Rosa Collelldevall, en la redacción de Crónica Global

Rosa Collelldevall, en la redacción de Crónica Global Simón Sánchez Crónica Global Barcelona

Vida

Rosa Collelldevall, acompañante a la muerte: “Cuando miro una persona que se ha ido, la veo igual como cuando vivía”

Fue una de las pioneras de la acupuntura en Cataluña antes de iniciarse en la videncia y dedicar su vida acompañar a personas en la muerte y el duelo

Su fundación ha organizado un evento público en Barcelona para explorar la muerte como parte esencial de la vida

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Rosa Collelldevall nació en lo alto de una montaña, en Montagut, hace ya 73 años. Sus padres eran ermitaños y eso la condujo a una infancia muy solitaria, pero también a vivir cerca de la muerte, a observarla, a pensar en ella, a entenderla y a no tenerle miedo. Desde la remota capilla, la familia tocaba las campanas para anunciar las defunciones y veían pasar las procesiones hacia el cementerio.

Se adentró en el mundo de la sanación espiritual gracias a su primer marido, un médico asiático con el que se especializó en acupuntura para convertirse en una de las pioneras en Cataluña. Más tarde, desarrolló su sensibilidad por la videncia y ha dedicado gran parte de su trayectoria profesional a acompañar personas a la muerte y a transitar el duelo.

Se define a sí misma como "mujer polifacética, planetaria, terapeuta, naturista, espiritual y vidente" y se muestra orgullosa de haber creado la Fundación de Ayuda y Promoción de las Culturas Indígenas, con la que se dedica a apoyar a comunidades que ven amenazada su identidad y sabiduría ancestral en el contexto de la globalización.

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¿Cómo se inició en el espiritismo?
Después de una separación, me pasaron varios sucesos paranormales y recurrí a una señora, la señora Gracieta, que me introdujo en este campo y de pronto un día me dijo “me voy a morir y tú te tienes que quedar en mi sitio”. Al principio no quería, pero luego me vi obligada.
¿Qué sucesos le ocurrieron?
Un día dije “ese cuadro se va a descolgar y va a venir encima de mí” y un momento después, se descolgó de la pared y se me clavó en la pierna, donde yo había dicho; entonces las lámparas empezaron a moverse en una especie de poltergeist.Mi pareja de entonces se dio cuenta de que muchas cosas que yo decía terminaban ocurriendo y me llevó a ver a esta señora.
Dice que se vio obligada.
Sí, al principio no quería hacerlo, pero la gente empezaba a buscarme y me vi obligada porque pensaba que realmente no podía cerrar la puerta a la necesidad y el sufrimiento humano.
Rosa Collelldevall, durante la entrevista en Crónica Global

Rosa Collelldevall, durante la entrevista en Crónica Global Simón Sánchez Crónica Global Barcelona

¿Cómo fueron los inicios?
Los años 80 fueron una época muy desesperada. En los hospitales aún se empezaba con los tratamientos a base de quimio o radio, entonces las personas que recurrían a buscar ayuda era gente totalmente desesperada que no encontraban ninguna solución.
¿Y usted los curaba?
No siempre puedes curar, acompañar a morir es una ayuda también.
¿Cómo se acompaña a morir?
En el último momento del desenlace te llaman, o te llama la familia porque lo ven sufriendo, y yo solamente cojo el teléfono y le digo “vamos”, que me den la mano, “avanza”, caminamos juntos. Con cada persona tienes una visión diferente, puede ser un río, o una montaña, o alguien que les está esperando… Es una cosa muy simple, es hacer que esa persona se sienta acompañada, nada más.
¿Hay algo después de la muerte?
Claro, continuamos con la otra vida, continuamos igual. Cuando miro personas que se han ido, las veo igual que cuando vivían. A veces estoy curando a una persona que realmente se piensa que va a morir, pero de repente viene un ser querido suyo y me enseña algo para que se de cuenta de esos miedos, frenarlos y que entiendan que realmente hay algo más.
¿Hay una visión errónea de la muerte?
En la sociedad en la que vivimos, la muerte es un ataúd, se acabó todo. Y no se acabó: hay un túnel, todo un tránsito después de la vida. Morir es cambiar de plano, es una cortina. Hay muchas maneras de morir.
¿A qué se refiere?
Hay gente que va a una tarotista, ve la carta de la muerte y ya piensan en su muerte, la de su hijo, o la de algún familiar, pero no piensan en todas las situaciones en las que también morimos. Por ejemplo, cuando alguien se separa, tiene el mismo dolor físico, no respira, no come, se siente mal… Son los mismos tránsitos que la muerte.
¿Todos los muertos pasan por ese túnel?
A muchos les cuesta irse porque los que estamos aquí no les dejamos, porque queremos que se queden entre nosotros, y les impedimos esa evolución, o porque ellos mismos no quieren avanzar porque todavía se creen con el poder de que lo que han hecho aquí les pertenece.
Rosa Collelldevall, en la redacción de Crónica Global

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¿Y, entonces, qué ocurre?
En estos casos ya hablamos de una posesión del espíritu. El espíritu de un cuerpo muerto no se puede valer por él mismo, le falta la energía y necesita acogerse a un ser vivo, por lo que hay que recurrir a un vidente que te diga que estás enganchado, que hay un ser a tu lado que no ha pasado la luz y entonces que te ayude a que se vaya.
¿Cómo fueron las primeras veces que acompañó a la muerte?
Uno de los primeros fue en Madrid, un hombre que luego fue muy agradecido. Él sabía que se iba a morir porque el médico ya se lo había dicho: le habían dado un mes y medio o dos. Pasado este tiempo, un día estaba en el avión y sentí que me acariciaban, entonces supe que ya se había ido y me enseñó unas imágenes de cuando se casó con su mujer, como diciéndome “llámala”. Así lo hice, para transmitirle esta pequeña cosa.
Es un trabajo con mucha carga emocional…
Mueres con ellos, te da esa sensación de morir para vivir.
¿Cómo le afecta tener la muerte tan cerca en su día a día?
No veo a los muertos como muertos; veo a los muertos como personas vivas, incluso como lo que han sido anteriormente en sus otras vidas.
¿Nació con esta sensibilidad o la ha aprendido?
Crecer en la montaña me enseñó muchas cosas. En la ermita, teníamos que tocar las campanas cuando pasaban los muertos por abajo, los séquitos de aquella época, y con los años me he dado cuenta de que la visión que yo tenía de esa carroza que salía de la casa, con todo el mundo andando, hasta llegar al cementerio me enseñó a conocer el recorrido de la vida. No soy un ser especial, solo tengo esta parte de poder ver y sentir más desarrollada, como un pianista tocando el piano.
También ha aprendido de muchas culturas.
Hubo un caso que me hizo sentir muy mal: una madre que me preguntó cómo podía ser que le dijera que su hijo de siete años iba a morir, mientras podía ayudar a un señor de 80 a ponerse bien. A raíz de eso quise buscar otros lugares, otras culturas que tuvieran otras técnicas y otras visiones. Estuve en República Dominicana, en Brasil, en Filipinas, en Cuba, aprendí del espiritismo de Allan Kardec y me di cuenta que cuando una persona tiene que morir, muere. En esta búsqueda, tuve que entenderlo a la fuerza.
Y ahora va a traer todo este aprendizaje a Barcelona con un evento público
La idea es tratar diferentes conceptos que tienen que ver con la vida y la muerte, pero no solo la muerte física, y despertar un poco la consciencia de las personas. Vienen unos ponentes que son realmente maravillosos: un psicólogo clínico, un lama, un teólogo, una vidente, un abogado, un químico… Se harán varios rituales y a mi me encantaría que la gente viniera, se abriera y participara.