Publicada
Actualizada

Los que van de camino al Pedraforca la han pasado más de una vez. Una chimenea enorme de cemento que se eleva amenazante hacia el cielo, cuando las montañas de la sierra del Cadí-Moixeró se empiezan a estrechar.

Cuando hay mal tiempo o niebla, la imagen ya es escalofriante. Recuerda a una central nuclear, pero nada que ver, se trata de una central térmica, pero su estado de abandono le da un aspecto lúgubre mucho más preocupante.

Desde hace cerca de 15 años, esta mole silenciosa se deteriora en medio del Pirineo, sin que la Administración haga nada. Los vecinos de la zona han planteado en más de una ocasión a Gobierno y Generalitat que desmantelen esas instalaciones, pero no ha sucedido.

Y así, los años pasan y los restos de la central se llenan de grafitis, jóvenes y vándalos que no dejan de colarse en las instalaciones, para curiosear o hacer el gamberro. Nada más.

Origen de la planta

El contraste entre lo que fue y lo que es ahora es más que obvio. A finales de los años 60, la cuenca minera del Alt Berguedà vivía todavía de la extracción de lignito.

Este carbón de baja calidad, pero abundante, había impulsado la economía local desde principios del siglo XX. De allí que se decidiera construir una central termoeléctrica.

Dónde está

El lugar elegido fue las afueras Cercs. El objetivo era doble: aprovechar ese recurso energético y situar una planta estratégica cerca del área metropolitana de Barcelona, cuyo consumo eléctrico crecía año tras año.

La central se levantó sobre una explanada artificial ganada a la montaña. Su puesta en marcha en 1971 supuso una auténtica revolución tecnológica para la época. 

Central térmica de Cercs WIKIPEDIA

Con una potencia instalada de alrededor de 160 MW, la planta se convirtió en una pieza clave del sistema eléctrico catalán. Durante décadas, miles de toneladas de lignito extraído de las minas cercanas alimentaron la enorme caldera que movía la turbina principal.

Su enorme chimenea, de 120 metros de altura, da fe de la potencia de esta central. Pasa lo mismo con la torre de refrigeración, de más de 100 metros, cuya silueta se ha convertido en una referencia inconfundible en la C-16

Problemas con la planta

Para muchos habitantes de la comarca, estos elementos fueron durante décadas la señal de que la industria seguía viva. Hoy, en cambio, le recuerdan que ese pasado quedó atrás. Olvidado.

Los problemas acechaban la planta. Agricultores, vecinos y grupos ecologistas denunciaron la degradación de los bosques del entorno a causa de la lluvia ácida

El cierre de la planta

La emisión de dióxido de azufre provocó un litigio histórico: por primera vez en España, un responsable de una instalación industrial fue condenado por delito ecológico. La empresa propietaria tuvo que pagar una multa significativa. 

Aquella sentencia fue un punto de inflexión que obligó a modificar los combustibles usados y a aplicar mejoras ambientales. Aun así, la planta siguió en funcionamiento hasta el 31 de diciembre de 2011.

La central se apagó para siempre hace cerca de 15 años. Los denunciantes están orgullosos de haber acabado con su actividad. Ahora el problema es otro.

El abandono del complejo industrial ha atraído a saqueadores y vándalos de todo tipo. También se acercan curiosos de los lugares abandonados que incluso hacen videos recorriendo las instalaciones.

Situación actual

Las imágenes asustan más que las chimeneas en un día gris. Las estructuras metálicas están oxidadas, muchas ventanas han desaparecido, los cuadros eléctricos han sido saqueados y las salas interiores presentan importantes signos de deterioro. 

El vandalismo, el robo de cableado y la entrada constante de curiosos han acelerado la degradación. Al entrar "sólo se escucha el silencio y tus pasos", comenta un instagramer que curiosea el lugar.

Un peligro público

Lo que puede parecer un planazo o un lugar a visita es un “peligro para la seguridad pública”, en palabras del Ayuntamiento de Cercs, que exige que se tomen medidas.

La presencia de materiales potencialmente tóxicos, como restos de fibrocemento envejecido, y el riesgo real de derrumbes parciales pueden causar alguna desgracia entre aquellos curiosos y vándalos que merodean la centran.

Y es, mientras la gran torre de refrigeración y la chimenea siguen en pie, los edificios secundarios muestran daños severos: techos desprendidos, estructuras que han cedido y escaleras interiores que no soportarían un uso continuado.

No solo eso. Fotografías recientes muestran salas inundadas, tuberías expuestas, maquinaria arrancada y paredes marcadas por pintadas. El abandono es evidente. En cambio, el recinto mantiene accesos abiertos o parcialmente rotos, lo que facilita la entrada no autorizada. 

Futuro incierto

El pasado ya no puede volver y el futuro de a central térmica de Cercs continúa siendo una incógnita. Desde su cierre, se han planteado distintos proyectos: reconvertirla en un centro de investigación sobre energías renovables, transformarla en un espacio museístico de patrimonio industrial o, directamente, proceder a su desmantelamiento definitivo. 

Ninguna de estas propuestas ha pasado del papel, y el complejo sigue en un limbo legal en el que la propiedad y las administraciones debaten sus responsabilidades. El presente de la planta es el del abandono.

Noticias relacionadas