Miquel Feliu / Captura Ceu Talks

Miquel Feliu / Captura Ceu Talks

Vida

Miquel Feliu (23 años), enfermo terminal: “No me esperaba que 2.192 días después seguiría luchando y sería feliz”

La actitud de Miquel ante la adversidad es un pilar central de su historia. Pese a que la enfermedad es inherentemente mala, él eligió vivirla con alegría

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A veces la vida te da una de cal y otra de arena. Sin embargo, todo depende de con qué filosofía de vida te lo tomes. En el caso de Miquel, un joven de Barcelona de 23 años, fue diagnosticado hace 6 años, cuando solo tenía 17, con un “cáncer mortal”.

Dos palabras que caen como un jarro de agua fría para una familia, más aún cuando se trata de un joven que tiene toda una vida por recorrer. Sarcoma de Ewing, cáncer de huesos de lo más agresivo que sufren, sobre todo, los jóvenes, en un estado superavanzado es a lo que aún se enfrenta Miquel y su lucha diaria.

No obstante, el joven, a través de su perfil de Instagram @viviendoconewing, da una auténtica lección de vida. De amor, de optimismo y de fe. Además, muestra cómo se puede ser feliz y disfrutar de la vida a pesar del incasable dolor. “No me esperaba que 2.192 días después seguiría enfermo y seguiría luchando contra esta enfermedad”, asegura Miquel.

Sin embargo, lo que no se imaginaba es que a pesar de esta circunstancia que le ha tocado vivir sin ningún: por qué, es que aun estando enfermo y habiéndole cambiado la vida de un día para otro, seguiría siendo feliz. “Seis años después, lo que menos me podía llegar a esperar es que sería feliz, que habría aprendido a ser feliz pese a que las circunstancias en mi vida no fueran las ideales”.

Actualmente, la enfermedad se mantiene estable gracias a una medicación diaria que impide que las células cancerígenas se junten, permitiéndole llevar una vida relativamente normal, aunque adaptada. Ha normalizado efectos secundarios difíciles como el cansancio constante y la necesidad de ir al baño entre 10 y 15 veces al día, incluso mientras viaja o hace deporte.

La actitud de Miquel ante la adversidad es un pilar central de su historia. Pese a que la enfermedad es inherentemente mala, él eligió vivirla con alegría, transformando "la peor historia del mundo en la mejor".

Este proceso le permitió dejar de lado la frustración y la pregunta de "¿Por qué a mí?", y enfocarse en devolver los golpes a la enfermedad. Miquel agradece los cinco años y medio que se le han "regalado" desde el pronóstico inicial, lo cual le ha permitido vivir su vida de manera plena y como realmente quería, y no como esperaban los demás.

Un sufrimiento familiar

En cuanto a su entorno familiar, Miquel subraya que el sufrimiento emocional más fuerte recae en sus padres, a quienes vio profundamente afectados por la incertidumbre y el miedo a perder a su hijo.

Además, destaca la situación que tuvo que vivir su hermano pequeño, que tenía 13 años cuando Miquel fue diagnosticado. Compartieron habitación durante los seis años de la enfermedad, y su hermano tuvo que soportar todos los efectos secundarios, como los vómitos y la tos nocturna, sin quejarse nunca, demostrando un "ejemplo de servicio" y madurez ante la dura situación familiar.

Sin embargo, Miquel encontró una gran admiración por la fe "muy sencilla y muy buena" de su madre, quien siempre le recordó la oportunidad de dar testimonio del amor de Dios a través de su situación.

El catalán comparte su filosofía de vida con la comunidad e invita principalmente a los demás, es a recordar "el poder de la sonrisa" y a ser conscientes de lo valioso que es el tiempo.