
Montaje fotográfico en el que aparece Aurora, la madre coraje, y su hijo Ferran
Aurora, la madre coraje que lucha por su hijo con discapacidad tras ser acusado de agresión sexual
La mujer relata el calvario que ha sufrido su familia y denuncia la falta de empatía que existe en relación con las personas con diversidad funcional
Contenido relacionado: La brecha salarial entre los trabajadores de residencias privadas y públicas llega al 40%
Noticias relacionadas
Ferran tiene un 86% de discapacidad reconocida. A pesar de su edad adulta, su madre, Aurora, explica que su hijo piensa, siente y actúa como un niño pequeño. Y eso, precisamente, ha sido el origen de la pesadilla que viven desde hace más de un año.
Todo comenzó en un centro de trabajo en Calafell, donde Ferran acudía cada mañana para desempeñar tareas de jardinería. Allí, una compañera, también con un alto grado de discapacidad, lo denunció por presuntos tocamientos.
A raíz de esta acusación, Ferran tuvo que comparecer ante un juez y someterse a una evaluación pericial. El informe fue concluyente: Ferran no comprendía que su comportamiento había incomodado a su compañera. Tampoco entendía conceptos como la gravedad de un delito o el significado de una orden de alejamiento.
Ferran tuvo que cambiar de centro
Pese a que la denuncia fue finalmente archivada, Aurora lamenta profundamente el proceso judicial que su hijo tuvo que atravesar. “Mi hijo no entendía qué pasaba, sólo sabía que le llevaban de un sitio a otro para hacerle preguntas que no sabía contestar”, recuerda.
Consciente de que la convivencia en el centro podría ser complicada, Aurora, de acuerdo con los responsables, aceptó el traslado de Ferran a un nuevo centro de día en El Vendrell. Sin embargo, lo que parecía una solución, pronto se tornó en una nueva fuente de angustia.

Aurora y su hijo Ferran
La situación no mejoró
En el nuevo centro trabaja la madre de la joven denunciante, quien en realidad, según explica Aurora, fue quien impulsó la denuncia. Ferran, pese a sus limitaciones, percibe la hostilidad. “Sabe que esa señora le mira mal y eso le inquieta mucho”, cuenta su madre, quien cada mañana lo deja en el centro con una sensación creciente de desasosiego.
La situación resulta incomprensible para Aurora. “¿Cómo puede una persona que trabaja con jóvenes discapacitados actuar con tan poca empatía?”, se pregunta.
Aunque insiste en que no justifica el comportamiento de su hijo, cree firmemente que todo podría haberse resuelto de otra manera, sin necesidad de judicializar el caso. “No hacía falta someterlo a tanto estrés”, lamenta.
La voz de los expertos
El abogado Álex Zaragüeta, especialista en la defensa de personas con discapacidad, coincide: “Siempre que se pueda mediar entre los centros, las familias y los educadores, es preferible a judicializar. Hay que evitar exponer a estos jóvenes a procesos que no comprenden y que sólo agravan su situación emocional”.
Zaragüeta también señala una carencia estructural: la falta de personal especializado en los centros y la escasa formación del sistema judicial para gestionar casos de este tipo con sensibilidad y comprensión.
Una lucha colectiva
Hoy, aunque no pesa ninguna condena sobre Ferran, la realidad es que convive a diario con quien impulsó su denuncia. Una convivencia que, según Aurora, “no le hace ningún bien”. Ferran regresa a casa cada tarde más nervioso, más irritable, incapaz de entender por qué las miradas de desaprobación persisten, aunque él ya haya sido declarado inocente.
Aurora no se cansa de repetirlo: su lucha no es sólo por su hijo, sino por todos aquellos jóvenes con discapacidad que, como Ferran, necesitan comprensión, apoyo y entornos donde puedan vivir y desarrollarse sin miedo.