Óscar Peralta Tamayo, el hombre que dirigió con mano de hierro a los Latin King en España durante dos años, se pronuncia sobre las causas que lo llevaron a desvincularse por completo de la misma banda a la que pertenecían los 32 detenidos en una macrooperación de la Guardia Civil en Cataluña.
El reinado de Baby White, como lo bautizaron los pandilleros, terminó sorpresivamente en la primavera de 2014 cuando los Mossos d’Esquadra lo aprehendieron en su domicilio de Barcelona.
El Inca Supremo, máximo rango de la organización, acabó durmiendo en un módulo de aislamiento de La Modelo, primero, y de Brians 1, después, con una petición de condena sobre sus hombros que superaba los 27 años. No obstante, aquella operación policial fue su salvación, reconoce una década después en una entrevista con Crónica Global.
“Sentí que Jesús me hablaba”
En una celda del módulo 4 de la prisión de Sant Esteve Sesrovires, la misma que abandonó definitivamente en octubre del año pasado tras saldar su deuda con la justicia, Óscar asegura que tuvo una revelación que le cambió la vida.
En verano de 2014, cuando llevaba apenas tres meses en Brians 1, donde pasaba hasta veintitrés horas en su celda, recibió un regalo de un pastor evangélico: un ejemplar de La Biblia. Aunque reconoce que nunca fue una persona religiosa, en los momentos de soledad comenzó a leer el Antiguo Testamento.
Fue mientras leía un pasaje en el que Dios se dirige a los hijos de Israel cuando se sintió interpelado. En este versículo, como si de una esposa se tratase, Dios dice: “La llevaré al desierto, le hablaré al corazón. Me desposaré contigo para siempre, en justicia y en derecho, en misericordia y en ternura”. Al leer estas palabras Óscar rompió a llorar. “Lloré muchísimo, sentí que de alguna forma Jesús me estaba hablando, que estaba allí conmigo y, por primera vez, sentí un amor indescriptible en vez del odio que yo tenía dentro”.
Su salida de la banda
Durante el tiempo que duró su mando al frente de 3.000 pandilleros en España su vida estuvo marcada por los excesos y el odio. Asegura que perdió su identidad propia para convertirse en Baby White, un líder en la oscuridad que vivía escondido y que seguía una rutina marcada por la rivalidad y la animadversión hacia otras bandas.
Así, la espiral de violencia llevó a este catalán a estar en el punto de mira de la policía y la justicia, con tan solo 24 años, por liderar una organización criminal, traficar con drogas y armas, cometer un secuestro y participar en un robo con violencia en una casa habitada.
“Estaba en un pozo”
“Uno empieza su cambio cuando se da cuenta”, explica ahora recordando aquella etapa. “Lo más importante es la ley del amor de Dios, desvincularse no es una decisión sencilla, pero se puede”. Tras abrazar la palabra de Jesús y reunir el coraje para desligarse de la banda latina, Óscar dio un paso al frente. Asegura que prefiere disfrutar un segundo así que revivir un millón de años al frente de la organización criminal.
“Estaba en un pozo y veía un rayo de luz, pero no podía alcanzarlo. En la calle me sentía más preso de lo que fui en prisión, allí Jesús me hizo libre”, confiesa ahora.
“La verdad os hará libres”
El día previo a la celebración del juicio celebrado en la Audiencia de Barcelona, en el que pedían para él casi tres décadas de prisión, su abogada le avanzó que era “imposible” que le cayesen menos de 13.
El valor para salir adelante se lo dio la fe que profesa a Jesús desde su entrada en prisión preventiva. Esa noche, recuerda, leyó un versículo que le dio las fuerzas para encarar el proceso judicial. “Si vosotros permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”.
Así fue como se plantó ante el tribunal y, delante de los que habían sido sus acólitos, reconoció todos los delitos cometidos, incluso algunos que no se le imputaban. Finalmente, le cayeron ocho años y nueve meses de cárcel.
“Jesús cambió mi vida”
Muchos de sus homólogos no lo comprendieron. Sin embargo, él no les guarda rencor. “Hay chicos que no lo entienden ahora, pero oro para que Dios también pueda cambiar sus vidas, como Jesús hizo con la mía”. Al final, insiste, uno busca en la calle aquello que no encontró en su casa.
No obstante, Óscar remarca que hay alternativas. Incluso tras haber pasado por prisión, “la situación más dura que un ser humano puede experimentar antes de la muerte”, las relaciones se pueden restaurar y la vida se puede reconducir. “Se puede cambiar, soñando en grande, estudiando, formándose, pero sobre todo mi generación necesita conocer a Jesús”, sostiene.
El exlíder de los Latin King tiene hoy su propia empresa y es experto en e-commerce y marketing. “Si Jesús me cambió a mí, puede cambiar a cualquier persona”.
“Me gradué en la universidad de la calle”
¿Cómo acabó un joven catalán capitaneando el Reino de Barcelona, primero, y la Corona Suprema de los Latin King en España, después? En este punto de la entrevista, Óscar omite los detalles sobre su captación, pues implican a terceras personas vinculadas al grupo. Ventilar estos datos podría ponerlo en peligro.
Lo único que desliza es que tras acceder a la pandilla, y siendo todavía menor de edad, se trasladó a Ecuador, donde vivió durante tres años. “Allí me gradué en la universidad de la calle: a partir de ese momento la violencia fue en aumento, con agresiones físicas, cuchillos y machetes”.
La captación
Estas pandillas, señala Joan Caballero, especialista en delitos urbanos violentos (DUV) y tipos penales de odio actúan como grupos de manipulación psicológica, lo más parecido a un grupo sectario, y se aprovechan de las crisis identitarias o de pertenencia de los jóvenes para captarlos, adoctrinarlos y retenerlos para conseguir una finalidad económica.
En su mayoría estos niños proceden de familias desestructuradas y adolecen de la atención de su entorno, añade Alberto Díaz, pastor del Centro de Ayuda Cristino, organismo que ha elaborado el Observatorio de Bandas Latinas en Madrid y que trabaja en la reinserción de jóvenes expandilleros.
Muchos de los expandilleros que ha conocido se han criado “literalmente solos”, bien porque carecían de una figura parental o porque, en caso de tenerla, no podía ocuparse de ellos. En ocasiones, insiste, estos menores no necesariamente pasan por una necesidad material, pero sí lastran un vacío, pues su única compañía es una pantalla.
Este inmenso vacío lo ocupan las bandas, prosigue el pastor. “Intentan suplantar a la familia y su mensaje captador va precisamente en esa línea”, alerta. “Su carta de presentación es: somos tu familia, con nosotros te sentirás seguro, te daremos protección, vamos a darte lo que necesites”, sostiene Díaz.
La prevención en la infancia
La solución a esta situación, además de las medidas jurídicas y policiales, insiste el pastor, pasa por hacer un trabajo de prevención desde la infancia. “Hay que enseñar a los niños que las bandas no son un juego, que les pueden dejar secuelas físicas y emocionales de por vida y que pueden acarrear problemas jurídicos con graves consecuencias”, señala Díaz.
“Yo no tengo nada que aportar a la sociedad, pero Jesús sí”, finaliza Óscar, sin ser consciente de que su mensaje es clave para los jóvenes que podrían estar pasando por su misma situación.