Héctor Salvador, piloto de sumergibles

Héctor Salvador, piloto de sumergibles

Vida

Este vecino de Sant Cugat es el primer español que ha bajado a la Fosa de las Marianas: "La soledad es total"

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Héctor Salvador es uno de los mayores expertos del mundo en la tripulación de sumergibles. Y una de las pocas personas del globo que ha descendido a la fosa de las Marianas, a más de 10 kilómetros de profundidad.

Su experiencia es sobrecogedora: la soledad, el miedo y la excitación de estar ante lo nunca antes visto por el ojo humano. Una vida de película que comenzó de la mano del hijo pequeño de Jacques Cousteau en el sur de Francia y ha acabado coronando más que un Everest, pero hacia abajo. 

¿Cómo empieza su interés por el mar?

Nací en Galicia, donde el mar es omnipresente. Pero yo vivía en la zona interior, por lo que cuando tenía ocasión de ir era una explosión de felicidad.

¿Qué hay que estudiar para ser buzo?

Mi caso es particular: estudié ingeniería aeroespacial, y comencé a trabajar en la Agencia Espacial Europea. Hasta que conocí al hijo del mítico Jacques Cousteau, que era instructor de buceo. Me adentré con él en una expedición en el sur de Francia. Ahí me di cuenta de que hay más grandes misterios debajo de nosotros que encima.

Y cambia de vida.

Me obsesioné con el océano, claro. Empecé a pilotar sumergibles y fiché por la empresa Tritón, que hacía expediciones marinas. Fue entonces cuando surge la idea de bajar a la fosa de las Marianas…

Creasteis un submarino tripulado que podía llegar a cualquier punto del mar.

Era la mayor exploración de nuestra era, yo lo comparo con el Programa Apolo. La primera inmersión fue el momento más emocionante de mi vida. Fueron muchos años de trabajo, y, de pronto, te das cuenta de que estás ahí. En un mar inmenso, rodeado de oscuridad. 

¿Cuánta gente ha bajado a las Marianas?

Sólo 22 personas en toda la historia, hemos superado la cifra de personas que han ido a la Luna. Y estamos contentos de que aumente, queremos abrir el océano a la población. La mejor forma de proteger los océanos es que la gente vea con sus ojos las maravillas que esconden.

¿Qué sintió al descender?

Son 12 horas de inmersión y tienes que controlar muchísimas cosas. Pero yo me paso la vida así… Una vez bajas de 40 o 50 metros sabes que ningún otro ojo humano ha visto lo que tienes delante.

Suena adictivo.

Lo es. Es la primera vez en la historia en la que los científicos pueden ver con sus propios ojos el medio marino. Yo me sentaría todo el día ahí abajo para ver lo que hacen los animales. 

¿Qué se puede ver?

Se te acercan pulpos o calamares, es muy emocionante. He visto a grupos de meros jugando. ¡Eran amigos! Siempre recuerdo lo que contaba Jacques Cousteau: en el fondo del mar, los humanos aún tenemos una oportunidad. En la Tierra ya no. Todos los animales terrestres saben que el ser humano es un peligro, pero en el mar podemos ser amigos.

¿Qué encuentran en las inmersiones?

Cada vez que bajo al mar, descubrimos cuatro o cinco especies nuevas. Más de la mitad del planeta es agua y lo desconocemos por completo. Y eso que sólo encontramos a las especies que quieren ser vistas, muchas otras se esconden.

No hay nada de luz, claro.

Tenemos una suerte de focos y los peces se acercan a observarnos. Sienten curiosidad. Pero la soledad es total: y te das cuenta de que hay más ojos mirándote de los que tú crees.

¿Cómo fue tocar el fondo de las Marianas?

No hay ninguna corriente de agua: si levantas polvareda se queda flotando durante días. Al principio, pensé que había menos vida de la que hay. Y, de pronto, se te comienzan a acercar animales poco a poco…

¿Qué animales?

A partir de los 6.000 metros ya no hay peces, sólo invertebrados, crustáceos, anémonas, medusas... 

¿Siente miedo?

Me da miedo no saber reaccionar de forma correcta a un imprevisto, sobre todo cuando hago expediciones con pasajeros que confían en mí. Si pasa algo grave, es instantáneo. Si lo pienso mucho, me da respeto, pero no miedo. No me enteraría. 

Llegaste a ser director de operaciones de Tritón Submarines y ahora has decidido trabajar por tu cuenta.

Ahora soy piloto sumergible para un buque noruego que quiere encontrar soluciones a los efectos del cambio climático en el mar, la sobrepesca y los microplásticos. 

¿Cómo acaba viviendo en Sant Cugat?

Es una buena historia. Cundo empezamos el proyecto de descenso a Marianas, necesitábamos unos proveedores muy específicos. Dio la casualidad de que todos estaban ubicados en Barcelona, lo que da una idea de la potencia de la industria catalana. Nos instalamos aquí y montamos un astillero de sumergibles, primero en el Port Vell y luego en Sant Cugat, en el mismo techo que nuestros proveedores. Me gustaba decir que hacíamos sumergibles de kilómetro 0.