La fotógrafa catalana Pilar Aymerich

La fotógrafa catalana Pilar Aymerich Cedida

Vida

Pilar Aymerich, sobre la IA: "Lo grave es que un día nos mentirán sin saberlo, y falta poco"

La obra de la fotógrafa catalana es una valiosísima crónica visual de algunos de los momentos más cruciales de la historia contemporánea española

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Pilar Aymerich (Barcelona, 1943) lleva casi seis décadas en el lugar donde quiere estar. Si tenemos en cuenta que su obra está sembrada de algunas de las imágenes barcelonesas más icónicas del tardofranquismo y de la transición podemos afirmar que estamos ante una de las autoras fundamentales de la fotografía española y que, sin duda, ha estado en el lugar correcto.

Ha sido testigo de manifestaciones, de protestas sociales y políticas, que ha documentado, siempre, con una mirada comprometida, desde una perspectiva social y con la lucha feminista en su punto de mira. Toda una vida dedicada a la fotografía. “Soy fotógrafa las 24 horas del día”, confiesa a Mujeres en Crónica.

Reconocida con el Premio Nacional de Fotografía en 2021 y la Cruz de Sant Jordi en 2005, entre otros muchos galardones, conversamos con ella sobre su inspiradora trayectoria, sobre feminismo, Barcelona y sobre los peligros de la IA en un mundo en el que cada vez resulta más difícil discernir entre la verdad y la mentira.

Estudió arte dramático en Barcelona y en 1965 comenzó a trabajar como fotógrafa en Londres. ¿Qué le hizo cambiar de profesión?

Cuando acabé la Escuela de Arte Dramático Adrià Gual en Barcelona, decidí continuar mis estudios de dirección teatral en Londres. Pero bueno, una cosa son los deseos y otra las posibilidades reales. Cuando llegué vi que realmente era muy complicado seguir con todo lo del teatro. Supongo que cambié por intuición. Todas las cosas que he hecho en mi vida han sido por intuición. En aquel momento, en Londres había un ambiente que ni en Barcelona ni en Madrid ni en ningún sitio de España podías imaginar una ciudad tan viva.

Era la época de los Rolling Stones, de los Beatles, los hippies, de las grandes manifestaciones contra la guerra de Vietnam, estaba todo lo de Angela Davis y las Black Panther. Cada día salías de casa y no sabías qué podía pasar. Fue entonces cuando decidí empezar con la fotografía, ¡y no había cogido una cámara en mi vida! Fue realmente aquello de decir: bueno, voy a probar.

No se equivocó. Usted es cronista de un periodo muy concreto de la historia de España, el tardofranquismo y la transición. ¿Qué recuerdos tiene de aquella época en Barcelona?

Antes de regresar estuve un año en Francia con mi tío, Xavier Tarragó, que había sido fotógrafo de la República durante la Guerra Civil. Trabajó en el Comisariado de Propaganda de la República junto a Català Roca y todos los grandes fotógrafos de aquella generación. Cuando acabó la guerra se tuvo que exiliar con su familia y se unió a la resistencia. Allí se instaló en Montrichard para hacerse cargo del estudio fotográfico de madame Raphäel mientras su propietaria, una mujer judía, estaba prisionera en el campo de concentración de Ravensbrück.

En el 68 volví a Barcelona. Aquí, como había hecho teatro y conocía a todos los directores de aquella época, empecé a hacer mucha fotografía relacionada con el ámbito, retratos y demás. A partir de los 70, a finales del franquismo, fue cuando además de fotografía teatral empecé a hacer mucho reportaje social. Y a partir del 75, tras la muerte de Franco, la ciudad despertó. Entonces comencé a hacer todas las manifestaciones, retratos de la gente, de los intelectuales que volvían del exilio, toda la resistencia interior, todo lo que es mi archivo de la época.

"La gente no pensaba que una mujer pudiera fotografiar manifestaciones"

Debió ser un periodo realmente apasionante.

Sí, fue además un periodo muy vivo porque la gente tenía muchas esperanzas porque en realidad estaban pidiendo derechos que no tenían. Fue un momento de alegría, aunque evidentemente había problemas y todas las instituciones aún estaban muy tocadas, pero aun así fue muy interesante.

En aquella época usted era de las pocas mujeres del oficio. ¿Le resultó difícil?

Bueno, en las manifestaciones y en la calle en aquel momento muchas veces estaba sola. En realidad, me aprovechaba un poco de ser la única mujer que había, además en un contexto en el que no se contemplaba. La gente no pensaba que una mujer pudiera estar haciendo fotografías de manifestaciones y cosas así, pero claro, había cierto riesgo.

Esto para mí fue buscar la ventaja dentro de las no posibilidades. Es decir, aprovecharse de la situación hasta cierto punto. Por un lado, aprendí a ser invisible. Lo importante en fotografía muchas veces es ser invisible. Los fotógrafos iban todos con el brazalete de prensa, llenos de cámaras, yo iba vestida de señora con un bolsito y las cámaras dentro.

Era como un disfraz, así podía hacer las fotos desde puntos de vista que los compañeros no podían hacer. El hecho de ir por libre me permitía meterme en la manifestación como un elemento más y desde dentro es cuando podías hacer realmente lo que estaba pasando y explicar qué pedía la gente.

"Yo vengo de un momento en el que el feminismo prácticamente no existía"

¿Cómo era el trato con sus compañeros hombres?

Me trataban bien, lo que pasa es que en la época todo el mundo, todos los hombres eran machistas incluso sin saberlo. A veces sí que el comportamiento era aquello de “ah, ¿y esto lo has hecho tú? Ostras, una mujer que está haciendo estas cosas”. Por tanto, sí es verdad que había un comportamiento general que no era favorable, pero de todas formas tampoco tuve demasiados problemas, en parte porque era muy discreta, nunca iba con todo el grupo.

Llegaba una hora antes a las manifestaciones para ver por dónde pasaría y por dónde venía la luz. Normalmente mis fotografías, aun siendo de manifestaciones y que a veces tenía a la policía detrás, estaban bastante bien encuadradas, iluminadas, porque para mí el lenguaje fotográfico también era el lenguaje artístico. Quería comunicar de una manera que fuera también visualmente atractiva.

Su trabajo tiene un enfoque comprometido, una mirada social y de género, ¿Siempre le interesó el feminismo?

Yo vengo de un momento en el que el feminismo prácticamente aquí no existía. Ya en la década de los 70, en las asociaciones de vecinos, empezaba a haber vocalías de mujeres específicamente de género. Yo participaba en unas reuniones de mujeres intelectuales donde estaba Núria Pompeia, la dibujante, a veces venía Montserrat Roig.

Las hacíamos en casa de Laura Tremosa que era ingeniera. El hecho de que estuviéramos aquí durante una dictadura significaba que nos interesaba el feminismo y buscar una teoría feminista que en España era difícil de conseguir. Pero a mí siempre me interesó el feminismo. Creo que desde el colegio de monjas, por el hecho de ser mujer, ya sabía que era un género por el que tenías que luchar.

"Con Montserrat Roig trabajé mucho desde que volví de París"

¿Cree que aún falta mucho por hacer en este aspecto?

Creo que sí. Hay leyes, evidentemente, que se han reformado, porque en aquella época había leyes, como la del adulterio, no solamente injustas sino que además eran muy retrógradas.

Todo esto se ha ido corrigiendo pero aún queda mucho camino por recorrer. Continúa habiendo muchos asesinatos de mujeres, mucho maltrato. Esto significa que la sociedad no funciona cuando la mitad está amenazada por toda esta serie de violencias que ya se tendrían que haber corregido.

Trabajó en numerosas ocasiones con Montserrat Roig. ¿Cómo era trabajar con ella?

Con Montserrat Roig trabajé mucho desde que volví de París. Éramos un tándem. Empezamos a trabajar juntas en la revista Serra d’Or, que era la primera revista que hubo en catalán. Hacíamos entrevistas, sobre todo de intelectuales, muchos de los cuales eran completamente desconocidos.

Nos conocíamos de la época de la escuela de arte dramático, aparte de ser amigas, habíamos tenido toda una trayectoria juntas. Era muy cómodo. Además a Montserrat siempre le había interesado la fotografía y respetaba el trabajo de las fotógrafas y los fotógrafos. Piensa que en aquel momento la fotografía era una técnica menor en los medios de comunicación.

Recortaban las imágenes en función del artículo, no las firmaban, no había ninguna educación de la imagen, era todo muy precario. Con Montserrat siempre decíamos: “Cuando no chillamos porque somos mujeres, chillamos porque no respetan la fotografía”. O sea, que siempre estábamos chillando.

Manifestación contra la violación y el maltrato, 1977

Manifestación contra la violación y el maltrato, 1977 Pilar Aymerich

"Barcelona es una ciudad hecha a la medida del ser humano"

Nació en el Carmel y Barcelona ha marcado su trayectoria vital y profesional. ¿Queda algo de la Barcelona de Pilar Aymerich?

Yo soy muy urbana. Normalmente no voy a la montaña porque siempre digo que en la montaña te pierdes y que por mucho que andes siempre estás en el mismo sitio. A mí me gustan la calles, la gente, la arquitectura, Barcelona es mi punto de partida y después son las otras ciudades.

Evidentemente, tengo mis preferidas. Viví bastante en Londres, después en París, tengo grandes recuerdos de La Habana. Para mí cada una tiene algo y las quiero a todas. Creo que vivir en una ciudad enriquece a pesar de todos los problemas que hay en una gran ciudad que son muchos, por ejemplo la vivienda.

Pero Barcelona la sigue inspirando.

Sí, Barcelona es muy interesante. Siempre digo que es una ciudad hecha a la medida del ser humano. Puedes patearla cada día y además tiene distintos ambientes: el gótico, el modernismo, toda la arquitectura racionalista... Es como un catálogo de arquitectura.

El futuro

Qué opina sobre la inteligencia artificial para generar imágenes. ¿Hace falta una regulación urgente?

Sí, estoy bastante asustada francamente. Además, tal y como van las cosas, pienso que va a triunfar la mentira y esto me da mucho miedo. Ya empezamos a ver que nos están mintiendo, pero hasta cierto punto podemos intuirlo. Lo grave es que un día nos mentirán sin que nosotros podamos saberlo. Esto es lo grave, y creo que falta poco para que llegue este momento.

Recuerdo que la última vez que hablamos me dijo que moriría con las botas puestas. ¿En qué está trabajando ahora?

Estoy empezando un proyecto sobre los sueños y las casas. Aún no está definido del todo pero creo que puede ser interesante. Además, tengo ya dos exposiciones el año que viene y también estoy revisando el archivo, porque un archivo es una cosa viva. A veces miras fotografías de un momento determinado y de repente ves imágenes que nos has ampliado o difundido pero que con el paso del tiempo adquieren un dimensión que no tenían cuando las hiciste.

¿Siente que se ha reconocido suficientemente su trabajo?
La verdad es que nunca he pensado ni me ha preocupado el reconocimiento. A ver, evidentemente el Premio Nacional de Fotografía y la Creu de Sant Jordi me hicieron mucha ilusión, pero no lo he buscado.

Siempre digo que vivo la vida a través de la fotografía, soy fotógrafa las 24 horas del día; es una manera de vivir, por tanto tampoco necesito reconocimiento porque es donde yo me encuentro bien, el sitio donde quiero estar. Esto para mí es un privilegio. Pocas personas pueden decir que están en el sitio donde les satisface estar y eso es algo que a mí me pasa. Para mí es suficiente.