
¿Esto qué es?
Una de las pocas novelas que en mi vida no he podido seguir leyendo, tuve que abandonarla a la página cien, no porque fuera mala, sino porque era demasiado angustiosa la suerte del protagonista, es “Oblomov”, de Iván Goncharov (1812-1891).
Cuenta la vida del personaje homónimo, un pequeño terrateniente que incapaz de enfrentarse a los retos de la vida se la pasa tumbado en el sofá, angustiado por su propia pasividad y entregado al escapismo del ensueño.
Es una sátira del parasitismo de la aristocracia rusa, tanto como un retrato de una condición existencial, que ha tenido tanto éxito que los rusos dicen que “es un oblomov” una persona pasiva e indecisa.
Al cabo de leer cien páginas, Oblomov, aunque asediado por deudas y pagos pendientes y con la amenaza de la ruina inminente gravitando sobre él si no toma de una vez las riendas de su vida y de su hacienda, aún no se había levantado del diván donde estaba arrebujado en una manta, mucho menos había salido de su piso en Petersburgo (¿o era en Moscú?). Y yo, igualmente angustiado, cerré el libro. Será que me reconocía un poco en el personaje.
El otro día, asistiendo en Madrid a la inauguración de la exposición “La tiranía de Cronos” (o sea, la tiranía del tiempo), de la que hablé aquí a propósito de la obra de Manolo Laguillo, pensé inmediatamente en Oblomov al ver por primera vez expuesta, no ya reproducida en catálogos y libros sobre arte contemporáneo, la icónica secuencia de fotografías “Umjetnik radi” (Artista trabajando) de Mladen Stilinovich (1947-2016), que nadie al que le interese la historia del arte conceptual desconoce. Es una serie de fotos tomadas en 1978 en las que se ve al melenudo y despeinado y bigotudo artista tumbado en la cama. Imágenes más bien desagradables. En algunas tiene los ojos cerrados. En otras, los ha abierto y mira alrededor con extrañeza.
Tiene bemoles, desde luego, y aún los tenía más a finales de los setenta, exponer ante el público fotos de uno mismo durmiendo, es el colmo del pasotismo o de la más sublime indiferencia o del “ahí os quedáis”.

Imagen de Mladen Stilinovic durmiendo
Se ha dicho que “Artista trabajando” representa una manifestación de rebeldía ante la explotación capitalista, aunque de hecho el artista vivía en Zagreb, bajo el régimen comunista del mariscal Tito; y que fue precursora de muchas teorías contemporáneas sobre la capitalización de la vida, capitalización que todos sentimos como explotados y autoexplotados.
Algo de ese propósito crítico hay en las intenciones de Stilinovich, sin olvidar tampoco la gratuita ironía. Es lo de la canción de Brassens según la traducción de Paco Ibáñez: “En la Fiesta Nacional, yo me quedo en la cama igual.” Viendo esa serie en el Banco de España, entre la multitud de visitantes que iban y venían buscando algo valioso, algo que mereciera el desplazamiento, aunque fuese sólo para luego contarlo, al ver a Stilinovich tumbado me dio la risa.
Es un artista sumamente inteligente, muy leído y que no se llama a engaño sobre la trascendencia del arte o sus capacidades para transformar la sociedad, por muy contestatario o muy crítico que quiera ser. Leí una entrevista en la que le preguntaban: “A menudo dices que el arte no es nada. ¿Cómo avanzas desde esta propuesta, en la producción de libros y en la creación de otras obras?” [Lo de “libros” se refiere a que uno de los formatos más frecuentados por Stilinovich es el de los libros artesanales].

Mladen Stilinovic
Él respondía: “Cuando digo que el arte no es nada, estoy pensando en el papel social del arte. Aquí el arte no significa nada, y no sólo desde hoy. Pero esto nada es importante, porque es una forma de libertad que está fuera del sistema principal de la sociedad. En realidad, dentro de este sistema, que no permite huecos, esta nada es muy importante. Todo tiene algún propósito, pero el arte no. Excepto en mí, como artista… Esto me resulta difícil de explicar. Haces algo de arte crítico que es parte de la sociedad, pero eres consciente de que no tiene ninguna consecuencia. Y esto es un absurdo, pero me encanta, este absurdo, me encanta esta nada. Son los que me provocan a trabajar.”
Ahora, al escribir estas líneas, cosa que por cierto me depara placer, mentalmente vuelvo a ver la obra. Y aunque sé que después el señor Stilinovich hizo muchas otras cosas, en mi imaginación sigue apaciblemente dormitando.