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Un estudio del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la UAB ((ICTA-UAB) señala que la mayoría de las familias que viven en zonas urbanas de Barcelona siguen la dieta mediterránea solo de forma limitada. La investigación, desarrollada dentro del proyecto Pobreza Nutricional y de Salud en Barcelona (PANIS), pone de manifiesto que en las ciudades de más de 100.000 habitantes persisten marcadas desigualdades sociales, económicas y geográficas que condicionan el acceso a una alimentación equilibrada.

Según los datos, la población barcelonesa obtiene una puntuación media de 8,12 sobre 20 en adherencia a este patrón alimentario. Esta cifra se reduce a 7,65 en los hogares con menos recursos económicos y en aquellos donde hay menores de 16 años. El estudio destaca que la situación económica, el género de la persona que sostiene el hogar y la presencia de niños son factores clave que determinan la calidad de la misma. Las familias encabezadas por mujeres tienden a seguir más la dieta mediterránea que las lideradas por hombres, aunque esta ventaja desaparece cuando hay menores, lo que sugiere una carga adicional que termina afectando a los hábitos alimenticios.

Dieta mediterránea CANVA

Vulnerabilidad alimentaria

También el contexto territorial influye notablemente. Más de 140.000 residentes se encuentran en áreas con alta vulnerabilidad alimentaria, y se observa que los hogares con rentas bajas consumen menos verduras, pescado e ingredientes básicos del sofrito, especialmente, cuando no hay niños en casa. El análisis pormenorizado de la dieta mediterránea muestra diferentes niveles de cumplimiento: elevado en el consumo de aperitivos, patatas y vino; moderado en carnes rojas, bebidas azucaradas, fibra, pescado, dulces, legumbres, sal, cereales y productos para el sofrito; y reducido en frutas, hortalizas, aceite de oliva, frutos secos, carne blanca, huevos y lácteos bajos en grasa.

En conjunto, los resultados alertan de que muchos hogares no logran ajustarse a los criterios de la dieta mediterránea, ya sea por una ingesta escasa de alimentos saludables o por un consumo excesivo de carnes procesadas. La presencia de menores aumenta la probabilidad de que sea deficitaria en frutas, verduras, fibra y aceite de oliva, mientras que en los hogares sin niños se detecta una tendencia a consumir demasiada carne roja, sal y huevos.

Comer bien

La dieta mediterránea se basa en un patrón alimentario tradicional de los países del Mediterráneo, caracterizado por un alto consumo de frutas, verduras, hortalizas y alimentos frescos, que aportan fibra, vitaminas, minerales y antioxidantes. Los cereales integrales y las legumbres son fundamentales, proporcionando energía sostenida y proteínas vegetales de calidad, mientras que el aceite de oliva extra virgen es la principal fuente de grasa, con propiedades antiinflamatorias y cardioprotectoras.

En cuanto a las proteínas animales, se prioriza el pescado, especialmente el azul, y limita la carne roja y procesada. Las carnes blancas y los huevos se consumen de manera moderada, mientras que los lácteos se prefieren fermentados, como yogur o queso. Los frutos secos y semillas se incluyen diariamente en pequeñas porciones, aportando grasas saludables y micronutrientes esenciales. El agua es la bebida principal, y el vino tinto puede consumirse de manera opcional y moderada en adultos.

Además, se caracteriza por el uso de hierbas y especias para dar sabor, evitando el exceso de sal. También, se enfoca en un estilo de vida saludable, con actividad física regular, comidas en compañía y un ritmo alimentario relajado. Este enfoque integral de alimentación y hábitos ha demostrado mejorar la salud cardiovascular, metabólica y general, siendo ampliamente recomendado por organismos de salud internacionales.

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