El conflicto entre las políticas de conservación del oso pardo y la supervivencia de la ganadería local sigue latente y más vivo que nunca en la Vall d’Aran, en el corazón de los Pirineos. Mientras los programas de reintroducción y protección del oso buscan restablecer el equilibrio ecológico y preservar esta especie emblemática, los agricultores y pastores de la región se enfrentan a crecientes desafíos para proteger su ganado de los ataques. Y ya no sólo afecta al sector ganadero; cada vez son más los vecinos que aseguran haber visto osos merodeando cerca de los pueblos e, incluso los boletaires más experimentados han llegado a plantearse el peligro de encontrarse uno de estos animales en medio del bosque.
Hace sólo unas semanas, a finales de mayo, decenas de ganaderos, pastores y ciudadanos se manifestaron en Vielha convocados por el sindicato mayoritario en el campo catalán, Unió de Pagesos. Además de mostrar su frustración y preocupación ante el creciente número de ataques de osos a su ganado, exigieron al Govern una revisión de las políticas de conservación y mayores medidas de protección para sus rebaños.
Frente a las demandas de un sector económico relevante para la comarca, el Conselh Generau de la Vall d'Aran ha lanzado un concurso público para cubrir dos plazas de pastor, cuyo principal objetivo será agrupar los rebaños de ovejas durante la noche para protegerlos de los ataques de osos y lobos, con un sueldo de 2.500 euros mensuales. Esta iniciativa busca mitigar los daños sufridos por los ganaderos y garantizar la seguridad del ganado, promoviendo al mismo tiempo una convivencia más armoniosa entre la fauna salvaje y las actividades agrícolas.
Para los ganaderos, una medida insuficiente
La medida ha sido recibida con escepticismo por la comunidad, que cree que es mejor que no hacer nada, pero que sólo servirá “para disfrazar el muerto”, expresa Joan Guitart, portavoz de Unió de Pagesos en Aran y el Alt Pirineu. Consideran que la contratación de un pastor para proteger los rebaños de ovejas y cabras durante la noche es solo un parche temporal para un problema mucho más profundo.
Argumentan que esta medida no aborda la raíz del conflicto y que, además, no es aplicable a los rebaños de caballos y vacas, como el que tiene Guitart, los cuales también sufren ataques. Poniendo su propio ejemplo, este ganadero que tiene un rebaño bovino en el Alt Urgell, asegura que sus vacas sufren el estrés de saber que hay osos alrededor.
Los ganaderos temen que las políticas de conservación del oso, si no se complementan con soluciones más integrales, acabarán por hacer inviable la ganadería en la región: “Las dos cosas son incompatibles, al final terminarán echando al sector ganadero”, le reprocha el coordinador sindical a la administración pública. Señala que, sin un equilibrio, las crecientes dificultades y pérdidas económicas llevarán inevitablemente al abandono de la actividad ganadera, poniendo en riesgo no solo sus medios de vida, sino también el paisaje y la cultura agrícola que han definido a la Vall d'Aran durante generaciones.
El Conselh defiende la necesidad
El Conselh Generau d’Aran ha defendido la “necesidad de garantizar el servicio de custodia y vigilancia en la zona del Baish Aran para la prevención de daños de grandes carnívoros”. En concreto, buscan dos pastores, uno para el rebaño comunal de Vilamòs y otro para agrupar otros rebaños de esta zona de la comarca en un mismo valle.
Sin embargo, desde el sector ven más pegas a esta medida. Concentrar los rebaños en una sola montaña para facilitar su control y reducir los ataques de osos, añade Guitart, implica que muchos valles quedarán sin pastorear, una actividad que contribuye a limpiar los suelos de vegetación combustible y reducir el riesgo de incendios.
Sin pastores en el Pirineo
Muchos ganaderos de la Vall d'Aran han dejado de denunciar los ataques de osos a su ganado, frustrados por lo que perciben como una renuencia de la administración a admitir responsabilidad y tomar medidas efectivas, apunta Guitart. Consideran que los procesos burocráticos para reportar los incidentes y obtener compensación son lentos y poco efectivos, y prefieren no perder tiempo en trámites que, en su experiencia, rara vez resultan en soluciones satisfactorias. Ante la aparente ineficacia de la administración, algunos prefieren buscar soluciones por su cuenta.
En la Vall Ferrera, la situación alcanzó el punto de no retorno cuando el último pastor que quedaba sufrió dos ataques de osos en una misma semana y terminó por tomar la decisión de recoger a su rebaño y trasladarse a otra zona de Cataluña. El valle, que antaño albergaba decenas de rebaños ha quedado definitivamente huérfano.
Que viene el lobo
Joan Guitart apunta que los ganaderos ya están también alarmados ante la inminente llegada de manadas de lobos a la región, un escenario que, temen, provocará aún más estragos que los causados por los osos: “Será peor y estamos perdidos”, lamenta con rotundidad. Hasta ahora, los ataques han sido obra de lobos solitarios, pero la previsión de que pronto lleguen manadas completas ha generado una profunda preocupación. Los ganaderos anticipan que estos grupos podrán atacar con mayor frecuencia y eficacia, poniendo en un grave riesgo a sus rebaños. Avisa el coordinador sindical de que los lobos “son más listos y saben cuándo no está el pastor”, por lo que cree que, al final, la única solución será guardar a los animales bajo cubierto cada noche.
La posible llegada de las manadas de lobos añade una capa adicional de incertidumbre a una situación ya tensa. Los ganaderos sienten que no están suficientemente preparados ni apoyados para enfrentar esta nueva realidad, y temen que las políticas actuales de conservación y manejo de la fauna salvaje no sean adecuadas para proteger sus medios de vida. La combinación de los desafíos presentados por los osos y la inminente amenaza de los lobos podría, según ellos, acelerar la desaparición de la ganadería tradicional en la región, exacerbando la crisis del sector.