Patricia Evangelista, en archivo

Patricia Evangelista, en archivo Mark Nicdao

Vida

Traducido al catalán y al castellano el libro 'Que alguien los mate' sobre la violencia en Filipinas

Patricia Evangelista narra para el público local una crónica de las atrocidades producidas durante la guerra contra el narcotráfico bajo el régimen de Rodrigo Duterte

La periodista atiende a Crónica Global en Barcelona, donde está pasando dos meses como residente internacional del CCCB y la UOC

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Patricia Evangelista (Filipinas, 1985) es una importante mensajera entre dos mundos: la comunicación y la reparación. Tras formarse en la Universidad de Manila como periodista, pasó a ser periodista de conflictos. No porque lo quisiera, sino porque le tocaba.

Ha dedicado su carrera a documentar distintos sucesos que han ocurrido en su Filipinas natal. Desastres naturales y desastres sociales. Tifones y guerras. Una vez conoció a un hombre que se autodenominó "justiciero", que había asesinado a dos personas y ordenado la ejecución de otras varias. Éste le negó ser una mala persona, ya que "alguien los tiene que matar"

Esta frase inspiró la edición de su reciente libro, Que alguien los mate: Crónica de la violencia en mi paísTras publicarlo en 2023, acaban de salir a la luz las traducciones al castellano y al catalán. Esto ha coincidido con el aterrizaje de Evangelista a Barcelona.

La periodista está pasando dos meses —hasta finales de julio— como residente internacional del CCCB y la UOC, proyecto a través del cual está ofreciendo conferencias y otras actividades.

¿Qué tal le va por Barcelona?
Barcelona es maravillosa. Puede que sea mi ciudad favorita del mundo.
¿De verdad?
Sí, junto a Manila.
¿Cómo está siendo la experiencia con el CCCB?
Está siendo excelente. He dado una conferencia, he participado en un seminario y he hablado con muchos estudiantes. He conocido a bastantes personas. La recepción ha sido muy buena.
¿Qué busca en esta estancia en Barcelona, más allá de las actividades programadas?
Es muy enriquecedor conocer gente de Barcelona. Lo bueno de esta residencia es que hay mucho contacto con artistas, académicos y con el CCCB.
Como acabo de publicar las traducciones al catalán y al castellano de mi último libro, estoy concediendo bastantes entrevistas. Pero al final del día soy escritora. Esta residencia también me ofrece tiempo para escribir.
¿Cómo empezó su trayectoria como periodista de trauma? ¿Tuvieron influencia los conflictos que vivió desde pequeña en Manila?

No creo que nadie quiera ser periodista de trauma. Es el tipo de historias que una empieza a cubrir y simplemente no deja de hacerlo. Empecé cuando tenía poco más de 20 años. En aquel momento, hubo desapariciones de supuestos comunistas. Dos de las mujeres jóvenes desaparecidas eran de la Universidad de Manila.

Yo escribía una columna para un periódico nacional y decidí investigar, porque no podía creer que mi Gobierno estuviera implicado en torturas y desapariciones.

¿Y qué descubrió?

Seguí ese caso durante mucho tiempo y, efectivamente, parecía que el gobierno sí estaba involucrado. A partir de ahí, vinieron muchas más historias. Filipinas es un país muy expuesto a desastres naturales. Tenemos docenas de tifones al año, además de conflictos internos y violencia.

Cuando haces este tipo de reportajes una y otra vez, y si tu intención es hacerlos de forma responsable, inevitablemente te acabas convirtiendo en periodista de trauma.

¿Disfruta de su trabajo?
Creo que el periodismo es el mejor y el peor trabajo posible. Es difícil decir que lo disfruto. La mitad del tiempo lo detesto, pero la otra mitad le encuentro un propósito. Una lógica. También me da una vía creativa y, a veces, si lo hago bien, puede generar un pequeño cambio.
¿Qué impacto cree que ha generado, tanto en su país como a escala internacional?
No pretendo tener un impacto. Trabajo con expectativas muy realistas. Mi intención es dejar constancia de lo que ocurre y honrar a quienes me han contado sus historias. Si con el tiempo eso contribuye —aunque sea un poco— a hacer justicia, entonces es algo grandioso. Pero, por ahora, mi tarea se basa en dejar constancia.
Pero su país ha mejorado desde que usted empezó a trabajar, ¿no?
Esa es una pregunta complicada. "Mejorar" es difícil de definir, y no atribuiría ningún progreso concreto a mi trabajo. Lo que sí puedo decir es que el coraje de muchas personas que compartieron sus historias —no necesariamente conmigo, sino también con la Corte Penal Internacional, con los tribunales, con la prensa local e internacional— tuvo un papel muy importante en la posibilidad de que Rodrigo Duterte rinda cuentas.
¿Qué respuesta ha recibido su último libro?
No puedo decir mucho aún sobre la recepción en español y en catalán porque las traducciones acaban de salir. Aunque la gente de Barcelona ha sido muy amable cuando he podido hablar con ellos. En Filipinas, ha sido muy alentador ver que las personas cuyas historias aparecen en el libro lo han recibido bien.
En Cataluña, las cosas han mejorado. Pero el siglo pasado, aquí hubo una larga dictadura. ¿Ha estado en contacto con víctimas del franquismo?
Siempre me ha interesado hablar con la gente. Si hay alguien que quiere contar su historia, estoy encantada de escucharla.
Otro tema muy comentado aquí es el conflicto en Oriente Medio entre Israel y Palestina. ¿Usted tiene alguna postura al respecto?

Soy corresponsal local. Soy reportera de campo en Filipinas. Aunque estoy al tanto de lo que ocurre en el resto del mundo, también sé que hay periodistas extraordinarios cubriendo lo que sucede, ya sea en Estados Unidos, en Gaza o en otros lugares.

El periodismo es una comunidad global, y me siento honrada de formar parte de ella. Pero seguiré contando las historias de mi país.

Y como periodista de trauma, ¿qué secuelas cree que les pueden quedar a las víctimas gazatíes o a los secuestrados israelíes?
No estoy en posición de responder a eso. No puedo hablar de lo que no conozco. Sé tanto como cualquier persona que no lo ha cubierto directamente, y no puedo fingir que sé más.
Aprecio mucho su honestidad. Creo que hay mucha gente que habla más de lo que realmente sabe. ¿Qué vendrá después de Barcelona? ¿Está trabajando en algún nuevo proyecto?
Seguiré escribiendo.
Patricia Evangelista, en archivo

Patricia Evangelista, en archivo Mark Nicdao

A lo largo de su trayectoria como periodista, ha obtenido muchos reconocimientos. ¿Ha disfrutado del proceso?
Nunca he disfrutado particularmente del proceso periodístico en sí. Lo que sí me gusta es el trabajo de campo: hablar con la gente, escuchar sus historias. Las investigaciones pueden ser complicadas, pero también muy interesantes.
¿Qué es lo que más le cuesta del proceso?
Lo más difícil para mí es escribir: juntar todo, decidir qué quiero decir y cómo representar fielmente lo que las personas me han contado de una manera comprensible y atractiva. Es complicado, y no espero que se vuelva más fácil.
¿Cuál ha sido la situación más dura que ha enfrentado como periodista? ¿Tal vez el tifón Hayan de 2013 en Filipinas?

Tal vez. Aunque se registraron oficialmente unas 6.500 muertes, esa cifra se quedó ahí porque dejamos de contar. Hay muchas personas que desaparecieron y de las cuales aún no se sabe nada. Padres y madres que siguen esperando a que sus seres queridos regresen.

Fue muy duro, sobre todo para éstos. Yo no pretendo haber pasado por lo que ellos vivieron, así que siempre me incomoda hablar de estas tragedias en primera persona.

¿Recuerda algo en particular de aquel momento?

Sí. Estaba en la ciudad de Tacloban después del tifón. La ciudad estaba reducida a escombros. Tal vez dos o tres semanas después, el gobierno nacional dijo que ya se habían enterrado todos los cuerpos. Y eso es muy importante para nosotros, porque somos un país mayoritariamente católico.

Mis jefes en Manila me preguntaron si eso era verdad. Les dije que no. Así que pasé los días siguientes documentando todo lo que pude. No fue difícil, porque los cuerpos seguían en las calles. Recuerdo una carretera en la que vi varios cuerpos envueltos, y una de las personas que limpiaba me dijo: “Señora, ya no sabemos dónde ponerlos. Ya no hay sitio”.

Vaya.

Mi impulso fue verificarlo, así que recogí la mochila y estaba a punto de abrirla, pero de repente me di cuenta de que lo que viera dentro sería una imagen que llevaría conmigo por el resto de mi vida. Así que no lo hice. En cambio, palpé la bolsa, sentí si había una cabeza, codos, pies, y hasta donde pude notar, había un bebé dentro.

Puse la mochila en el suelo y me alejé. Unas horas después, me pregunté si había sido un acto de cobardía. Mi trabajo es ver. Así que regresé, pero la mochila ya no estaba. Hasta hoy, no lo sé con certeza.

Patricia Evangelista, en archivo

Patricia Evangelista, en archivo Mark Nicdao

Ante estas situaciones, ¿qué papel juega la psicología o la terapia para usted? 

Es una pregunta personal a la que prefiero no responder. Pero en general, creo que la terapia y el cuidado de la salud mental son fundamentales para los periodistas en el campo. En realidad, es importante para todos.

Para los periodistas, es difícil hablar de ello, porque somos testigos indirectos. No parece correcto preocuparse por nuestra salud mental cuando todo está hecho un desastre para los demás. Pero me alegra que en la última década haya habido más estudios sobre el trauma en los periodistas.

En Filipinas, no tenemos mucho acceso a terapia, lo cual es un problema. Pero está mejorando. Creo que muchos de nosotros logramos sobrellevarlo porque formamos parte de una comunidad de periodistas. Es importante contar con colegas, hablar de lo que ocurre y no tener miedo de decir que algo es duro, doloroso o difícil.

Parece que es muy consciente de que, como periodista, no es la protagonista de los relatos que cuenta.

Absolutamente. No creo que los periodistas, en general, quieran ser los héroes de la historia. Nos enseñan que nunca somos el relato.

En mi caso, tuve que escribir un libro en primera persona. Me incomodaba mucho hacerlo, pero mi editorial, mi agente y mi editor coincidieron en que para una historia tan cruda y brutal, era necesario que alguien guiara a los lectores.

Creo que, en ocasiones, sí es útil formar parte del relato. Así que concuerdo con mi editor en que fue la mejor manera de contar la historia. Porque además de periodista, soy ciudadana. Y miré la guerra contra las drogas desde mi propia perspectiva.

¿Cree que algún día la paz será posible en el mundo?

No lo sé. Creo que nadie puede responder a esa pregunta en este momento. Por mi trabajo, me cuesta utilizar palabras como “esperanza”. Pero lo que veo es que Filipinas tendrá que pasar mucho tiempo enfrentando lo sucedido en la guerra contra las drogas.

Las muertes no son tan frecuentes como antes. El nuevo presidente no sube al podio a decir: “Mátenlos a todos”. Sin embargo, la gente sigue muriendo. Las generaciones futuras pagarán las consecuencias. Los hijos de los que fueron asesinados, los hijos de los asesinos y los niños que vieron cuerpos en las calles como si fuera algo normal.

Habrá un trauma que se trasladará de generación en generación. A menos que se aborde adecuadamente.