En el elegante barrio de Sant Gervasi, detrás de las paredes del Top Damas, el meublé más antiguo de la Ciudad Condal, se esconde una realidad de abuso y vigilancia extrema sobre las trabajadoras sexuales que allí ejercen. Este establecimiento, regentado durante más de 20 años por una madame obsesionada con el control, impone un conjunto de normas asfixiantes --incluido el control de la regla de las chicas-- que regulan cada movimiento de las meretrices, sometiéndolas a un maltrato psicológico y laboral constante.
A pesar de tener a 16 personas contratadas, encargadas de los servicios de limpieza, mantenimiento o recepción de clientes, ninguna de las prostitutas que operan en el Top Damas goza de esta protección legal. Trabajan bajo condiciones precarias, sin derechos laborales ni seguridad social, mientras la madame sigue lucrándose de una actividad no regulada, perpetuando un sistema que asfixia a miles de mujeres en todo el mundo.
El control férreo y las normas estrictas son el reflejo de un modelo de explotación que, aunque es invisible para muchos, sigue vigente en pleno siglo XXI.
No hay derechos, solo obligaciones
La mayoría de las chicas que ejercen la prostitución en este burdel de la zona alta residen de forma legal en España. Otras pocas, las que se instalan en el piso superior del meublé, entran al país con un permiso de vacaciones, válido por un periodo de tres meses. Aunque la madame les permite abandonar el lugar cuando quieran, juega con sus necesidades económicas, su situación de extrema vulnerabilidad y la espiral de autodestrucción en la que llevan años inmersas.
De este modo, sabe que, aunque sea por la necesidad de mantener a sus familias, las chicas asumirán el maltrato psicológico y laboral al que son sometidas. Todo se penaliza en el Top Damas: la menstruación, la impuntualidad, la enfermedad o el ir al baño. No puedes tener un mal día, no puedes tomarte un descanso, no tienes derecho a la baja laboral. En el mundo de la prostitución no hay derechos, solo obligaciones.
Normas para prostitutas y trabajadoras
Una de las personas que estuvo contratada como personal de limpieza, y que tras hablar con esta redacción ha sido despedida, explica que tanto las "señoritas" como el resto de las empleadas estaban sometidas a un régimen estricto de obediencia y sumisión. Las mujeres de la limpieza y recepción no podía relacionarse con las prostitutas, tampoco atenderlas si se encontraban mal. Mucho menos, avisar a un médico o a la ambulancia. Solo una de las personas contratadas tiene el poder de tomas este tipo de decisiones.
Incluso las trabajadoras de la limpieza y recepción deben de acatar a rajatabla cada una de las directrices de la madame. Tal y como se puede leer en la imagen anterior, las empleadas no pueden utilizar sus teléfonos móviles, ni siquiera sacarlos del "despacho". Incluso tienen sillas asignadas y comportamientos o personalidades que deben interpretar. Ninguna de ellas utiliza su nombre real.
Control absoluto
Ellas son las encargadas de que las prostitutas cumplan con todas las normas del local. Llevan un control de su menstruación y solo se les da un día libre. Durante el resto del periodo deben utilizar "esponjas menstruales" para seguir trabajando con normalidad. Asimismo, tampoco pueden ausentarse por enfermedad y si están indispuestas y necesitan medicación deben pagar 1 euro para obtener una pastilla antihistamínica o antiinflamatoria.
También deben controlar las veces que van al baño. A pesar de que tienen un aseo en la salita donde ellas esperan a los clientes, donde también comen, dicho servicio no tiene puerta. De este modo, si una de las chicas necesita más intimidad y quiere utilizar el baño común, también deberá pagar por ello.
Castigos y penalizaciones
Si no cumplen con las reglas, se las castiga. ¿Cómo? Haciendo más horas y cobrando menos. El prostíbulo da servicio de lunes a sábado entre las doce del mediodía y las cuatro de la madrugada y las chicas trabajan ocho horas en distintas franjas horarias. El servicio es seguido, no tienen descansos ni pueden salir a por bebida o comida. Si un día llegan un poco más tarde, se las obliga a quedarse más horas, pero no es equitativo el castigo con los pocos minutos de demora.
Además, si el servicio contratado es de una hora y el cliente decide (por el motivo que sea) finalizar antes de lo previsto, se le devuelve la parte proporcional, penalizando siempre a la prostituta. Asimismo, aunque la madame las premia con 10 euros extras si un cliente pide expresamente a una de las chicas, también se las penaliza sin ese bonus cuando han llegado tarde o no han avisado con suficiente antelación de ausencias o vacaciones.
Cada mes, la mano derecha de la madame se reúne con cada una de las prostitutas, tanto las que están de paso como las habituales, para saber si quieren seguir trabajando en el Top Damas. Aunque a priori puede parecer que es una buena praxis, la propietaria les hace creer que es un privilegio que trabajen en su burdel; jugando a su antojo con el estado psicológico de las chicas.
'Pelotazo' pese a la ley del sí es sí
Ese control férreo y el trajín continuo de clientes --vecinos del coqueto barrio de Sant Gervasi-- ha provocado que el negocio sea un éxito. El Damas busca nuevo propietario por jubilación de la actual, que es una empresaria nacional. Se ofrece al mercado por 12 millones de euros, una pequeña fortuna, máxime si se tiene en cuenta que otros negocios similares pasan penurias.
Ello en pleno debate sobre la abolición o regularización de la prostitución. En el pleno municipal de Barcelona, por ejemplo, se ha debatido la posibilidad de que la Ciudad Condal se convierta en ciudad prohibicionista, sin éxito. Ante ello, el gobierno municipal de Jaume Collboni (PSC) ha renovado el convenio con las Hermanas Oblatas, una congregación que ayuda a las prostitutas en situación de vulnerabilidad.