La odisea de un exagente de la Guardia Urbana de Barcelona para llegar a final de mes
Desde que una lancha de Greenpeace lo arrolló, Óscar nunca ha vuelto a ser el mismo. Los problemas económicos y de salud se le han ido acumulando y siente que la Administración lo ha dejado totalmente de lado
5 septiembre, 2024 00:00Noticias relacionadas
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"Dispara, Óscar, que nos matan". Desde la mañana del 18 de junio de 2021, estas cinco palabras se repiten una y otra vez, sin freno, en la cabeza del exagente de la Guardia Urbana de Barcelona (GUB) Óscar Medrano. Ni él ni su compañero Javier se podían imaginar que aquel día sus vidas darían un giro radical, obligados a sustituir la comisaría y el uniforme por constantes entradas y salidas de distintos centros hospitalarios.
Tres años después, la situación no ha mejorado para Óscar. Más bien todo lo contrario. Ahogado en una montaña de facturas, las letras de la hipoteca y el tratamiento de su hija menor, quien padece una discapacidad del 75%, Óscar se siente abandonado por el Ayuntamiento y por la Guardia Urbana. "Tras el accidente, me jubilaron de forma precipitada y con la pensión que me ha quedado no llego a final de mes", lamenta.
La fuga de los activistas
Javier y Óscar fueron los dos agentes que durante la mañana del 18 de junio de 2021, y mientras daban cobertura marítima al acto de clausura del Círculo de Economía, fueron embestidos por una lancha de Greenpeace. Los hechos sucedieron en un abrir y cerrar de ojos: los agentes, acompañados de un tercer policía en prácticas, salieron al mar -como cada mañana- para realizar un patrullaje preventivo en el litoral barcelonés.
En el agua, y junto al Hotel W donde se celebraba el citado acto, una lancha con varios activistas medioambientales desplegaban varias pancartas contra las políticas del Ejecutivo de Pedro Sánchez. Fue entonces, en aras de evitar cualquier conflicto y alejar la embarcación de la zona del evento, que la patrullera Guaita de la Urbana se aproximó para identificar a los tripulantes de la zódiac.
A pesar de las señales sonoras y luminosas que se activaron, perceptibles incluso desde la orilla de la playa, los activistas hicieron caso omiso y se dieron a la fuga.
"Quise disparar, pero no pude"
Las maniobras para esquivar los ataques directos de la zódiac que acababa de darse a la fuga provocaron que los policías saliesen disparados de un lado al otro de la embarcación, golpeándose contra "una fornida estructura metálica", colocada para sujetar el toldo de la lancha policial. "La barquita se nos llenaba de agua, resbalábamos, nos caíamos, yo intentaba sacar la pistola para que no nos pasasen por encima, pero era imposible disparar", recuerda Óscar Medrano.
De ahí que su compañero repitiese una y otra vez la frase que se ha quedado tatuada en el subconsciente de Óscar: "dispara, que nos matan". Ese fue su último servicio.
Las pesadillas
Tras el accidente, Óscar estuvo ingresado un mes para recuperarse de las lesiones físicas: un grave desgaste en las vértebras lumbares. Sin embargo, lo peor vino luego. Poco a poco, las secuelas psicológicas fueron cogiendo peso, llegando al punto de que su cabeza y sus pesadillas se adueñaron de todo, incluso, de su voluntad.
Desde entonces, nunca más han podido regresar a su puesto de trabajo. De hecho, a ambos les notificaron su jubilación por su incapacidad a través de una carta que les llegó al buzón de casa. Extremo que agravó el desgaste psiquiátrico con las que los dos agentes deben lidiar desde que fueron extraídos de los sanitarios de la embarcación Guaita.
Tras el primer ingreso, Óscar protagonizó varios episodios autolíticos. Incidentes que apenas recuerda, y de los que tiene consciencia gracias al testimonio de su mujer. "Ahora sé que lo que me ocurre tiene nombre y se llama trastorno de estrés postraumático".
Tras varios de estos oscuros capítulos, Óscar ingresó otros siete meses en la unidad de agudos del área de psiquiatría. Desde entonces, las entradas y las salidas han sido constantes. "Yo cogía la pistola y aparecía en cualquier parte de mi casa", explica. "La cabeza me ha jugado y me juega muy malas pasadas...".
Además, y a pesar de lo duro que es para ambos haber tenido que renunciar a sus vidas y carreras profesionales, siguen teniendo las placas y los uniformes en casa, pues nadie en la Guardia Urbana se ha molestado en ir a recogerlos.
De tribunal en tribunal
Paralelamente, el accidente también le ha obligado a iniciar varios y complejos procesos judiciales: por un lado, contra los dos pilotos de Greenpeace, que ya están procesados por resistencia y lesiones por el Juzgado de Instrucción 2 de Barcelona. La defensa de los agentes pide para ellos 21 años de cárcel, también por tentativa de homicidio.
Por otro lado, recientemente los dos agentes también han presentado una segunda querella criminal contra ocho funcionarios del Ayuntamiento de Barcelona, principalmente cargos políticos y policiales que ocupaban roles de responsabilidad cuando sucedieron los hechos, en junio de 2021.
En este sentido, y según ha podido saber esta redacción, esta denuncia ha llegado, por reparto, al Juzgado de Instrucción 28 de Barcelona, liderado por la magistrada Olalla Herrero, quien deberá decidir si se aprecian indicios de criminalidad en el comportamiento de los querellados.
Litigio contra la Mutua Universal
Finalmente, Óscar también ha emprendido un litigio por la vía social contra la Mutua Universal, a la que le reclama la indemnización por los daños sufridos tras el accidente. No obstante, la Mutua considera que el severo trastorno que padece Óscar -a pesar de los múltiples informes periciales que confirman lo contrario- tiene un origen distinto al accidente.
"La Mutua considera que la grave depresión que padezco se origina de unos problemas matrimoniales que nunca he tenido y de la severa discapacidad de mi hija, la cual detectamos al poco de su nacimiento y, por lo tanto, no es algo que nos venga de nuevo", argumenta Medrano. Él, sin embargo, está convencido de que el único motivo es el grave accidente en el que casi muere y que le dejó, de por vida, al margen de la Guardia Urbana.
En este procedimiento también reclama obtener la incapacidad absoluta, pues hasta ahora tiene asignada una total. "Mis condiciones económicas mejorarían un poco y podría llegar a final de mes y hacer frente a todos los gastos que se me vienen encima", explica. "Nadie en la Administración pública se ha preocupado por el estado de salud y bienestar de mi familia. Tantos años sirviendo y vistiendo unos colores, para que luego te den una patada en el culo y hasta luego", lamenta.
Desesperado y desamparado
Lamenta que ha llegado a escribirle una carta al actual alcalde, Jaume Collboni (PSC) para informarle de su extrema situación. Los problemas económicos de Medrano se acumulan, a la vez que las secuelas psicológicas parece que han dejado una cicatriz de por vida. "Todavía tengo momentos de no ver salida. Aquella mañana, la lancha de Greenpeace acabó con mi vida".