Las bandas latinas se rearman 20 años después de su máximo apogeo en Cataluña con la captación de menores de edad cada vez más jóvenes. Los expertos alertan de que estas pandillas, que funcionan como grupos de manipulación psicológica, están atrayendo a menores de entre 10 y 12 años.
Este hecho no es una casualidad, advierten. Las bandas latinas, que en los últimos años se han reforzado en la sombra, como evidencia la detención de 32 latin kings, han comenzado a nutrirse de estos niños porque saben que son fácilmente manipulables y, lo más importante, inimputables.
Recaderos de las bandas
Así lo confirma Joan Caballero, especialista en delitos urbanos violentos (DUV) y tipos penales de odio, que señala que las bandas se han dado cuenta de que estas nuevas incorporaciones les permiten seguir operando sin poner en peligro a sus miembros más bregados, que acumulan numerosos antecedentes y que incluso han pasado por prisión.
A los niños les asignan las tareas más ingratas, añade Alberto Díaz, pastor del Centro de Ayuda Cristino, organismo que ha elaborado el Observatorio de Bandas Latinas en Madrid y que trabaja en la reinserción de jóvenes expandilleros. Los usan como mensajeros, como recaderos y para guardar sustancias estupefacientes o incluso armas, porque, además, los menores no levantan sospechas. ¿Cómo los engatusan? “Pues como a cualquier niño”, expresa el pastor, “dándoles importancia y atención”.
Grupos de manipulación psicológica
Estas pandillas, añade Caballero, actúan como grupos de manipulación psicológica, lo más parecido a un grupo sectario, y se aprovechan de las crisis identitarias o de pertenencia de los jóvenes para captarlos, adoctrinarlos y retenerlos para conseguir una finalidad económica.
En su mayoría, precisa Díaz, estos niños proceden de familias desestructuradas y adolecen de la atención de su entorno. Muchos de los expandilleros que ha conocido, añade, se han criado “literalmente solos”, bien porque carecían de una figura parental o porque, en caso de tenerla, no podía ocuparse de ellos. En ocasiones, insiste, estos menores no necesariamente pasan por una necesidad material, pero sí lastran un vacío, pues su única compañía es una pantalla.
Sustituyen a la familia
Este inmenso vacío lo ocupan las bandas, prosigue el pastor. “Intentan suplantar a la familia y su mensaje captador va precisamente en esa línea”, alerta. “Su carta de presentación es: somos tu familia, con nosotros te sentirás seguro, te daremos protección, vamos a darte lo que necesites”.
Entre estas necesidades, enumera, las bandas latinas les proporcionan un sentimiento de pertenencia a un grupo, además de dinero en efectivo, popularidad, acceso a drogas y a relaciones sexuales precoces. “Todo lo que desea un preadolescente”, expresa.
El papel de las redes sociales
La forma de aproximarse a los jóvenes es principalmente a través de las redes sociales, aunque también con vídeos musicales y videojuegos que hacen apología de estas bandas. También en los institutos y, más recientemente, en los colegios.
“Los buscan ya no en secundaria, sino en primaria”, insiste Caballero, aunque a veces los captadores no los atraen de forma consciente, pues son sus propios compañeros o incluso sus hermanos. “Son los malotes, gozan de un estatus y esto les hace sentir importantes”, apostilla el coautor y coordinador del libro Redes de Odio.
La nacionalidad ya no importa
Sin embargo, a diferencia de las primeras bandas que se hicieron fuertes en España a principios de los 2000, ahora la nacionalidad no es un requisito para acceder a estas pandillas. “Ahora te puedes encontrar a adolescentes procedentes de múltiples países, exceptuando algunos grupos más conservadores como son los dominicanos -los Trinitarios y los Dominican Don’t Play-, pero, si van a la guerra, necesitan soldados”, explica. Lo confirma también el pastor, que precisa que la creencia de que los miembros son inmigrantes es falsa, pues “muchos son autóctonos”.
Son niños de múltiples orígenes, en su mayoría nacidos en España, y muy jóvenes. Cuando son captados y entran en la órbita de estos grupos cuentan con apenas 10 u 11 años, pero pronto se convierten en adolescentes “extremadamente peligrosos” y, en algunos casos, llegan a ocupar posiciones de liderazgo de capítulos de estas bandas a la edad de 14 años. En los últimos tres o cuatro años, en Cataluña se han detectado una docena de bandas juveniles.
"Las bandas no son un juego"
Los delitos que cometen también van en función de la edad. Cuando los miembros son adolescentes suelen participar en el menudeo de drogas, extorsiones y hurtos. Los más bregados, asumen delitos mayores, como robos con violencia, lesiones, narcotráfico, okupaciones para cultivo de marihuana indoor y, en un último escalafón, delitos de sangre.
La solución a esta situación, además de las medidas jurídicas y policiales, insiste el pastor, pasa por hacer un trabajo de prevención desde la infancia. “Hay que enseñar a los niños que las bandas no son un juego, que les pueden dejar secuelas físicas y emocionales de por vida y que pueden acarrear problemas jurídicos con graves consecuencias”.