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Juan José Omella, el cardenal arzobispo de Barcelona, cierra un lucrativo negocio en el centro de Barcelona. El Ayuntamiento acaba de dar luz verde al proyecto de reconversión de la parroquia de Sant Ferran en un geriátrico, tras lograr un cambio en la calificación del suelo del inmueble.

El pacto entre caballeros de Omella y el consistorio se ha sellado esta semana, después de que la primera propuesta formal de la Iglesia presentara defectos de forma y obligara a reformular el documento, tal y como informó este medio. Ahora, se da por cerrada la vía administrativa y el pelotazo eclesiástico sólo podría detenerse en el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña.

Cambio de usos para permitir el 'pelotazo'

Para poder levantar el geriátrico, el Arzobispado ha tenido que pedir un cambio de usos en el suelo del inmueble, algo que el consistorio ha concedido. 

Ahora, en la parroquia podrá ubicarse un geriátrico del grupo Gerontic y de la marca Allegra, propiedad de la familia Colàs Ricart. La idea de la estirpe vallesana es agotar la edificabilidad del inmueble, y ampliarlo desde los 1.000 metros actuales hasta los 4.000 metros cuadrados, con un edificio de seis alturas. Para ello, se prevé un desembolso de nueve millones de euros.

Caja para la Iglesia

Así, Omella y el Arzobispado barcelonés prosiguen su plan de desinversión de activos inmobiliarios que concentren a menos feligreses. Es el caso de Sant Ferran, que realojará a los devotos en la Miraculosa y la Preciosísima Sangre.

La estrategia de la Iglesia con sus activos siempre es semejante: no traspasan el terreno, sino que ceden temporalmente el derecho a construir y explotarlo durante 50 o 75 años.

Críticas internas y los católicos alemanes, desahuciados

Esta estrategia del cardenal ha despertado algunas críticas en la comunidad religiosa catalana. Los sectores más tradicionales de la fe católica, vinculados al fórum Germinans Germinabit, afean a Omella "haber dejado morir el templo" para poder hacer caja con él.

La parroquia había finalizado hacía meses toda su actividad, y acumulaba restos de basura y papeles en su entrada. Pero un último reducto de católicos alemanes se resistía a abandonarla, y daba misa cada domingo en la lengua de Goethe. 

Este grupúsculo católico será finalmente desahuciado dos veces en sólo un año. En marzo, fueron expulsados de la iglesia de Sant Raimon de Penyafort, en el colegio Dominiques de l'Ensenyament, de donde se les echó para que en su interior tuviese lugar un show musical. Ahora, medio centenar de fieles de la centenaria entidad se quedan sin hogar.

Negocios en la zona alta

Esta misma semana, ha trascendido otro jugoso negocio del Arzobispado catalán. Se trata de la Parròquia Verge de la Pau de Sarrià-Sant Gervasi, que cederá parte de sus terrenos al Institut Català de Retina (ICR). El instituto oftalmológico abrirá una nueva clínica de casi 4.000 metros cuadrados a escasos metros de su mítico cuartel general de la calle Ganduxer.

A falta de la confirmación definitiva del Ayuntamiento de Barcelona, el ICR plantea firmar un contrato para los próximos 75 años, con un canon anual de unos 200.000 euros. La cesión de los terrenos servirá para pagar una remodelación total del templo, uno de los que más creyentes congrega de la Ciudad Condal. Y uno de los más lucrativos, pues recibe cuantiosos donativos año tras año.

Ingresos al alza

Se da la circunstancia de que hace apenas un mes que el Arzobispado ha hecho públicos sus resultados anuales auditados del 2023. Las cuentas muestran 47 millones de euros en ingresos, un notable aumento del 17% respecto al ejercicio anterior.

Sorprenden, en la partida de gastos, los 7,2 millones de euros destinados a los sueldos del clero, a los que hay que añadir 5,6 millones de euros para pagar al personal laico.

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