La alarma social ha entrado de lleno en las granjas-escuela del Vallès Occidental y el Baix Llobregat. Aunque el brote de peste porcina africana (PPA) detectado en nueve jabalíes de Collserola no supone un riesgo para la salud humana, la reacción ciudadana de los últimos cinco días ha obligado a estos centros a reorganizar visitas, reforzar protocolos y gestionar un aluvión de llamadas y cancelaciones.
Así pues, mientras el Laboratorio Central de Veterinaria de Madrid confirmaba este martes el hallazgo de siete nuevos jabalíes contagiados, las granjas-escuela dentro del perímetro de vigilancia se convertían en víctimas colaterales de una "psicosis" que ha vaciado sus agendas.
"La gente está muy asustada. Este fin de semana estaba todo el mundo llamando, anulando reservas. Muchos han cancelado la visita o la reserva al restaurante porque no saben si puede afectar a las personas", explica Sonia Pont, responsable de Aula Entorn Rural Can Jordi, en Rubí (zona de vigilancia).
El Govern ha activado un perímetro de vigilancia de 20 kilómetros alrededor del foco, que afecta a 76 municipios, con restricciones de acceso a los bosques y suspensión de actividades al aire libre. En paralelo, prepara una inspección sanitaria, nuevos protocolos y una línea extraordinaria de 50 millones de euros para empresas y explotaciones que puedan verse afectadas.
Tests negativos en granjas
La confusión nace del desconocimiento sobre la enfermedad y de asociar el cierre de Collserola con un peligro en las propias granjas.
"La gente está asustada, cree que no puede venir. No saben del todo de qué va, la gente no tiene claro que no se contagia a los humanos", explican desde la Granja Can Castellví de Molins de Rei, un centro que, si bien ya no tiene cerdos, ha notado el impacto por estar ubicada en la zona de infección.
Un cartel de aviso de la zona de vigilancia por la peste africana porcina en el Parque Natural de Collserola
La realidad sanitaria dentro del sector doméstico es categórica. El Ministerio de Agricultura ha reiterado que las analíticas realizadas en las 39 explotaciones porcinas dentro del radio de 20 kilómetros bajo vigilancia han dado todas negativo.
"En las granjas en sí no hay problema, porque ya está todo controladísimo. El problema son los jabalíes, que no se pueden controlar", subraya Sonia Pont.
El nuevo protocolo
Para las granjas-escuela, la crisis se traduce en una reorganización de la actividad pedagógica y un incremento drástico de la bioseguridad para proteger a sus animales, que ahora son valiosos testigos sanitarios.
En Granja Escola Can Pidelaserra, en Castellbisbal, que solo dispone de un "cerdo de muestra", el protocolo es el mismo que el de una explotación comercial, aunque no les repercuta económicamente de igual forma.
"Hemos de seguir el mismo protocolo que las granjas ganaderas", explican. Las familias ya no pueden acercarse a la zona de acceso donde se encuentra el cerdo. "Ahora lo tienen que ver desde fuera. Hemos introducido otra actividad para que no se puedan quejar", detallan.
Dos caballos del Aula Entorn Rural Can Jordi
Las medidas se siguen al pie de la letra en el Aula Entorn Rural Can Jordi, donde tienen dos cerdas. Allí, solo una persona puede entrar a alimentarlas, con cambio obligatorio de calzado (un solo par exclusivo para entrar y salir) y desinfección. El protocolo para sus cerdas incluye controles de temperatura y revisiones de los excrementos, además de la prohibición total de que los visitantes se acerquen a los animales. Como medida adicional de aislamiento, se han montado rejas por arriba y por los lados para que "los pájaros tampoco puedan acercarse" y no puedan tocar a los animales, evitando así cualquier vía de contagio.
El verdadero peligro
El sector felicita la rapidez de actuación: "La actuación de los veterinarios de Sabadell ha sido de 10", dice Pont, ya que los protocolos se activaron casi al instante el viernes a las 10:30 horas de la mañana.
Sin embargo, el peligro (para los porcinos) no está en las granjas, sino en el medio natural, un punto que todos los centros señalan. También desplazan su apoyo hacia el que consideran "el verdadero afectado"; un sector cárnico que observa el avance del brote con inquietud: Cataluña exporta cerca de 3.000 millones de euros en productos porcinos, y cualquier foco —aunque sea en fauna salvaje— puede alterar mercados y activar restricciones internacionales.
"Hay mucha incertidumbre. El problema es cómo se controlan todos esos animales y si la gente cumplirá el tema de las restricciones, aquí es donde realmente está el peligro", sentencia la responsable de Can Jordi, señalando que "nosotros mismos caminando podemos llevarlo en las suelas de los zapatos" si se incumple la prohibición de acceso.
