La escena que se encontraron las tres patrullas de seguridad ciudadana de los Mossos d’Esquadra que la madrugada del 1 de noviembre de 2021 acudieron a la confluencia de las calles Països Baixos e Italia del polígono de Les Comes, en Igualada (Barcelona), era desoladora.
Una menor de 16 años yacía semiinconsciente en la parte trasera de las naves industriales, en una callejuela que los tráileres utilizan para realizar la carga y descarga de sus mercancías. Tanto a ellos, acostumbrados a patrullar por la zona, muy próxima a la comisaría, como al Sistema de Emergencias Médicas (SEM), que le prestó una primera asistencia en el lugar por la gravedad que revestían las lesiones que presentaba, les costó dar con ella. La joven, que presentaba heridas que la fiscalía considera "mortales de necesidad", estuvo a punto de perder la vida.
La adolescente presentaba un fuerte golpe en la cabeza y había sido víctima de una brutal violación que le dejó secuelas físicas y psicológicas que perduran. Para mayor inri, y como suele ser habitual en este tipo de delitos, la zona en la que sufrió el asalto estaba poco iluminada, no había cámaras en las inmediaciones ni tampoco testigos que pudiesen arrojar luz sobre lo sucedido. Ella tampoco pudo, pues estuvo días en la uci y casi un año hospitalizada.
Cuando comenzó su recuperación no recordaba nada de lo ocurrido. Ante la gravedad y la complejidad del caso, la Unidad de Investigación de Igualada derivó el caso a la recién creada Unidad Central de Agresiones Sexuales de Mossos d’Esquadra (UCAS), que asumió las diligencias.
Se abrieron varias líneas de investigación
Primero investigaron a su entorno más cercano y, a partir de las declaraciones de los amigos con los que la chica había ido a la discoteca Epic para festejar la noche de Halloween, intentaron reconstruir sus pasos para saber con quién se había cruzado en los momentos previos a la agresión sexual. Con el paso de las semanas el círculo se fue ampliando. “Se abrieron muchas líneas de investigación”, aseguró la inspectora Kira Estrada, jefa de la UCAS, durante la segunda sesión del juicio que se celebra en la Sección 10 de la Audiencia de Barcelona.
Una de ellas se centró en un viejo conocido de la policía de Igualada que acababa de salir de prisión tras cumplir condena por un delito sexual y que vestía unas zapatillas y una mochila que encajaban con las imágenes que los Mossos d’Esquadra tenían de un sospechoso que aparecía cubierto en casi todas ellas por una capucha.
A este primer individuo enseguida lo descartaron, igual que a todas las personas del entorno de la víctima. El tiempo corría y la joven seguía sin poder aportar ningún dato sobre su agresor, ni siquiera después de haberse prestado a hacer una reconstrucción de la noche in situ.
155 cámaras y un único sospechoso
En las imágenes que captaron algunas de las 155 cámaras de seguridad ubicadas en diversas naves del polígono de Les Comes y que los Mossos d’Esquadra revisaron hasta la saciedad se ve a un joven con una sudadera azul con capucha, una chaqueta de piel tipo bomber, una mochila de la marca Under Armour, un pantalón negro y unas zapatillas blancas de marca Adidas y de un modelo muy característico.
Aparece por primera vez minutos después de las seis de la mañana caminando tras la víctima, primero, y corriendo, después. Los Mossos calculan que le dio alcance a las 6.13. A las 6.42 esta figura reaparece, pero ya en solitario. Se trata de los instantes posteriores a la salvaje agresión sexual. El joven, que antes caminaba seguro, ahora aparece dubitativo, ya sin la capucha, a cara descubierta, y en la mano porta la chaqueta de la joven. Tras descartar a todos los posibles candidatos, los Mossos tenían un rostro poco nítido, pero no un nombre.
El vídeo que lo cambió todo
Hasta el 24 de enero de 2022. Ese día, los investigadores revisaron cada una de las denuncias, incidentes e identificados registrados aquella madrugada con la esperanza de encontrar un hilo del que tirar. Fue entonces cuando descubrieron que, sobre las dos de la madrugada, es decir, cuatro horas antes de la agresión sexual, un vecino había denunciado que un grupo de jóvenes había causado destrozos en su coche, aparcado en el polígono de Les Comes. Aunque aparentemente los dos casos no guardaban relación alguna, en la minuta policial se precisaba que el afectado había realizado una grabación del momento.
Sin muchas expectativas, puesto que ya habían pasado tres meses del incidente, una de las investigadoras lo citó en la comisaría de Igualada. Al preguntarle al respecto, el hombre aseguró que todavía conservaba el vídeo y lo puso a disposición de los agentes. En la grabación había 11 jóvenes y, uno de ellos, que en cuanto se percató de que lo estaban grabando se puso una capucha, coincidía con el que aparecía en las imágenes captadas por las cámaras de seguridad siguiendo a la chica.
El "individuo número 11"
“Nuestro objetivo se centró en identificarlo”, explicó Estrada al tribunal. No fue una tarea sencilla. Primero trataron de localizar a todos los integrantes del grupo peinando las redes sociales. Después, aprovechando que habían detenido a uno de ellos, Yerai, fueron citando a las personas que le acompañaban aquella noche y que aparecían en estas imágenes causando daños en un vehículo. Pero cuando los mossos posaban el dedo sobre este sujeto, nadie lo reconocía. Era la primera noche que había salido con ellos. “Algunos se mostraron más colaboradores, otros no tanto, nos decían que era el amigo de un amigo, pero ninguno sabía su nombre”. Por eso, fue bautizado como “individuo 11”.
Finalmente, los Mossos solicitaron la tarificación del teléfono de Yerai y descubrieron que esa noche había llamado a un teléfono para ellos todavía desconocido. Tras solicitar a la operadora información sobre este número, descubrieron que el titular de la línea era una empresa de instalación de fibra eléctrica. Los investigadores enviaron un correo electrónico a la compañía solicitando saber a quién había sido asignada esta línea. Los responsables no tardaron en responder: Brian Raimundo C. M., un joven de 21 años en aquel momento con una condena previa por haber intentado violar a su propia hermana, de 7, durante unas vacaciones familiares.
Las vigilancias
“Este número telefónico era el mismo que estuvo enganchado en el repetidor de la víctima durante todo el recorrido”, precisó Estrada. Con el nombre, los investigadores localizaron también su domicilio, en el número 13 de la calle Sant Sebastià de Igualada, donde se había empadronado con un amigo y su novia, y comenzaron a hacer vigilancias.
Durante días se convirtieron en su sombra y comprobaron que utilizaba las mismas prendas de ropa que el sujeto que aparecía en las imágenes persiguiendo a la joven: lo vieron paseando a su perro con las características Adidas blancas, subirse al metro con la mochila Under Armour a la espalda y apearse de la furgoneta de la compañía en la que trabajaba con la misma bomber de piel. El pelo, negro, pero con las puntas teñidas de rubio, también era idéntico al que tres meses antes había sido captado por la cámara de seguridad del Hospital de Igualada, frente al que pasó tras violar y abandonar malherida a la joven.
El móvil y la ropa, claves
El 21 de abril de 2022, los Mossos derribaron la puerta de su domicilio casi a la misma hora a la que, seis meses atrás, él había cometido la salvaje violación. En el registro de su casa, que duró varias horas, los agentes recuperaron todas las piezas de ropa que figuran en las imágenes captadas por las cámaras del polígono: las mismas zapatillas blancas, una sudadera azul con la capucha que usó para cubrirse el rostro, un pantalón negro, la bomber negra de piel y la mochila Under Armour. En la chaqueta la policía científica halló restos biológicos que, tras el análisis en el laboratorio, resultaron ser de la menor de edad agredida.
También localizaron en su casa el teléfono Huawei, dispositivo que se conectó al mismo repetidor que el de la víctima entre las 6.13 de la mañana y las 6.42, la franja horaria en la que la agredió sexualmente. Los investigadores lo tienen claro. No pudo ser nadie más que él quien cometió la brutal violación. "No hay otra posibilidad", llegaron a afirmar ante el tribunal.
Lo saben porque revisaron hasta la saciedad las cámaras del polígono industrial y, a partir de las imágenes, trazaron el itinerario que realizó cada una de las personas que pasaron por allí aquella noche. Los investigadores delimitaron la zona en la que se produjeron los hechos y detectaron un total, en esa franja horaria, de 10 u 11 personas, pero ninguna de ellas se acercó al callejón que fue escenario de la violación.
Tampoco los coches que circularon por la calle Países Bajos, que fueron un total de 46. Cronometrando cada frame extraído de diferentes cámaras concluyeron que el más lento cruzó la calle en 13 segundos y el más rápido lo hizo en cinco, tiempo a todas luces insuficiente para detenerse y cometer la salvaje agresión sexual. “Se fue descartando persona por persona y vehículo por vehículo. Nadie más que él hizo ese recorrido”.