Publicada

Girona es una ciudad que siempre ha estado marcada por una destacada estabilidad económica, siendo una de las capitales más ricas de Cataluña. Polo cultural, su historia se remonta a leyendas del antiguo Imperio Romano y ha acabado siendo ejemplo de bienestar económico. Aunque siempre hay de todo.

Esta capital catalana presenta una gran variedad de barrios que reflejan historias distintas sobre su evolución urbana, social y económica. Y no siempre ha sido igual. En la zona este de la ciudad, entre los límites de Mas Ramada i Vila-roja, se encuentra el barrio de la Font de la Pólvora, considerado uno de los sectores más marginados de la ciudad.

Lo curioso es que el origen de este barrio, así como su nombre, hacen referencia a una fuente de riqueza. Cuando todavía la zona no pertenecía a la ciudad allí había una fuente de aguas mineromedicinales que gozó de cierta notoriedad entre los siglos XIX y XX

Ubicada originalmente en el término de Vila-roja, la fuente fue rehabilitada a comienzos del siglo XX por Emili Saguer, quien promovió su estudio químico y embotellado. El análisis, realizado por José Casares y Gil, decano de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Barcelona, determinó que se trataba de un agua bicarbonatada cálcico-sódica manganosa. 

Un origen de ricos

Este estudio parecía ofrecer una fuente de ingresos para la zona. En cambio, el embotellado y distribución del agua llegaron a generar controversia entre vecinos y propietarios, quienes reclamaban el acceso libre a un bien que había sido tradicionalmente público.

A lo largo del siglo XX, la fuente adoptó diferentes nombres, como Font del Bullidor, Font del Conestable o Bullidor de la Pólvora. Incluso fue mencionada por geólogos y naturalistas, que destacaban su caudal y propiedades. 

El principio del cambio

En 1907 se proyectó un edificio junto a la fuente, a cargo del arquitecto Rafael Masó, para permitir su explotación comercial. En su entorno, los vecinos de Girona solían celebrar festividades como el Dijous Gras o la verbena de Sant Joan, en una tradición de salidas a las fuentes de la ciudad.

Las cosas se empezaron a torcer durante el franquismo, cuando la Font de la Pólvora pasó a integrarse a Girona. La construcción del barrio como tal comenzó en la década de 1960, en el marco de un plan franquista destinado a erradicar el chabolismo

Barraquismo

Hasta entonces, el área estaba ocupada por masías, cultivos y zonas boscosas, pero a mediados del siglo XX, Girona experimentó una fuerte llegada de población migrante procedente del sur de España. Igual que el resto de Cataluña, la ciudad empezó a acoger gente procedente de Andalucía, Extremadura y Murcia, que se estableció en asentamientos precarios. 

En 1957 se contabilizaban unas dos mil personas viviendo en barracas, y en 1967 ya eran cinco mil. La solución inicial fue la creación de un centro de acogida en la zona de Fontajau, pero pronto se vio desbordado. 

Propuesta de mejora

La expansión de barracas se extendió entonces por zonas como Montjuïc y las Pedreres. Fue en ese contexto que se impulsó la construcción del nuevo barrio de la Font de la Pólvora, mediante bloques de apartamentos de baja calidad y sin un planteamiento urbanístico definido. Estas edificaciones, ejecutadas por la Obra Sindical del Hogar, pretendían dar respuesta inmediata a la necesidad habitacional.

Durante las décadas siguientes, se realizaron diversas intervenciones urbanísticas y sociales por parte de las administraciones públicas, que dotaron al barrio de infraestructuras como escuelas y equipamientos deportivos. 

Delincuencia y narcotráfico

A pesar de los recursos destinados, los resultados fueron desiguales y no lograron transformar completamente las condiciones de vida del vecindario. El narcotráfico y los negocios de la chatarra empezaron a proliferar y el chabolismo, a pesar de los plantes de la Administración, se mantuvo.

Esta concentración poblacional en un espacio limitado generó dinámicas endogámicas difíciles de revertir. El narcotráfico y la chatarrería, además, contribuyó al deterioro de la convivencia y a una creciente estigmatización del barrio. 

(In)seguridad

Los taxistas e incluso las fuerzas de seguridad evitaban acceder salvo en situaciones graves. Algo que cambió un poco con la entrada en escena del cuerpo de Mossos d'Esquadra. Aun así, las prácticas ilegales continuaron. 

La presión sobre la red eléctrica es a día de hoy uno de los problemas estructurales de la Font de la Pólvora. La elevada demanda energética de los cultivos clandestinos provoca cortes recurrentes que alteran el día a día de las familias residentes. 

En busca de la calma

El fenómeno ha sido objeto de intervención policial y de debates políticos, sin que hasta el momento se haya resuelto de forma definitiva. A eso se le suma la proliferación de bandas que, en más de una ocasión han acabado en tiroteos. El último acabó con una persona muerta en el Hospital Trueta de Girona. 

Los vecinos, en cambio, tratan de sacarse el estigma que llevan, pero sucesos como estos empañan un barrio cuyos vecinos no quieren otra cosa que tranquilidad.

Noticias relacionadas