuno. 

Supongamos, apuntó Puigdemont, que tenemos cuatro cruasanes, desde el modesto bollo con aspecto de cangrejo de la panadería de barrio hasta el mantecoso bocado de hojaldre currado con pasta brick hecha a mano en una pastelería fina fina filipina. Cada uno es diferente, pero en esencia cruasanes todos. Que el censo es churro, que los presidentes de mesa serán de la ANC y no ciudadanos puteados al azar, que no hay sindicatura electoral, que la ley del referéndum no fija umbral mínimo de participación... Pavadas.

"Un cruasán es un cruasán", pontificó Puigdemont. "¿Pero de qué clase de cruasán estamos hablando?", insistió Évole. "De un cruasán bueno para la función que hacen los cruasanes", replicó desde el obrador Puigdemont. Y hete aquí que si lo mejor que le puede pasar a un cruasán es que lo unten con mantequilla, como dejó escrito Tusset, lo peor es que lo comparen con un referéndum de autodeterminación y se venda cual pan como unas hostias para mojar en la leche.

Jordi Pujol no hubiera tolerado las impertinencias de Évole ni el tonito que utilizó para llamar a Puigdemont pastelero e instarle a pastelear una moción de censura contra Rajoy, que es en lo que ha quedado el sustrato del referéndum una vez que la izquierda molona haya puesto sus sucias zarpas mediáticas sobre el 1-O. Évole se zampó el cruasán y mostró de qué pasta estaba hecho mientras el tiro de cámara mostraba a Puigdemont como un enano en comparación con el interrogador, todo ello matizado por una tenebrosa iluminación en la que por momentos el peinado del hombre de Amer parecía el casco de un Darth Vader de pacotilla que se iba haciendo más y más pequeño, ridículo e insostenible. Que la fuerza te acompañe, majo.