La nueva vida de las mulas de La Mola tras el cierre forzoso del restaurante
‘Barrufa’ limpia bosques para prevenir incendios, mientras ‘Lluna’ ha ganado un concurso de belleza
1 septiembre, 2024 16:40Noticias relacionadas
Es la nueva vida del burro y las mulas de la Mola, que perdieron su trabajo el pasado enero, tras el cierre forzoso del restaurante homónimo en la cima de la montaña del Vallès. Hasta ese momento, los cuadrúpedos, ocho en total, eran el medio de transporte utilizado por los responsables del comedor para subir los víveres y para bajar la basura. No había otra alternativa viable, pues solo se puede acceder al lugar a pie o por aire.
El destino de los équidos era una de las preocupaciones principales de Gemma Gimferrer, dueña del restaurante La Mola, que se vio obligada a cerrar ante el fin de la concesión y los argumentos de la Diputación de Barcelona (DIBA) de repensar el espacio en un contexto de “cambio climático”. Llevaba allí casi 60 años. Trabajando y viviendo en las alturas. Toda la vida. Empleaba a unas 20 personas, entre ellas, algunos miembros de su familia. El CN Sabadell ha contratado a sus hijos para el negocio de la restauración. Ella está en paro.
Los nuevos destinos
Sin embargo, ha encontrado un hogar para el burro, Trabuc, y las mulas. Están repartidos por Cataluña, y Gimferrer va siguiendo sus pasos. Los hay que limpian bosques y una de ellos, incluso, ha ganado un concurso de belleza. Se trata de Lluna, un solípedo blanco cuya morfología perfecta había pasado desapercibida en sus antiguas funciones. Ahora vive una nueva vida en una hípica de la zona de La Garrotxa (Girona).
Por el contrario, el destino de Trabuc estaba en Igualada. Su cometido ahora es asegurar la supervivencia de la especie. Pero es posible que termine en Sant Llorenç Savall, en un rebaño del que forma parte Barrufa, la mula jubilada, y que se dedica a limpiar bosques para prevenir los incendios, explica Gimferrer. El asno, nacido hace 17 años en la cuadra del restaurante, “ofreció cierta resistencia” a abandonar su hogar, según publicó en Instagram Xavi Gimferrer, antiguo administrador de La Mola.
Asimismo, Orus, Nina y Morena se vendieron en marzo al cortijo Vinyals de Cabrera de Mar, mientras que Alaska y Mario, hermanos que iban juntos a todas partes, siguen compartiendo experiencias, pero ahora en una hípica de Sabadell.
Más de 14.000 firmas
El cierre del restaurante La Mola se conoció de forma oficial el pasado 30 de noviembre, cuando la DIBA, en reunión con entidades e instituciones interesadas en el Parc Natural de Sant Llorenç del Munt i l’Obac, en Matadepera, trazó las líneas de futuro de la montaña. Allí se dijo que la Administración buscaba un modelo de gestión más sostenible y protector con el medio, y aseguraba que el comedor atraía a una cantidad de visitantes insostenible.
No obstante, los gestores del restaurante aseguraban que, de los más de 300.000 visitantes anuales del espacio, solo 25.000 se detenían a comer o tomar algo en este histórico lugar. Pero ni su palabra ni las más de 14.000 firmas recogidas evitaron el cierre.